Capítulo 29.

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No pude contener la sonrisa que amenazaba con salir de mis labios en el momento en que sentí, en medio del beso, como mordía mi labio inferior y tiraba levemente de él hacia fuera. Me alejé de sus labios riendo y le di una suave bofetada en la mejilla, él carcajeó divertido.

—¡Tonto! —dije con la voz chillona y divertida.

Negó con la cabeza mientras reía, dejándome ver cada uno de sus perfectos y blancos dientes. Volvió a agarrarme de la nuca y estampó de nuevo sus labios contra los míos.

El sol había comenzado a esconderse y agradecía la poca iluminación que entraba por las ventanas del coche ya oscuras. Luego del momento romántico de hace unos minutos, comenzamos a besarnos y el estar en mitad de un aparcamiento me cortaba todo el rollo aunque a él pareciera no importarle, así que le di la idea de irnos a un descampado que conociera y estuviera cerca de aquí.

Y aquí estábamos, en una zona un poco más alejada de los turistas y los hospedantes del hotel. Creo que era la entrada lejana al bosque donde fue la pelea de Tom y Castiel, solo que la carretera la habíamos dejado atrás y habíamos aparcado tras unos cuantos árboles.

Gracias a Dios los cristales del coche eran oscuros, por lo que sí alguna persona pasaba por nuestro lado no iba a ser un inconveniente puesto que no podrían vernos.

Jadeé cuando dejó un mordisco en la piel de mi hombro, estaba sentada sobre él gimiendo como una maniática pero no sabía que era lo que me ocurría. Me ponía roja como un tomate solo de escuchar los sonidos tan vergonzosos que salían de mis labios.

Castiel también dejaba gruñidos sobre mis labios o mi piel, la diferencia era que los suyos sonaban jodidamente sexis y varoniles y los míos eran tímidos y sonoros.

Cuando dejó mi cuello, que al parecer le encantaba morderlo, me miró a los ojos y no hicieron falta las palabras. Me dedicó una sonrisa acalorada que hizo que él clima subiera diez grados más, mis labios entreabiertos tomaban aire como si llevara tres horas bajo el agua y mi pecho subía y bajaba.

—Quítate la camiseta —le pedí en un susurro entrecortado, no había duda en mi voz solamente excitación.

Castiel no titubeó y me obedeció al instante colocando sus manos en el borde de su camiseta y comenzando a subirla lentamente. Me hice levemente hacia atrás dándole su espacio para que pudiera sacársela por completo.

Mis piernas permanecían a cada lado de sus caderas, con las rodillas pegadas al cómodo asiento de cuero. Sonreí cuando pude observar cada uno de sus músculos que tantas veces había visto y de los cuales nunca me cansaba de ver.

Acaricié su piel notando como mis dedos se deslizaban por ella, transmitía calor. Sus ojos estaban perdidos en los míos, estos momentos eran tan únicos y especiales entre nosotros que jamás nos cansaríamos de repetirlos.

Acarició mis piernas dobladas en el asiento con sus manos, subiéndolas hasta llegar a mis glúteos. Me acerqué a él y besé sus labios, al tener falda solo había una tela de mi parte que lo separara de él. Con su otra mano me agarró de la cintura y apretó mi piel pegando aún más a él.

Imité su acción y sin separarme de sus labios llevé mis manos al borde de mi top, me alejé de Castiel por un segundo y lo saqué por completo de mi cuerpo, quedando en sujetador blanco. Luego volví a besarlo, esta vez adentré mi lengua en su boca que recibió con gusto de la misma manera.

Se separó de mí boca sin mi permiso y me observó de arriba abajo completamente magnificado, casi sentí la necesitar de cerrar mis ojos del placer al sentir como su mirada me hacía arder por completo.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora