Desde muy pequeño Adrian nació escuchando los gritos desgarradores de almas condenadas a las llamas del infierno. Veía como sus rostros se transfiguraban por el sufrimiento. Muchas veces veía a lo lejos a Caronte transportando algunos difuntos en su barca sobre las agua del rió estigia. El paisaje del inframundo era deprimente y angustioso, las altas temperaturas, rodeaban la atmósfera teñida de rojo carmín. Un fuerte olor a azufre embriagaba el ambiente infernal, una aroma casi imposible de soportar al olfato humano. Adrian creció en medio de espíritus en pena, perversos y torturados. Almas que lidiaban con el peso de sus oscuras y pecaminosas conciencias. Pero... ¿Era esto lo que realmente deseaba ser con su vida inmortal?, ¿un diablo torturador de almas pecadoras y perturbadas por un pasado de crueldad?
Al cumplir la mayoría de edad, le fueron creciendo los cuernos, las garras, la cola, y también le salieron unas horribles alas de murciélago. La verdad era que el aspecto del muchacho no era muy favorable. Sintió el impulso de escapar del infierno y visitar la tierra. Conocer a la raza humana y comprobar con sus propios ojos si realmente toda la humanidad estaba manchada por la maldad y la corrupción tal como se decía en el averno. Con sus alas de murciélago sobrevoló cerca de las puertas del inframundo, esperando a que estas se abrieran para dejar pasar a las almas condenadas. Al abrirse agitó sus alas y con gran rapidez se dirigió hacia la luz.
Al estar fuera del averno, la lluvia lo cubrió, se sorprendió un poco ya que en su hogar solo llovían bolas de fuego. Pero algo más raro sucedió, su cuerpo se había vuelto completamente transparente. Adrian Camino atreves de las calles encharcadas, observando a los humanos corriendo de un lugar a otro bajo sus paraguas. Y entre aquella multitud vio a una humana que logro atrapar su atención; era una jovencita de tez blanca y cabello rojizo, el agua de lluvia le estilaba hasta las puntas de sus botines marrones, estaba completamente empapada de pies a cabeza. Su mirada apuntaba hacia el cielo nocturno. Era como si estuviese buscando o mirando no sé qué. El demonio también echo un vistazo si podía ver algo, pero solo veía la lluvia caer de manera incesante.
Aunque trató de retomar su camino, no pudo apartar los ojos de la criatura bajo la lluvia. Por un instante llego pensar que se trataba de un ángel, que quizás se había escapado del cielo para sentir a la lluvia caer sobre su cuerpo. Ella no le despertó ningún pensamiento maligno, al contrario despertó amor. Adrian sintió celos de la propia lluvia, porque anhelaba ser ese líquido transparente y fresco que mojaba aquella hermosa joven. Tuvo miedo de lastimarla o de asustarla con su desagradable apariencia. Mientras la seguía contemplando, un chico se le acerca y le comparte su sombrilla, luego su boca cubre sus labios con un cálido beso. Adrian quería ocupar el lugar de aquel sujeto y tener la dicha de besarle cuantas veces lo deseara. Pero su apariencia demoníaca se lo impedía.
En fin los jóvenes enamorados se marcharon tomados de la mano atreves de la multitud. El demonio los sigue. Entran por un pasaje solitario e iluminado, de repente un hombre alto y corpulento se interpone en su camino, apuntándoles con una pistola de calibre 38. El asaltante tenía puesta una gabardina negra, su cabello estaba enmarañado y pintaba algunas canas. Unas cicatrices surcaban su rostro blanco y ajado. Les exige en tono amenazante que le entreguen el dinero y los objetos de valor. Adrian se ve en la necesidad de protegerlos y utiliza su invisibilidad para quitarle el arma y luego se aferra a su cuerpo, Adrian desplegó sus alas, alzó vuelo, llevándose muy lejos al señor de la gabardina. Los jóvenes ven atónitos hacia el cielo, pues este había salido al igual que un cohete.
-¿Qué demonios fue eso? Pregunta confundido Alex.
-sea lo que haya sido, no me quedare a averiguarlo. Dice Aura atemorizada.
Ya en casa, Aura se dirige a su cuarto y se quita la ropa mojada, toma una ducha con agua caliente. Mientras lo hace, una extraña presencia la observa desde el otro lado del cristal. Cierra la llave y coge su bata de baño. Era Adrian. Deseaba verla más de cerca, aunque ella era toda una obra de arte hecha mujer, él no la veía de forma lujuriosa al contrario la miraba con ojos de enamorado. por primera vez una humana lograba despertar un sentimiento llamado amor pero...¿sería capaz una chica tan hermosa y cálida como lo era ella, lograr enamorarse o de sentir algo por un demonio? un ser cruel y abominable ante los ojos del hombre. Aunque Adrian no lo fuera, bueno...Excepto por su apariencia.
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El DiAbLo EnAmOrAdO
RomanceAdrian un joven diablo que creció escuchando los desgarradores llantos de almas ,un día escapo del infierno para entrar al mundo de los humanos para comprobar con sus propios ojos si la humanidad estaba manchada con la maldad....