¡Ay! ¿Por qué...? Ay, ay. Quítame el frío y seca mi piel. Sé que puedes oírme, sé que sabes que sigo aquí... No puedo dejar de llorar... El río es más frío en invierno... Ven al río...
-¡No! -estoy sudando y me cuesta respirar. Ya van a empezar esos sueños, siempre es lo mismo...
¡Ayyy!
Los mismos lamentos que comienzan en octubre y se aligeran al pasar noviembre.
(Sabes que serán peores conforme se acerque el día). Lo sé, lo sé.
Miro el reloj del buró, son las doce en punto.
-No te retrasas ni un minuto, ¿eh?, Llorona -responde con otro lamento que me recorre todo el cuerpo.
Salgo de la cama y voy al baño, empezarán las noches en vela, eso también lo sé. Me lavo la cara y vuelvo a la cama, no tiene sentido intentar dormir, nunca lo consigo.
Ven al río...
-"Muero de frío...", ¿eso dirás?
Me muero de frío...
-Lo sabía -cierro los ojos e intento no pensar, no me sale muy bien. Cada vez que grita siento que se me rompe el alma -¿Por qué no me dejas en paz? -cubro mi cara con la almohada.
Peor al llegar noviembre...
<< -¿No te encantan estas fechas? Me vuelve loca cuando empieza octubre, ¿sabes por qué?
-¿Porque noviembre está a treinta y un días?
-Efectivamente -ríe y yo sonrío. >>
-Siempre le gustaron estas fechas...
Hace frío...
-Ya te escuché.
Sigue llorando y yo la acompaño, cuánto dolor debe sentir, ¿qué pasó esa noche? ¿Por qué estabas en el cementerio? ¿Por qué el río? Le dije mil veces que no fuera sola, ¿a quién se le ocurre salir tan tarde y sin compañía?
Casi tres años y sigue doliendo como el primer día, ay Llorona. Tus fechas favoritas y sigues sufriendo, tres años y sigues aquí. Deja de seguirme, déjame descansar haciendo tú lo mismo. Lo intenté, intenté comprender qué fue lo que te llevó a ese lugar aquel día, pero la verdad es que no lo entiendo.
Ay, mi alma...
Mi alma... sí, te encantaba que te llamara así. Ya basta, no puedo seguir con esto. Abro los ojos y me seco las mejillas. Camino hacia el balcón y abro la puerta. Miro hacia abajo, lo más que podría pasar sería que me rompiera un par de huesos, no es suficiente. Comienzo a llorar de nuevo, me dejo caer al suelo lentamente y abrazo mis piernas contra el pecho, no es la primera vez que pienso en hacer esto...
(¿Y por qué no lo haces? Así estarías con ella, quizá eso es lo que quiere, quizá eso la ayude a descansar).
-Soy un cobarde...
No dejo de llorar, ahora ella es la que me acompaña y el cielo no tarda en hacer lo mismo.
ESTÁS LEYENDO
Del Otro Lado Del Río
RomansTodos hemos escuchado alguna vez una historia donde el amor vence cualquier tipo de barreras, pero ¿puede ir más allá de la muerte? ¿Cuántos secretos es capaz de ocultar un pequeño pueblo y un romance juvenil? La única certeza que aquí se tiene es q...