As You Wish [Two]

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Después de aquel encuentro con «El príncipe masoquista que disfruta el dolor», —tal y como Bang lo había llamado en su mente—, el rubio no podía dormir bien. No sabía que estaba mal consigo mismo, pero siempre que intentaba cerrar sus ojos aquella sonrisa llena de felicidad en el medio de las lágrimas llegaba hasta sus recuerdos alterandolo de una forma aterradora.

— Mierda— se golpeó a sí mismo una y otra vez contra aquel árbol en el que había intentado descansar hace unos minutos atrás hasta que el episodio anteriormente dicho se había repetido como por quinta vez en lo que iba de la mañana—, sal de mi cabeza, maldito masoquista.

Se dió unos suaves golpes en la cabeza utilizando la palma de sus manos buscando arreglar la parte descompuesta de su cerebro que lo llevaba a pensar en aquel chiquillo de seda. Si bien su encuentro había sido de lo más raro posible, no existía motivo para pensar en él.

Suspiró intentando relajarse o buscar un poco de paz para sí mismo. Pensó que quizás llenar su mente de alguna otra cosa le haría algún bien, y para ello no existía ningún lugar mejor que el ruidoso pueblo donde los chismes corrían peor que el viento.

Camino mientras tarareaba una vieja canción que había escuchado de algún viejo al cual le había robado. También esto le ayudaba a entretener su mente, últimamente no había robado nada, quizás estaba estresado por ello. Y pensaba que el príncipe era la mejor opción para ello.

Llegó a el pueblo donde al solo entrar lo asaltaron los murmullos de los nuevos rumores que corrían por el momento en el pueblo.

Escuché que el rey quiere aumentar los impuesto, mi familia ya está lo suficientemente en quiebra como pagar más de tres monedas de oro—. Un hombre se quejaba con su amigo mientras parecía preso de la angustia totalmente justificada de acuerdo a Bang, bufó al escuchar tal noticia.

«Pobres diablos, pagando impuestos a un cerdo que únicamente se enriquece a sí mismo».

Ante esto, su mente trajo conscientemente a el pelinegro. Bang mordió su labio con un poco de inquietud, justamente cuando sus pensamientos se acercaban hacia el príncipe, unas mujeres pasaron a su lado cotilleando mientras movían sus caderas de forma exagerada.

¿Escuchaste el rumor?— una rubia de nacionalidad española aparentemente comenzó a hablar despertando curiosidad en la otra con rasgos claramente asiáticos. Sin embargo, Chan no podía deducir si era Coreana o Japonesa.

No, dime. ¿Sobre qué?

— Dicen que el príncipe se ha lesionado— habló la primera nuevamente con una mirada llena de complicidad— tiene un brazo roto y el rey se ha molestado por eso. Aunque no lo creas, escuché por ahí que el príncipe no es querido por su padre—. Bang comenzó a seguir a ambas mujeres—, dicen que pasó encerrado hasta sus dieciocho años en una habitación oscura, puesto que nació ciego, el médico real les dijo que únicamente si una persona donaba sus ojos al príncipe este podría recuperar la visión. Pero claro, todos lo vieron como un pobre imbécil y sintieron lástima de él, pero se limitaron a eso.

El rubio frunció su ceño.

¿Ciego?

El no había notado ni un solo rastro de una posible ceguera en aquel chiquillo ni mucho menos de que fuese todo totalmente desconocido para él.

«Así que, así se siente el dolor».

Aquellas palabras resonaron en su mente como un vago recuerdo después de una noche en la cantina más cercana del lugar, su cabeza dolió un poco al seguir recordando todo de su encuentro con aquel príncipe que no hacía más que darle problemas a su ser que comúnmente se encontraba siempre en paz y desinteresado ante todo lo que pasará a su alrededor.

Siguió escuchando a las mujeres mientras continuaba con el paso tras ellas.

— Entonces, ¿Cómo es que el príncipe puede ver actualmente?

«Lo mismo me pregunto».

La contraria no parecía sentirse atacada con la pregunta que su amiga había hecho. A Bang le pareció que se sabía todo el chisme completo y no únicamente una pequeña parte de el, si hubiese un diploma o título por aquello, sin duda alguna esa mujer se llevaría el primer lugar.

— Escucha con atención— su tono usado fue un poco más bajo— cuando el recién fallecido príncipe heredero murió, el rey ordenó que los ojos de su alteza fueran donados al príncipe ciego encerrado en el palacio. Su hermano había dicho que si alguna vez llegase a morir joven, le gustaría poder dejarle ver el mundo a su donsaeng. Por ello, el príncipe puede ver actualmente— la mujer bufó haciendo una mueca rara con su cara después de ello—. Sin embargo, el rey oculto todo del pobre chico, este vive creyendo que pasó únicamente a oscuras toda su vida y que podía ver desde que nació. Qué su encierro se debía a que tenía una enfermedad grave, y también desconoce de la existencia de su hermano. No es más que un títere a manos del rey en lugar de su difunto hermano, sin duda alguna el príncipe Minho es un pobre diablo.

— Pobrecito.

El rubio paró en seco, quizás había juzgado demasiado antes de haber conocido a aquel chiquillo. Aunque nunca había escuchado hablar de él realmente, no era algo a lo que le hubiese dado importancia en un inicio, ni mucho menos incluso si lo hubiese escuchado sin conocerlo.

Pero las circunstancias actuales parecían ser diferentes.

— Dicen que la lesión de su brazo es delicada, espero se recupere pronto.

Chan mordió su labio inferior, se sentía un poco inquieto. Bajo su cabeza mientras las mujeres terminaban de alejarse dejándolo en el medio de aquella multitud.

Maldición, probablemente se iba a arrepentir de todo mañana.

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