Miraba su largo cabello oscuro caer sobre sus senos, era un tanto rizado y bastante fino, lo recogía, lo soltaba, lo recogía, lo soltaba. Hacia esto en repetidas ocasiones como si de una estereotipia se tratara, observaba a detalle cada una de las curvaturas de su cuerpo, sus caderas, las balanceaba intentando encontrar un punto en el que fueran menos o más evidentes. Miraba también sus cejas, su nariz, sus labios, todo a detalle, intentando encontrar un rasgo, una posición, una forma. La esencia, buscaba su esencia, en ese cascarón lleno de piel, músculo y huesos. Buscaba el ser tan deseado, la identidad que le pertenecía. Tardaba tanto en salir de la habitación por sus múltiples contemplaciones en el espejo, y podría pasar así todo el día, pero la voz de su madre le recordó que era momento de apurarse, porque debía peinarla, como siempre lo hacía.
- ¿Estás lista ya, Lauren? Tenemos que irnos
- Voy, madre
La muchacha se apresuró a ponerse el corsé, y con movimientos torpes, el vestido. Este era uno rojo vino, largo debajo del talón, con grandes mangas abombadas, y un poco de encaje blanco en la parte de adelante, que adornaba exquisitamente el vestido.
- Estoy lista – la muchacha salió de su habitación, su madre, con la mirada ruda, la condujo hasta la silla y con un cepillo de bambú, comenzó a cepillar su cabellera.
- Ya debes aprender a peinarte tu misma – replicó su madre
- Sabes que esos peinados son tan difíciles, madre, no sé por qué no me dejas simplemente llevar el cabello suelto
- ¡No es digno de una señorita! – dijo para luego mirarla furiosamente
- Lo siento – la chica miró sus manos y comenzó a jugar con sus dedos nerviosamente
- Hija, sabes que me preocupo por ti, es todo, un día vas a tener que encontrar un hombre, y casarte, este te querrá por tu belleza, pero si no pones un poco de empeño en ti misma, ¿Qué hombre querría casarse contigo? Ninguno, eso ya lo sabes
- Entiendo, madre
Una vez terminaron el peinado, ambas se levantaron y se dirigieron a la salida, donde el padre de Lauren ya se encontraba esperándolas, mientras charlaba con un amigo.
- Buenas tardes – pronunció la joven con una enorme sonrisa
- Hija, te presento a George, es un compañero del trabajo, y le tengo mi más grande aprecio
- Buenas tardes, George – dijo ella amablemente
- Bien, es hora, se hará tarde
Todos subieron al carruaje y se dirigieron a la iglesia. Esta era hermosa y grande, tenía una cruz en la cúpula, y tenía un estilo bastante renacentista. Por dentro era hermosa también, tenía muchas figuras cristianas en las paredes, y un gran altar en el centro. Lauren no dejaba de mirar a todas partes, miraba a todos los jóvenes ahí, a todas las mujeres. Muchos de esos chicos habían asistido con ella a la escuela el año pasado, ahora, se habían graduado, pero las mujeres no podían seguir estudiando, sólo los hombres, ella quería ir a la escuela de medicina, pero no se le permitía, ahora, los buscaba intentando encontrar caras conocidas, pero era imposible, los hombres se habían ido, al menos los que ella conocía, las mujeres seguían ahí, aunque algunas ya no estaban, se habían casado y por lo tanto se mudaron a otro lugar, unas pocas se unieron al convento, y otras seguían en busca de un esposo, ella era una de esas, necesitaba casarse lo más pronto posible o si no tendría que unirse al convento, pero todas sus opciones se habían agotado, no podía casarse con un hombre menor a ella y los mayores se habían marchado ya, a menos que se casara con un hombre de la clase baja o con un hombre mayor a ella, era imposible que no terminara en el convento.
Ahora, buscaba tan desesperada caras conocidas, pues necesitaba hablar con alguien, su viejo amigo Paul, se había ido a estudiar medicina hace unos meses, y su otra amiga, Carolina, se casó antes de terminar el colegio, ahora estaba sola, y en todo el verano no pudo hablar con nadie, el lunes los chicos volverían a clase, y necesitaba salir de su casa, eso la estaba asfixiando, pero no podía hacerlo si no era acompañada por un hombre, así que necesitaba un favor.
- Tienes que tranquilizarte, niña, parece que te has bebido cinco tazas de café
- Lo siento, estoy buscando una cara conocida
- ¿Sigues con esa idea de salir mañana? Vamos, debes estar bromeando
- Si no salgo voy a morir ahogada dentro de casa, y nunca podré conseguir un marido si no salgo, ¿Estás de acuerdo?
- Guarda silencio, va a comenzar la misa.
Al volver a casa no deseó cenar, ni nada de eso. Necesitaba ir a su cama, necesitaba llorar lo más alto que pudiera. Todo eso era tan agotador para ella, permanecer en el encierro era como estar muerta.
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su nombre es Leonardo
Short StoryLauren no quería ser mujer. Pintura en la portada: Abbott Handerson Thayer - Thayer Winged