SooBin entró rápidamente a la clinica, algo desesperado.
— ¡Necesito un doctor!
Dijo un un chillido, mientras vacilaba, ¿quién podría ayudarlo con su tonto problema?
Paseó su vista por toda la sala, viendo cómo un peliazul con un parche en el ojo derecho lo miraba, algo curioso.
Su respiración se hizo más rápida, y sentía como si su corazón estuviera a punto de romperse.
El chico que había visto se levantó, y fue rápidamente con él.
— No soy un doctor, — carraspeó un poco y luego volvió a hablar. — pero creo qué podría ayudar.
Dijo cálidamente mientras sonreía, pero SooBin negó.
— ¡No! — miró al chico y éste bajó su cabeza apenado, y el pelinegro se sintió mal por aquello. — No es un síntoma simple...
El peliazul volvió a levantar la vista y le sonrió más grande.
— Uh, creo que ya sé que es lo que te pasa. — Rió un poquito y SooBin abrío los ojos, ¿cómo sabe él lo que tiene?
— ¿Cómo qué sab- — antes de que terminará de hablar, el más bajo rodeo sus hombros con un brazo.
El peliazul pusó una mano en su mentón y luego habló. — Mi diagnóstico es qué, nadie te ha tratado bien.
Tragó saliva, era cierto.
Nadie le trataba como le merecia, pero él creía que estaba mal por otra cosa. SooBin creía que él era su problema, cuando todos los que lo rodeaban lo eran.
— Oh... — un sonrojo algo tímido y avergonzado atacó sus cachetes, para luego sonreír y dejar a la vista sus hoyuelos. — Entonces, ¿qué me prescribes?
— El amor es la única medicina. — soltó una risita e hizo que su cara ardiera más, no lo conocía, pero ya tenía un flechazo.
SooBin se tambaleó un poco y se apoyo en el pecho ancho del contrario, mirándolo mientras revoloteaba sus pestañas.
— ¿Es ésto una mentira? — hizo un puchero y el más bajo lo apretó con sus largos dedos.
— ¡No! Toma tres de éstos al día. — agarró su cara entre sus manos y dejo tres besitos, dos en sus mejillas y uno en su frente.
¿Qué pretendía... ?
— ¡Oh! Cr-creo que estoy curado. — murmuró algo nervioso, y luego rió.
— ¡Cool! Entonces, ¿estás bien por tu cuenta? — preguntó mientras acariciaba su cara, sus pulgares ásperos hacían contacto con su piel suave, pero no le molestaba en lo absoluto.
— No, no estoy seguro...
— Bueno... — el chico se separó de él y rascó su nuca.
SooBin hizo un mohín y lo abrazó.
— Creo que estoy enfermo otra vez...
Escuchó como el otro suspiraba y le correspondía el abrazo.
— Choi YeonJun, desde ahora, tu doctor.
Soltó una risita y lo apretó más.
— Choi SooBin, tu paciente.
Y el pelinegro salió de ahí, con un número en mano y una sonrisa boba en la cara.
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no pregunten, solo gozenlo.
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