Lazos

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La drelfa usó otro de los artefactos que guardaba para crear una barrera a su alrededor, una que las aislaba del mundo exterior. Luego deshizo su disfraz, mostrando su verdadero nivel ante la estupefacción de la elfa.

–Yo también podía haber evitado el peligro, pero no quería comprometer mi misión. Supongo que ya es tarde.

–¿Qué... Qué quieres decir?– pregunto una anonadada elfa.

–Mi misión es protegerte. Mataste a un general, ¿verdad? Eso te hace muy valiosa, muy importante. Y los altos mandos decidieron enviarme para protegerte. Debía mantener mi identidad en secreto, así que supongo que me relevarán– suspiró ella –. La verdad es que nunca estuvimos en peligro.

Durante más de un minuto, hubo un incómodo silencio entre ellas, hasta que la elfa lo rompió con tristeza y timidez.

–Entonces, supongo que sólo te acercaste a mí por la misión. Nunca te debí caer bien.

–¡Claro que no! Bueno, sí. ¡Pero no!.

Goldmi se la quedó mirando, confusa. Maldoa respiró hondo, tratando de tranquilizarse.

–Al principio me acerqué por mi misión. Sabes, no me dijeron nada, sólo que debía protegerte. Pensaba que serías la niña mimada y consentida de alguno de los jefes, estaba un poco molesta– rio la drelfa.

–Al menos eso no lo soy– protestó la arquera tímidamente.

–Lo sé. Sabes, no me habría quedado hablando hasta no sé qué hora de la noche si no me hubieras caído bien. Sé que no te he dicho la verdad. Sé que te he engañado. Pero, si puedes perdonarme, me gustaría que pudiéramos ser amigas– confesó.

–Yo tampoco te dije toda la verdad...– reconoció la elfa, a la que las lágrimas volvían a resbalarle, aunque esta vez no de tristeza –. Si te está bien, no me importaría...

La drelfa la abrazó de repente, también con lágrimas en los ojos. Aquella situación había supuesto un gran peso sobre ella, pues las dríadas son seres honestos que no esconden sus sentimientos, y ella era medio dríada. Aquel abrazo la liberó de la mitad del peso. Que se lo devolvieran, de la otra mitad.

Estuvieron un largo rato abrazadas, sin decir nada, hasta que otro aspecto de las dríadas finalmente salió a la luz: su curiosidad.

–Si eres una visitante, ¿tienes esa cosa que llaman inventario? ¿Y ayudantes? ¿Puedo verlos? ¿Qué más sabes hacer? ¿Es cierto que nos veías pero no, en el pasado? ¿Cuántas habilidades y hechizos tienes? ¿Subes tan rápido de nivel como dicen?

La elfa la miró, parpadeando varias veces. Luego estalló en una carcajada, que provocó que su amiga se sonrojara y desviara la mirada, al ser entonces consciente de su comportamiento. Al haberse dejado ir, había aflorado su verdadera personalidad.

Goldmi no dudó en explicarle y mostrarle todo lo que había preguntado. Incluso que, aquella mañana, había subido dos niveles, algo que ella misma no se explicaba. Era demasiado rápido incluso para ella.

Estuvieron hablando de nuevo hasta que el sueño las derrotó, habiendo la drelfa probado la comida de Goldmi con gran glotonería, e incluso siendo aceptada por la lince como compañera de postres. Y habiendo jugueteado un largo rato con las pequeñas Goldmis.

Por su parte, Goldmi sabía aprendido más sobre aquel mundo, sobre los diferentes reinos, sobre algunas diferencias con el juego, y, sobre todo, lo que Maldoa sabía sobre los visitantes.

Por desgracia, no era mucho, sólo rumores, algunos reales, otros no, y la mayoría exagerados. Lo que más le había dolido era que se daba por sentado que sólo volvería uno por raza. Aquello significaba que no aparecerían otros visitantes elfos, y, lo que era mucho peor, que era muy poco probable que volviera a ver a Eldi o Gjaki. De entre miles de jugadores, ya era suficientemente extraño que ella hubiera vuelto.

Tampoco sabía nada de los que ya habían llegado, excepto de un demihumano que al parecer había desaparecido algún tiempo después, quizás muerto, después de armar un buen alboroto. Y eran desconocidas las razones por las que unos volvían y otros no.

Lo que sí había agradecido habían sido los ánimos de Maldoa, quien había asegurado a una roja elfa que, probablemente, Elendnas la recordaría. Aunque era imposible saber más.

Con todo, lo más importante para Goldmi había sido, por primera vez desde que había llegado a Jorgaldur, sentirse tan próxima a otra persona, tener una amiga en la que confiar, alguien además de su hermana. Y, alguien que, antes de dormir, le había hecho revisar lo que había recuperado al subir de nivel.



En 31 había obtenido Estela de Luz, un hechizo que se aplica a una flecha, y que provoca que tras ella se cree una estela purificadora que se abre en forma de cono tras el paso del proyectil, dañando a todos a los que alcanza. Dicho daño no es muy grande, pero puede afectar a una gran número de enemigos. Lo tenía en 3, lo que demostraba que no tenía muchos usos en el juego.

Y en 32, Estela de Viento, similar al anterior, aunque con daño cortante, y que sólo tenía en 4.

–Me hubieran ido bien contra los mosquitos– había suspirado.

Respecto a habilidades, en 31 había recuperado Danza Dual, con cierta similitud al Hacha Danzante de Eldi, aunque con algo menos daño y más defensa, pues era más efectiva para bloquear ataques. La tenía en 6, siendo lo peor de la habilidad que se había visto obligada a hacer una demostración a la entusiasmada drelfa.

–¡Es hermosa! Seguro que Elendnas quedaría fascinado– se había burlado, avergonzando a su amiga, quien la había amenazado con no dejarle probar más postres. En eso, tanto su hermana como su amiga compartían debilidad.

Y, en 32, una pasiva que permitía aumentar enormemente la distancia con la que podía comunicarse con su hermana. Era extremadamente útil en el juego, y sin duda también en la realidad. Y aún lo sería más en el futuro si es que...

Por un instante, sus pensamientos se perdieron más allá del lugar en el que estaban, mirando hacia el cielo que estaba oculto tras el techo de madera del dormitorio, preguntándose como cada vez que miraba el cielo qué habría sido de ella, si ella...

–El Oráculo dijo que lo sabríamos cuando llegara el momento, no sirve de nada preocuparse– la interrumpió la lince.

–Lo sé, pero...

–Sí, yo también la hecho de menos. Es un poco engreída, pero es nuestra hermana. Espero que podamos volver a verla.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora