Molesto príncipe

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Al día siguiente, salieron de nuevo con el grupo, los cuales se sintieron un tanto sorprendidos. No eran tan densos como para no darse cuenta de que la elfa había estado un tanto alicaída el día anterior, y que a la drelfa se la veía muy seria. Sin embargo, ahora estaban las dos hablando alegremente, más próximas que nunca.

Quizás lo que más les sorprendió fue ver a Maldoa persiguiendo a la felina y maldiciéndola, pues ignoraban que ésta le había arrebatado un pastelito que Goldmi le había dado a escondidas. Mientras, ésta última lo intentaba, pero era incapaz de contener la risa.

Recorrieron la zona, encontrando casi veinte seres corrompidos ocultos en el subsuelo, seres que no contraatacaban, pues tenían la orden de permanecer allí, orden que no iba a cambiar a no ser que llegara un nuevo general. Al final del día, habían prácticamente recorrido toda la zona.

Y también tuvieron que enfrentarse a otros treinta perdidos, mucho más de lo habitual, y que atacaban de uno en uno. Sin órdenes, se abalanzaban hacia los vivos en cuanto detectaban su presencia. Sin embargo, haciéndolo de uno en uno, o en grupos de dos si se daba la casualidad, no eran una amenaza para ellos.

No logró subir la elfa ningún nivel, pues no sólo tenía que compartir la experiencia, a diferencia del día anterior que había eliminado a una decena ella sola, sino que ahora su nivel era mayor, lo que aumentaba la dificultad de levear si no subía también el de sus enemigos. Con todo, había avanzado más de una cuarta parte.

Aquella situación, la de muchos enemigos esporádicos atacando sin ningún tipo de coordinación, también la sufrieron los otros grupos, algo poco habitual. Y excepto una drelfa, una elfa y una lince, ninguno de ellos podía imaginarse que se debía a que las tropas apostadas por un general se habían quedado sin quien las dirigiera.

Así, durante la cena, muchos hablaban de lo mismo, aunque pocos disfrutaban de unas bebidas tan deliciosas como las del grupo de Goldmi. Ella se las había ofrecido, asegurando que las había traído con ella y se le podían estropear. O que se las habían regalado y no solía beber alcohol.

Evidentemente, el enano no pudo sino hacer alarde de su generosidad, y realizar el noble sacrificio de ayudarla a deshacerse de una exótica cerveza, mientras que el demihumano con cuernos de toro tuvo que esforzarse en ayudarla con una bebida bastante menos abundante, pero mucho más fuerte.

El reptiliano, por su parte, insistió en conocer la receta de una rara bebida no alcohólica de frutas e insectos, que ninguna de las dos amigas quisieron probar, ya que tenían la suyas propias, sin insectos.

Estaban sentados en una larga mesa, en la que cenaban unas veinte personas, compartiendo las anécdotas y sucesos del día. Y si bien la afluencia de enemigos había sido mayor a la habitual, no habían habido grandes peligros o emboscadas, por lo que todos celebraban la jornada con satisfacción.

–Viene el del otro día. El principito– avisó la lince.

–¿Qué sucede?– le preguntó la drelfa cuando vio la cara de exasperación de su amiga.

–No mires hacia atrás, pero viene el príncipe– le susurró.

–¿Otra vez? ¿No capta las indirectas?– se irritó ésta.

La verdad era que la elfa se sentía un poco culpable, pues el príncipe había sido educado, no habiéndose mostrado arrogante o antipático. Pero no podía evitar no soportarlo. Los traumas del pasado no son tan fáciles de superar. Así que, cuando este se acercó y la llamó, intentó forzar una sonrisa.

–Buenas noches, mi encantadora Goldmi– la saludó éste.

Ella se preguntó de dónde había sacado su nombre, pues no recordaba habérselo dicho, pero no le dio importancia. Al fin y al cabo, su nombre no era ningún secreto. E Ignoró el exceso de adulación y confianza.

–Buenas noches, príncipe Krusledón. Espero que todo vaya bien– le devolvió el saludo, intentando disimular que quería que se marchara cuanto antes.

–Por supuesto todo va bien. Hemos estado acabando con esos perdidos hasta hace un momento. Alguien tiene que hacerlo– presumió –. ¿No querrás cenar con nosotros?

Hubo algunas miradas hostiles hacia él. Por su forma de hablar, parecía que era el único que hacía algo. Aunque había otras miradas mucho más incisivas.

–Todos sus compañeros parecen cansados, y están sucios, con magulladuras. Él no– observó la lince.

Dado el sentimiento no muy favorable de su hermana, había estado observando con especial atención al grupo. Y esa situación era demasiado evidente para que se le escapara, ni a ella ni a algunos de los que no simplemente lo ignoraron.

Un rápido vistazo le bastó a la elfa para confirmar lo que había mencionado su hermana. Teniendo en cuenta que iba armado con una espada, resultaba realmente extraño. Una razón más para no querer saber nada de él.

–Me temo que ya he acabado de cenar– se excusó ella, mientras pensaba que debería ser más directa para que la dejara en paz.

Pero no sabía muy bien como decírselo, y temía crear problemas con un príncipe. Relacionarse con la nobleza no era algo con lo que tuviera experiencia, aunque obviaba que su posición allí era incluso más importante que la de cualquier príncipe.

–Oh, entonces otra vez será. La oferta de venir en nuestro grupo sigue abierta– reaccionó rápidamente éste.

Casi no se notó su irritación al ser rechazado por segunda vez, aunque esta vez era verdad. De hecho, la había intentado abordar también el día anterior, pero no la había encontrado, al permanecer ésta en el dormitorio.

En cierta parte, resultaba extraño que el príncipe le prestara tanta atención. Era cierto que Goldmi era atractiva, pero no era que no hubiera mujeres atractivas en la corte. Sin embargo, eso no era la corte y allí destacaba bastante, sin necesidad de vestidos ni maquillaje, lo que a éste le resultaba exótico. Además, el hecho de que hubiera rechazado su oferta la primera vez había herido su autoestima, y acentuado su interés.

También era cierto que, aunque era un príncipe consentido, no era estúpido, y sabía que allí no podía excederse. Además de que no era tan déspota como lo serían los nobles de su país unas decenas de años después.

El recuerdo de Eldi Hnefa y la promesa hecha aún era reciente, y no había pocos que creían que podía volver en cualquier momento, si no lo había hecho ya. Pasaría tiempo antes de que lo olvidaran. Y aún más antes de que volviera.

Por su parte, la elfa suspiró aliviada cuando se fue, siendo evidente para todos que no se sentía precisamente atraída por él. Se preguntó cómo podía librarse de él. O quizás si debiera esperar a subir de nivel lo más rápidamente posible y marcharse de allí. Pero pronto dejó de pensar en ello.

–Hay un mensaje para ti– llamó uno de los encargados del fuerte a Maldoa.

Goldmi miró preocupada como se marchaba. Aquella podía ser la respuesta del alto mando al informe de su amiga. Quizás le ordenarían que se fuera. Que se separara de ella.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora