Capítulo 30.

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Con mis ojos cerrados y mi cuerpo relajado dejé que el sol golpeara mi piel, secando por completo las gotitas de agua que había sobre mí gracias a haberme bañado hace unos minutos. Agarré las gafas de sol que cubrían mis ojos y las coloqué correctamente ya que estas se habían daleado hacia un lado, mientras sentía como la toalla húmeda bajo mi cuerpo enfriaba la piel de mi espalda.

Había optado por ponerme el bikini rojo que me compró mi madre el año pasado, era bastante cómodo obviando el hecho de que me quedaba un poco grande debido a que mi peso del año pasado no tenía nada que ver con el de ahora. El buen ejercicio que había estado haciendo todo el invierno había ayudado en ello, todo por intentar hacer que Axel me mirara con deseo y que me dijera algo sobre mi aspecto.

Moví la cabeza de un lado a otro con rapidez alejando todo malo pensamiento de mi cabeza, o al menos intentándolo... Pasé la lengua por mis labios resecos, humedeciéndolos al instante mientras escuchaba las relajadas respiraciones de las dos chicas a mi lado.

Ingrid y Victoria se encontraban de la misma manera que yo, ambas tumbadas a cada uno de mis lados en sus toallas. El grupo cada vez se iba reduciendo más y ahora las únicas chicas que estábamos aquí éramos nosotras tres, por lo menos los chicos todavía mantenían su postura.

Me sentía culpable si me sinceraba, la presión en mi garganta se mantenía ahí y no había nada ni nadie que pudiera hacerla desaparecer. El distanciamiento del grupo me había afectado bastante y me sorprendía que los demás siguieran tan felices como si no se hubieran alejado de nosotros tres chicas.

Agarré el borde de mis gafas y las elevé un poco, levantando mi cabeza y fijando mi mirada en la orilla del mar; donde todos los chicos jugaban al vóleibol. Habían atado una pequeña cuerda entre dos palmeras para así conseguir que el juego fuera más realista.

Román, delante de Mike, le dio un manotazo a la pelota lanzándola a la otra zona, donde se encontraban Castiel y Jackson. El que más rápido reaccionó fue el castaño que corrió rápido hacia donde la pelota se dirigía, dio un salto y la golpeó mandándola de vuelta al sitio de donde había sido lanzada desde un principio.

Respiré con fuerza al ver a Castiel en bañador y con su torso desnudo y mojado, corría de un lado a otro riendo a carcajadas por cualquier esquina. Las escenas del día anterior en el coche comenzaron a aparecer en mi cabeza a toda velocidad, como si mi mente estuviera intentando reírse de mí y hacerme saber que no tenía remedio.

—¿Cómo vas con él? —Escuché que me preguntaba Victoria mirándome con la cabeza daleada, aún acostada sobre su toalla. Se había puesto muy morena de tanto sol y no estaba muy segura si eso sería bueno para su embarazo.

—Bien —contesté con simpleza volviendo a acostarme y bajando mis gafas de nuevo.

Escuché unas risas provenientes de los chicos, pero esta vez me contuve para no mirar.

—Y tan bien como esta mañana —se entremetió Ingrid con la voz inundada en diversión.

Tenía la cabeza en dirección al cielo pero una sonrisa, casi contenida, se había extendido por sus labios. Revoleé los ojos ante su aclaración, pero como era de esperarse Victoria no dejó pasar aquello.

Por el rabillo del ojo vi como esta se levantaba con el rostro transformado en una mueca llena de sorpresa e incredulidad, y levantó sus gafas de a poco pidiéndome una explicación con los ojos abiertos como platos.

—¡Cuéntamelo todo! —demandó señalándome.

Sonreí sin poder evitarlo y asentí alargando un suspiro, mientras fulminaba con la mirada a Ingrid que seguía acostada a mi lado.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora