1.

511 25 1
                                    

16 septiembre. 7:20 am

     —VICTORIA EVA MARIA HUDSON FERRER, AL FINAL PERDERÁS EL VUELO —grita mi madre desde el piso de abajo.

     —¡VOOYYY! —le contesto

     Espera.

     Se acaba de inventar mi nombre, ese Eva Maria se lo ha sacado de la manga.

     Después de pelearme un buen rato con las sábanas, me dirijo hacia el baño para prepararme, me ducho y me pongo algo cómodo para el viaje en avión.

     Hago la cama, bueno, por encima, y me despido de la habitación, ¿qué? a veces me gusta ser dramática.

      Bajo para desayunar con mi madre y dejar las maletas en el coche.

     —Pollito, te echaré mucho de menos, acuérdate de no enfadar a papá y estudiar, nada de fiestas ni de alcohol, ¿entendido? —me dice con su tono de preocupación.

     —Si mamá, y deja de llamarme pollito, te recuerdo que en tres meses cumplo los dieciocho —le recuerdo.

     —Ya lo sé hija, pero sabes que para mí siempre serás mi bebé pollito. Ah, y sé amable con la gente e intenta hacer algunos amigos —dice con la mirada entristecedora.

     Asiento.

     Sé que para mi madre ha sido duro el hecho de no tener ninguna amistad y ya ni hablemos de tener pareja, ni líos, ni casi algo, nada. La máxima relación que he tenido ha sido con mi cama.

     Desayunamos hablando tranquilamente, hasta que llega el momento de irnos al aeropuerto.

     Luego de unos 45 minutos llegamos al aeropuerto, y una vez facturadas las maletas, me dirijo para despedirme de mi madre.

     —Te voy a echar mucho de menos mamá —le digo mientras la abrazo.

     —Y yo a ti mi niña —me responde.

     Noto que se me están cayendo algunas lágrimas, pero no les doy importancia.

     —«Pasajeros con el vuelo 302 dirección Madrid, por favor, que se dirijan a la puerta de embarque» —dice una vocecita por todo el aeropuerto.

     Es la hora.

     Me despido otra vez de mi madre con lágrimas en los ojos y me dirijo hacia la puerta de embarque.

     Me esperan muchas horas por delante con 2 escalas de por medio hasta llegar a San Diego.

...

Después de no sé cuántas horas sola, aburrida y la mayor parte durmiendo, llego a mi destino, San Diego.

Voy hacia la cinta de donde salen las maletas, esperando que no se hagan de rogar y así ir en busca de mi padre.

Cuando lo veo corro hacia él y lo abrazo.

     —Mi niña pequeña, aunque no tan pequeña —bromea.

     —Papá, no sabes cuánto te he echado de menos —le digo con los ojos cristalizados, odio ser tan sensible.

     Después de siete años sin verle, al fin voy a poder estar con él.

     Me coge las maletas y salimos hacia afuera, andamos hasta que llegamos a un precioso Range Rover Evoque de color azul.

     —Wow, impresionante papá —le digo asombrada.

     —Gracias pollito, pero ya sabes cómo me lo he ganado —me dice.

     —Con mucho esfuerzo —decimos al unísono provocando risas por parte de los dos.

En el trayecto hablamos de absolutamente todo lo que ha pasado estos últimos 7 años sin vernos.

Una vez que llegamos, entramos al garaje de una impresionante casa.

Aparca, cogemos todo y entramos.

     —¿Qué, te gusta? —me pregunta mi padre al ver mi cara de asombro.

     —¿Estás de broma? Obvio que me gusta, mejor dicho, me encanta —le respondo, aún flipando.

Es una casa moderna de dos pisos con grandes ventanales, fachada de acabado claro y detalles de madera oscura. Tiene un techo plano, un pequeño césped con palmeras y una entrada de concreto hacia el garaje.

Mientras me va enseñando la casa, me voy sorprendiendo cada vez más y más hasta que llega a mi habitación.

Es una habitación moderna en tonos rosados, con una cama acogedora, un escritorio con ordenador, estanterías de libros, y una canasta de baloncesto. Esto es increíble.

     —Espero que te guste, te dejo acomodando las cosas, el baño de al lado es tuyo, mientras voy a preparar algo de cenar —me dice, a lo que asiento.

     Entro a darme una ducha rápida y me pongo el pijama, no sin olvidarme de avisarle a mi madre de que he llegado sana y salva.

     Cenamos tranquilamente y me subo derrotada a la cama. Mañana empieza una nueva etapa.

Gracias al baloncestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora