As You Wish [Three]

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A Minho le gustaba ver hacia el jardín de su padre. Este siempre le decía que cuidara muy bien de las flores que se sembraban en el amplio terreno pertenecientes al palacio, puesto que ese era uno de los tantos deberes que tenía como príncipe.

Un pequeño quejido salió de su boca al rozar su brazo herido contra un pequeño mueble que estaba cerca de su balcón, que era donde se encontraba recibiendo el sereno de la noche mientras observaba a las estrellas bailar con la luna, utilizando el cielo como su escenario, el agua como su fuente de luz y las flores como su público que danzaban moviéndose de un lado a otro impulsadas por el viento.

Sus cabellos oscuros se unieron a aquella alegre danza, provocándole cosquillas en el rostro en cuanto el pequeño remolino de viento inútilmente débil lo envolvió haciendo que pequeñas prendas de ropa de su cuerpo se movieran levemente. Tal y como su bufanda.

Cerró sus ojos unos instantes para sentir como el mundo parecía ir más lento.

Unas manos cubrieron su boca, haciéndolo abrir sus ojos de golpe mientras giraba levemente su rostro notando primeramente una cabellera rubia que también se movía al compás del viento que había comenzado a ser más débil.

No te muevas— Chan ordenó.

[🏹]

Probablemente había perdido la cabeza desde la mañana, o quizás desde que se encontró con el chiquillo masoquista. Pero no podía parar de sentir un poco de culpa, después de todo el había sido la persona que le rompió el brazo sin razón alguna.

El príncipe no había hecho nada más que hacer una pregunta con una respuesta claramente obvia. Y el había enfurecido ante su disque inocencia que al final resultó ser verdadera.

En resumen, había juzgado a una persona sin siquiera darse la oportunidad de saber un poco acerca de él, lo había lastimado, y formó un pequeño rencor en su interior solo por el hecho de que pertenecía a la familia real. Si esos no eran los suficientes motivos para sentirse culpable, no sabría ya que pensar de sí mismo.

Sobre todo por lo que estaba haciendo actualmente.

— No te muevas—. Por su mente paso que quizás el príncipe iba a temblar de miedo, o atacarlo, quien sabe. Hacer lo imposible por llamar a los guardias que seguramente estaban tras la puerta, darles una señal para indicarles que entraran y atraparán al maniático que lo estaba casi asfixiando con su agarre.

Pero nada de eso ocurrió.

La mirada del pelinegro no denotaba miedo alguno, su cuerpo se mantenía firme mientras que parecía curioso acerca de lo que pasaba. Cómo si fuese una situación normal en la que se encontraba.

Chan bajo una de sus manos hasta la cintura contraria, guiandolo mientras caminaba hacia atrás para luego dejarlo sobre la cama, sentado tranquilamente. El rubio hizo un pequeño guiño mientras pegaba uno de sus dedos a los labios ajenos indicándole que guardara silencio.

Se acercó hasta la puerta para colocar el pasador en ella. Cuando todo estaba asegurado, se dispuso a dejar salir el aire acumulado en sus pulmones por la presión de ser descubierto, mientras seguía siendo observado por el príncipe quien ladeó su cabeza levemente.

¿Estás cansado?— Minho habló suavemente, mientras observaba a el pálido frente a él con una expresión y emoción que ni el mismo podía describir exactamente de qué se trataba. De alguna forma, su corazón se apresuraba a latir con él cerca, pero también se encogía haciéndole tener un dolor superficial de alguna forma, anteriormente, aquel toque de su piel con la contraria se había sentido bien, y cuando se separó luego de dejarlo en la cama, se sentía triste. No comprendía del todo sus emociones con aquel chico rubio, pero si podía decir que eran diferentes a las expresiones monótonas que tenía con los guardias cuando lo acompañaban a dónde sea o les daba una orden, al cariño de su padre, e incluso a el de la servidumbre. El rubio le hacía tener una emoción diferente de entre todas las personas—. Puedes sentarte aquí si lo deseas.

Chan pareció sorprenderse ante dicha propuesta. Le pareció que el pelinegro no era consciente de la situación en la que estaba, y actuaba de una forma demasiado natural y cariñosa frente a un ladrón.

— ¿No deberías ser un poco más cuidadoso?— Minho pareció no entender— puedo hacerte daño.

— Si quisieras hacerme daño, lo hubieses hecho antes— Bang relajo sus músculos—, además si soy sincero— Minho llevo una mano hasta su cuello rascandolo con nervios— no se exactamente a qué te refieres con daño.

Chan comenzó a caminar hasta Minho, sentándose justamente a su lado a una distancia en la que sus cuerpos tenían cerca de 0,5 centímetros de separación el uno del otro. La mirada penetrante de Bang se mezcló con la confundida de Minho quien soltó un quejido en cuanto el contrario tocó levemente su brazo lastimado.

Esto— elevó levemente el brazo del menor— es hacerte daño.

— Oh~— el pelinegro abrió su boca como si de un descubrimiento importante se tratase, a los ojos del rubio, dicha imagen era igual que a la de un infante conociendo el mundo— así que, ¿El dolor equivale a el daño?

El rubio frunció su ceño.

— Podría decirse que sí.

Minho miró su brazo durante unos instantes, una pequeña sonrisa se formó en sus labios para luego irse ampliando cada vez más hasta que sus mejillas dolieron.

— Gracias— habló dulcemente— por enseñarme lo que es el dolor.

Aquellas palabras salieron de una forma tan dulce que el corazón de Bang, se movió suavemente lleno de calidez después de mucho tiempo.

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