Todos los veranos de Carla se reducían a un campamento de dos meses, en el cual se encontraba con su amiga a quien durante todo el resto del año no podía ver, puesto que ella vivía en Estados Unidos, California Y Carla en España, Madrid. Por eso ambas ansiosas y esperaban el campamento en las afueras de Valencia, para poder verse.
En uno de los veranos, ambas llegaron con la misma noticia. Habían recibido teléfonos celulares para comunicarse con sus padres. Eso fue lo que desencadeno la amistad de las dos, ahora, adolescentes; ya no tenían que esperar todo el verano para saber que había sucedido durante el año, no mas escribir en diarios para después leérselos mutuamente. Ahora se mandaban los sucesos en tiempo real. Verse en el verano solo se trataba de aprovechar cada segundo juntas. A los dieciséis años tuvieron que dejar el campamento porque el reglamento del lugar así lo dictaba.
Dos años en lo cuales Carla le rogo sus padres repetidas veces que le dejaran ir hasta lo de su mejor amiga, Sarah. Pero a pesar de los berrinches y llantos que les mostro en ningún momento dieron su brazo a torcer. Durante el año tampoco podía hablar tan seguido con Sarah porque estaba en los últimos semestres de bachillerato y su instituto era muy estricto al igual que sus padres; sin embargo, nunca perdieron contacto.
A la semanas de haber cumplido dieciocho y valerse por si misma bajo los ojos de la ley. Carla en su primer papeleo como adulta: hizo pasaporte, compro un tiquete de avión y dio comienzo con los documentos para su viaje a los Estados Unidos.
Y ahí, en donde muchos temen o anhelan de subir es donde comienza la verdadera historia. En un avión.