Parte 23

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Señores pasajeros, estamos a punto de aterrizar. Por favor, permanezcan en sus asientos con el cinturón abrochado. Gracias por su atención.

Hinata suspiró y se echó para atrás en su asiento. A su lado, su marido le cogió la mano y se la apretó. Lo miró, quedando deslumbrada unos segundos a causa de la amplia sonrisa que dibujaban los labios de Naruto.

―Ya estamos llegando, cariño. ―Hinata se sonrojó al escuchar el apelativo cariñoso.

Entrelazó los dedos de la mano con los masculinos y se apoyó en su hombro, dejando escapar un segundo suspiro. Naruto dejó caer su cabeza contra la suya mientras acariciaba el dorso de su mano y los nudillos con el pulgar.

―Aún no me has dicho a donde vamos―protestó Hinata, aunque con un deje de diversión en la voz. Naruto volvió a sonreír, ahora con los cerrados, mientras el avión descendía a tierra.

―Ya te dije que es una sorpresa.

―¿Sabes que dimos un espectáculo en el aeropuerto?―Naruto no pudo evitar soltar una carcajada―. ¡No fue gracioso, Naruto-kun! ¡Todo el mundo pensó que éramos una pareja de locos!―exclamó ella, recordando la manera tan vergonzosa en que, con los ojos tapados, la había guiado por toda la terminal del aeropuerto.

Más de un guardia de seguridad los había parado y, en más de una ocasión, habían tenido que aclarar que eran marido y mujer, que ella estaba yendo con él por propia voluntad y que no eran un par de desequilibrados mentales.

E incluso en el avión, el rubio había tenido mucho cuidado de no permitirle saber ni una pista de adónde la estaba llevando. El avión dio una sacudida y, finalmente, se detuvo. Las azafatas aparecieron en el extremo del pasillo, dando indicaciones de que ya se podían levantar.

Hinata fue la primera en desabrocharse el cinturón y levantarse. Naruto la siguió enseguida, poniéndose a su lado y bajando una bolsa que era todo su equipaje de mano. Asiendo el asa de la bolsa con una mano y a ella con la otra, ambos abandonaron por fin el avión. Mientras caminaban por el túnel que lo llevaría al aeropuerto, Hinata hizo crujir varios huesos y estiró los músculos de la espalda lo mejor que pudo. No había sido un vuelo excesivamente largo, pero para una persona como ella, acostumbrada al constante movimiento al que la sometían tres niños movidos y traviesos, aquel breve periodo de inactividad había supuesto una carga extra de tensión. Su cuerpo parecía prepararse ya inconscientemente para cualquier imprevisto. Y estando tan lejos de sus niños...

No había podido dejar de pensar en ellos desde que Naruto la sacó de casa aquella mañana, sin darle opción a protestar. ¡Ella ni siquiera sabía que estaba planeando un viaje para los dos! Cada objeción que ponía Naruto la rebatía: ¿los niños? Con los abuelos. ¿Shinachiku? Sus padres se encargarían. ¿La casa? Karin y Sasuke habían prometido ir de vez en cuando. ¿Su trabajo? Gaara ya estaba avisado y más que encantado de que Naruto se tomase unas vacaciones. ¿Sus clientes? Sai ya se había hecho cargo.

Viendo que lo tenía todo perfectamente atado y planeado, Hinata no había podido poner ninguna pega a sus alocados planes. Ni siquiera el argumento de que Sakura podía aprovecharse de su ausencia para tomar ventaja había servido.

―Deja de pensar en los problemas y céntrate en nosotros. ¿Cuánto hace que no pasamos unos días a solas, tú y yo? También somos personas, Hina, no máquinas. Y necesitamos volver a ser un matrimonio, una pareja, al menos de forma temporal. ―Y no había vuelto a intentar protestar, dejando que la arrastrara por sabe Dios donde con los ojos vendados y sin tener ni la más remota idea de adonde se la llevaba.

En el aeropuerto, en vez de encaminarse a las cintas transportadoras para recoger el resto de sus maletas, Hinata vio con asombro como Naruto pasaba de largo y la guiaba hacia las puertas de salida. Tan sorprendida estaba, que ni siquiera se paró a fijarse en los carteles, en si seguían en Japón o en el extranjero.

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