Parte 5\La soledad de ser famoso.

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No puedo más con esto. Todos los días me obligan a ir a programas, a presentarme como una futura estrella del mundo de la música y a contar mi historia. Pero yo no quiero esto. Yo quiero cantar. Y hasta ahora no me dejan hacerlo casi ni en la intimidad de mi habitación de hotel. Se me empieza a olvidar lo que es disfrutar cantando sin tener que pedir permiso ni controlando el volumen de voz para que nadie se entere de mi don; porque claro, es un secreto. Y lo peor de todo es que Elia aún no me ha llamado. ¿Será que no ha visto el mensaje en el papel? No es posible, lo dejé en sus manos y sé que lo miraría al menos una vez antes de tirarlo. Aun así debería habérselo dicho en persona, aunque es más fácil culparme ahora que arrepentirme de hacerla llorar incluso más. Eso es sin duda lo que me quita el sueño por las noches.

Las semanas pasan como años y por fin me llevan a un programa a cantar. Es el programa más famoso entre los adolescentes. A él van jóvenes a enseñar sus talentos, sean cuales sean, y me han llamado para que vaya de invitado especial y me muestre al mundo para que me conozcan, por fin, por mi don.

La noticia me hace volver a tener ganas de salir a la calle y me mantiene nervioso todos los días desde que la hicieron pública. En la tele los anuncios del programa con mi foto y el título de "estrella invitada especial" siempre me hacen sacar una sonrisa. Se me ve tan bien en la tele, aunque sea en foto, que todavía no me creo lo que está y va a pasar. Pero a pesar de todo, o gracias a ello, no dejo de pensar en las ganas que tengo de contarle todo a Elia. Y no me dejan llamarla. Por eso me paso los días encerrado en mi habitación del hotel en el que ahora me alojo pensando en una forma de comunicarme con ella. Pero no se me ocurre nada. No me permiten usar redes sociales, y mucho menos un móvil o internet libremente; el único móvil que tengo sólo recibe llamadas y es seguro por claro, es nuevo y nadie conoce este número, aunque la única persona que me importa sí y aun así no llama. Podría escribir una carta pero lo único que haría con ella sería releerla una y mil veces, porque me sería imposible mandarla. Y una tarde mi móvil suena, y aunque en la pantalla no sale su nombre, tan sólo el número, sé que es ella. Contesto. Las manos me tiemblan.

-Elia, al fin has llamado...

-Daniel... Te echo mucho de menos. ¿Cuándo vas a volver? -Su voz suena ansiosa, como si yo estuviera secuestrado.-

-No lo sé, pero tardaré bastante.

-¿B-bastante...? -Su voz se rompe poco a poco.-

-Sí... Voy a muchos programas y la gente empieza a conocerme. Dentro de muy poco estaré en un programa cantando. ¿No me has visto por la tele? -Intento que mi voz suene animada.-

-Me dijiste que volverías pronto y ya ha pasado mucho tiempo, ¿y ahora me dices que tardarás "bastante"? No sé a qué estás jugando Daniel... -Se nota en su voz que intenta contener las lágrimas.-

-Pero te prometo que volv--

-¡No quiero que me prometas nada si no lo vas a cumplir! ¿Es que no lo entiendes? Yo lo único que quiero es que vuelvas conmigo porque ¡joder, te quiero! Y a ti parece que te da igual... Si me he atrevido a llamarte es porque esperaba que me dijeras que todo va bien y que volverás en un par de días, incluso semanas, no me importaría esperar algunas semanas, pero ni siquiera sabes cuánto tiempo estarás fuera. Veo que es una pérdida de tiempo seguir esperándote.

