Them as little kids (Lams Month)

134 15 11
                                    

Alex sabía que era producto de un recuerdo lejano, quizá más una ilusión que uno verdadero. Ese día su mamá lo había llevado al parque, Rachel Faucette era una buena mujer que se preocupaba por su hijo, aunque su salud a veces no se lo permitía, ser madre soltera ya era suficiente carga, pero ver a Alex feliz, ese era otro nivel. El pequeño pelirrojo había hecho un nuevo amigo en poco tiempo y eso era mucho que decir para un niño que había crecido sin padre. Era una pequeña victoria personal.

En el camino al parque, la diminuta mano de Alex sostenía las callosas de Rachel. Él estaba dando saltitos conforme sus pies avanzaban por la acera, el viento no era un problema y menos cuando Rachel había terminado de tejer una bufanda para su hijo, resguardándolo de todo frío.

—¿Te agrada, Alex?

—Sí. Él es muy divertido, mamá. Cuenta unas historias interesesantes... inete... interesantes —Alex aún estaba aprendiendo el idioma y se le dificultaban algunas palabras.

—Qué bien, es bueno que hagas amigos, Alex.

Los rizos de Alex rebotaban sobre su cabeza cuando, en medio de la nieve, vio una melena rubia agitándose entre la sábana blanca.

—¡Ahí está! ¿Puedo ir? ¿Puedo ir? ¿Puedo ir? Por favor, mamá —la emoción en los ojos de Alex fue lo necesario para que Rachel soltara su mano y lo abrazara, asintiendo.

—Ve, yo me voy a quedar conversando con Eleanor.

—¿De qué?

Y también el pequeño Hamilton estaba en la edad de buscarle una razón a todo.

—De cosas de adultos. Mira, John te está llamando, ve —pero Rachel era buena desviando la atención de su hijo.

En el momento en que las botas de Alex golpearon la nieve, John levantó la mirada y se encontró con la de Alex.

—¡Alexnader!

—¡John!

Desde ese día, Alex había soñado con casarse con un príncipe rubio como los de las películas, la diferencia era que el suyo era sureño y tenía un acento divertido cuando se enojaba. Alex lo amaba con todo su corazón. Y cuando este se convirtió en su esposo, simplemente no pudieron continuar creciendo.

—Jack... despierta —Alex se inclinó y picoteó de besos la mejilla de John.

La almohada estaba siendo rodeada por los brazos de John, sus mechones rubios le cubrían la mayor parte de la cara. El mayor gruñó en respuesta y se removió bajo el toque de su esposo.

—Jack. Arriba. Hoy vamos a salir a alimentar a los patos.

—No quiero.

—Voy a saltar en la cama —amenazó levantándole el cabello para dejar al descubierto su cuello.

—No lo harías, Alexander.

—Pruébame.

Lentamente, se desenvolvió de las sábanas y las lanzó sobre la cabeza de su esposo.

—Alex. No.

—Alex. Sí. Uno...

Sus piernas se doblaron para tomar impulso.

—Dos.

—Alexander Hamilton, déjame dormir —su esposo se quitó las sábanas blancas de la cara y enfocó su vista en el desastre pelirrojo que estaba a punto de saltar.

—Tarde, Jack. Tuviste tu oportunidad. Tres —entonces saltó, moviendo toda la cama y lo que había en ella.

El rostro de John era indescifrable, neutro, pero con un brillo divertido en los ojos.

—Vamos, ambos sabemos que quieres saltar —la altura a la que Alex llegaba era peligrosa, en especial, porque estaba a centímetros de golpear el cielo raso.

—Soy un hombre adulto, Alex —se cruzó de brazos e intentó fulminarlo con la mirada.

—Eres mi esposo, Jack. Eso te convierte en mi compañero de crímenes honorario.

—Vas a romper la cama.

—No.

—Vas a golpearte la cabeza.

—Tampoco.

—Vas a caer sobre mí.

—Solo si no saltas conmigo. Es pura lógica —extendió su mano.

Sus blancos dedos le ofrecían una locura que no realizaría ni en sus peores días. Y por eso, la tomó y se dejó llevar por las locuras de su esposo.

—¡Okay! ¡Esto es más divertido de lo que parece!

Saltar sobre la cama les dio la energía necesaria para despertarse por completo y elegir la ropa que usarían para alimentar a los patos, mientras tanto, ambos se ducharían juntos —ahorrar agua es bueno, niños—, se pondrían las medias descoordinadas que el otro había escogido y tendrían una mañana productiva de besos perezosos. En el parque, John querría comprar un globo transparente que cuando le daba el sol se coloreaba de todos los colores.

Sí, nunca iban a crecer.

—Eres mi príncipe rubio europeo, Jack —susurró Alex cerca de los labios de John después de un beso.

—¿Y eso?

—Solo una fantasía de niños.


___________________________________________________

N/A Empezó como algo, terminó como otra cosa. Solo piensen que es una continuación del mismo universo en el que el anterior fic estaba ambientado. Bendito Stuze, no me dejabas escribir, pero te amo.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora