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Él había muerto.
Y nada lo traería de vuelta.
Ni sus lágrimas, ni todo el dinero que robara o mucho menos las súplicas que hiciera a Dios porque le diera una oportunidad nueva de vida. Alguna manera de renacer lejos de lo que era ahora.
Minho había muerto en lugar de todos sus demonios internos y Bang Chan se odiaba a sí mismo por eso.
