Azucena

763 86 255
                                    

A pesar de que habían pasado horas desde que salió el sol, aquel sábado era más silencioso que cualquier otro. Ningún auto con su bocina por la calle, ni algún perro aullando, solo silencio acompañado de luz matutina. Fue una mañana muy irreal porque cuando se despertó, halló a un Arthur dormido a su lado.

Contuvo la respiración mientras el inglés se acomodaba para seguir durmiendo. En silencio se incorporó para buscar su celular y revisar la hora. Aún era temprano y no tenía prácticas, pero tampoco tenía sueño. Se recostó un momento sobre la almohada y miró de reojo a su compañero dormir inmerso en un sueño profundo. Se preguntó con una sonrisa titubeante qué podría estar soñando alguien como él. 

Inhaló profundo para tranquilizar a su corazón y se dijo que lo mejor sería levantarse antes de que se diera cuenta que lo estaba observando. Sería demasiado incómodo. 

Alfred llegó hasta la sala con ojos somnolientos, arrastrando una pijama. Encendió el televisor con la excusa de ver alguna noticiar y tener un ruido que apaciguara el silencio. Cuando abrió la alacena notó lo casi vacía que estaba. No había tocino, ni huevos, ni chocolate. Esa semana le tocaba las compras a él. Lo único que podía servirse sería una tostada con café. Sacó el queso de la nevera y cortó una tajada, las metió en dos panes y lo colocó en la tostadora. Mientras la leche hervía para preparar café, decidió chequear su celular.

—Creí que no te levantabas a esta hora...—Arthur llegó como un fantasma haciendo que el celular casi se le resbale de las manos. El inglés paso por su lado para tomar una taza de la alacena. Se preguntaba si aún quedaba té.

—¿De qué hablas, Arthur?—replicó regresando a ver. La tostadora dio luz verde con un suave tintineo—. Son más de las diez de la mañana.

Arthur se congeló con la mano estirada. Su rostro se tornó un papel frío y volteó a verlo con las cejas alzadas. 

—¿En serio?

—Ajá —Se acercó a abrir la tostadora y servirlas en un plato con cuidado de no quemarse—.¿Quieres una tostada?

—Claro...—se sentó en la butaca frente al mezón mientras el silencio se prolongaba. Ninguno parecía tener intenciones de hablar sobre lo de anoche, ¿qué podrían decir sobre eso, de todos modos? 

—Oye Arthur.

—¿Sí? —dijo con un extraño nerviosismo en su voz. 

O tal vez Arthur se equivocaba y no saldría libre de lo que había pasado, pero de cualquier manera, no es como si hubieran hecho algo desastrosamente vergonzoso. Simplemente lo había tomado de la mano. Al pensarlo, se dio cuenta que Alfred tenía razones para pensar que él era raro. Porque de hecho actúo como un tipo raro. Deseo que no lo mencionara todavía.

—Sobre...—El americano buscó las palabras. Había pasado pensando sobre como entablar la sugerencia que le había pedido hacer Ludwig, pero por más formas que pensó de decirle, no encontraba ninguna buena—. ¿Te acuerdas de la cena de navidad?

Arthur perdió el miedo de golpe y lo miró ahora confundido. 

—¿Qué pasa con eso?

—Pues...—se dijo que la mejor manera de decirle, era usando la verdad. De todos modos nunca había sido buena inventando historias—. Ese día me encontré con Ludwig.

—¿Ludwig? —repitió ahora con más pánico que antes—, ¿qué te dijo?

—Solo...me preguntó porqué no habías regresado a consulta desde navidad... —dijo cuidando sus palabras mientras se sentaba frente a él y colocaba el plato de tostadas.

Después del Invierno (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora