Sal

26 1 2
                                    

El test había dado positivo. El gen era dominante, así que su "personalidad" también lo sería inevitablemente. No había lugar a riesgos. El Comité para la erradicación de la Violencia examinaría más detalladamente los análisis epigenéticos pero su sentencia ya se podía considerar firme. En un mundo que no conocía de asesinatos desde hacía 20 años, no había lugar para correr riesgos. Era un mundo injusto sí, pero seguro.

Ahora los padres de Sal Keaton tendrían que decidir si irse con él o dejarle en manos de los hospicios del Estado para menores de padres no violentos. Lo dejaron sólo. Sal tenía otros tres hermanos que también necesitaban unos padres.

Sal era un niño espabilado. Había sido inmediatamente transferido tras su nacimiento a uno de los hospicios del Mundo Violento dónde recibió todos los cuidados que su madre no le proporcionó. Esa era la costumbre, puesto que si pasaba más tiempo con la madre podría llegar a encariñarse y volverse más duro aún el proceso. Los padres de niños violentos recibían atención psicológica tras la donación y uno de los oradores les repasaba el Manual del Bien Mayor. Sal había crecido fuerte y sano. Sin ningún tipo de "incidentes". Tenía 6 años y todo a su alrededor encajaba. No tenía padres pero allí nadie tenía padres, sólo tenían a los trabajadores sociales y profesores. Y estaba su gran amigo Roy Trent. Con él jugaba a todo tipo de juegos, se respaldaban y hacían los deberes cuando la profesora les ponía tareas. Se pasaban el día juntos.

Los demás niños y niñas de la clase de Sal eran más individualistas. Los profesores y trabajadores sociales dirían que lo llevaban en los genes. Les costaba colaborar, hacer trabajos en grupo y coordinarse. Sal era diferente. Le gustaba asociarse, bromear y sobre todo jugar al balón. Margaret era la tutora y por ende la que más tiempo pasaba con ellos. Además de la materias de Biología y Matemáticas que les impartía, estaba pendiente de todas sus reacciones. Cualquier atisbo de que se despertase "el instinto" era convenientemente redactado en el informe tutorial y enviado al preventivo de los trabajadores sociales. Éstos tenían una ardua tarea rectificando los casos más graves y llevándolos a centros de segundo e incluso de tercer grado. Allí no se tenía piedad con la violencia.

Aquella mañana estaban jugando en el patio como cualquier otra. Algunos tomaban un pequeño almuerzo, otros platicaban y Sal y sus compañeros de clase jugaban al balón.

Falta - dijo Sal. Pero si no te he tocado- le espetaba otro niño.

Sólo perseguían el balón, no se le podía considerar ni un deporte organizado, pero Sal tenía muy claras las reglas del juego. Y las reglas estaban para cumplirlas. Esto había llamado poderosamente la atención de su tutora. Todos los demás niños eran anárquicos por Naturaleza en su forma de comportarse pero Sal no, Sal era recto, estricto y metódico, y por supuesto sólo tenía 6 años.

Roy se metió por medio. Si Sal decía que era falta, es que era falta. Cogió el balón e interrumpió el juego. McGregor enseguida le empujó. La reacción no se hizo esperar, una tangana de niños zarandeándose en medio del patio. El balón estaba a un lado, apartado mientras un tumulto de niños se encaraban como los ciervos machos protegiendo su territorio e intimidando con sus astas. Menos Sal. Sal estaba inmóvil, mirando la escena.

Varios profesores que estaban vigilando el patio, zona habitual de conflictos, fueron a resolver la disputa. Separaron a los niños y les requisaron el balón. Todo se quedó sin embargo en un aviso. Y nadie advirtió el comportamiento de Sal, impasible ante la escena del guirigay.

Tampoco advirtieron lo que iba a suceder a continuación. Subieron a clase, McGregor cogió unas tijeras de su estuche y fue directamente a por Roy apuntando a su ojo derecho. 

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 22, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Mundo Violento 0Where stories live. Discover now