Me quedo helado. No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que la primera lágrima resbala por mi mejilla y me hace cosquillas. Tiene razón, no sé cuánto tiempo estaré aquí y no sé si con esto llegaré a algún lado. De momento lo único que he conseguido es sentirme más solo que nunca, a pesar de toda la gente que me conoce ahora. Justo en ese momento vienen a mi habitación a buscarme para hacer un vídeo promocional por el acercamiento del día del estreno del programa. Asiento con la cabeza limpiándome las lágrimas y guardando el móvil disimuladamente. Me dejo guiar por el hotel hasta el coche, y después hasta los estudios. No queda ningún rastro de las lágrimas o de la tristeza en mí. Aún no puedo abandonar esto, por mucho que me duela puede ser una oportunidad muy importante para mí, y no todo está perdido aún. No pienso perder así a Elia.

Llega el gran día del programa. El tiempo en que debo aparecer está controlado y medido para mi entrevista y actuación de después. Con el paso de los programas fui perdiendo la vergüenza frente a las cámaras, pero esta noche estoy como si fuera mi primera vez en público, y por si fuera poco el programa de hoy es en directo, al contrario de todo lo demás que he hecho anteriormente. No puedo tener ningún fallo ni despiste. He pasado horas y horas ensayando todo lo que tengo que hacer esta noche y no puede salir nada mal. "No te salgas del guion y todo irá perfecto" me han dicho. Aunque mi guion es algo diferente a lo que me han preparado.

Repaso en mi cabeza paso a paso lo que tiene que pasar esta noche cuando de repente me dan la señal de mi salida. El público aplaude sin más al verme. Imagino que me conocerán de haberme visto, pero ninguno muestra más emoción de la que dedicarían a un extraño. El presentador intenta alegrar y exagerar el ambiente diciendo mi nombre más alto de lo normal, como si la falta de entusiasmo fuera porque no me han reconocido. Hace una breve introducción de mi vida al público y a los que están al otro lado de la pantalla de televisión, y pasa a hacerme una pequeña entrevista. Siempre es lo mismo. Cómo llegué aquí, cómo me siento ahora y lo feliz que debo de estar. Los nervios no me traicionan y la entrevista me sirve para empezar a sentirme cómodo. Así, cuando llega el esperado momento de actuar me siento como si estuviera entre amigos, nada nervioso y la firme convicción de que nada va a salir mal. El público muestra cara de incertidumbre. La historia de mi entrevista no es nada del otro mundo y nadie entiende todavía qué tengo de especial. Ponen frente a mí un micrófono de pie y me dejan solo en el escenario, con solo un tenue foco alumbrándome y dejando en la penumbra a los músicos a mi espalda.

Según lo ensayado, debo hacer una señal cuando esté listo y los músicos empezarán a tocar. Pero en cambio cojo el micrófono y me acerco a la cámara que ahora me está grabando. A pesar de que nada me asegura que esté viendo el programa, me aclaro la voz y empiezo a hablar sin titubear.

-Hola a todos. Me llamo Daniel Lowell. Esta noche cantaré una canción que espero que a todos os guste tanto como especial es para mí. La elegí personalmente no sólo porque me encanta, sino por el significado que tiene. Y es que es la primera canción que me atreví a cantar a alguien, y ese alguien ahora es muy importante para mí. Siento haberme portado como un imbécil, pero si me esperas volveré junto a ti. Iría ahora pero tengo que cantarte esta canción, esta vez delante del mundo entero. Te quiero, Elia.

Al acabar de hablar doy la señal a los músicos, que empiezan la canción a pesar de la confusión de que nadie les avisó de que haría eso. Suenan los primero acordes de "Hey, Soul Sister" de Train y mi voz los acompaña a la perfección. Durante toda la actuación disfruto, invito al público a que dé palmas y de vez en cuando hago corazones con las manos mientras miro a la cámara. Se ve que el público disfruta y ya no tienen la misma actitud que al principio. Se diría que les he sorprendido y a bien, porque cuando acabo la canción no solo me aplauden, sino que vitorean mi nombre. Desde mi propia emoción puedo sentir la de ellos. Y eso me hace sonreír. Me hace sentir bien.


Entre el cielo y la tierra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora