Descansó una mano en el bolsillo de su sudadera rosa, al mismo tiempo que elevaba la otra para tocar el muro de ladrillos a su lado. Caminaba por la orilla de la vereda mientras cantaba en apenas un murmullo una de sus canciones favoritas. De tanto haberla escuchado el día anterior, no se la podía quitar de la cabeza.
Quisiera darte el mundo entero
La luna, el cielo, el sol y el mar
Regalarte las estrellas
En una caja de cristal
Llevarte al espacio sideral
Repetía el segundo coro de la canción cuando llegó a la preparatoria. Según la hora en su celular, faltaban quince minutos para que el timbre que anunciaba el inicio de clases sonara.
Atravesó el cerco de la escuela y pasó junto al cubículo donde se encontraba Javier, el portero.
―Buenos días―lo saludó, animadamente. Recibiendo el mismo saludo de vuelta.
Cruzó el pasillo de los jardines hasta llegar al salón de clases. La puerta ya estaba abierta, adentro, como era usual, el lugar estaba medio vacío. Había unos cuantos estudiantes sentados en sus lugares y concentrados en sus asuntos, entre ellos Dylan.
Él elevó la vista de su celular al escucharla llegar y Valeria le sonrió cuando sus miradas chocaron. Dejó la mochila sobre su lugar, pero no se sentó, dispuesta a dirigirse con él; entonces escuchó que la llamaban. Al girar, se encontró con una muchacha bajita de cabellos claros, quien extendía en su dirección un pequeño ramo de rosas rojas.
―Te lo mandan.
―¿A mí? ―Valeria abrió sus ojos desmesuradamente―. Debe de ser un error.
―¿Eres Valeria González? ―preguntó, con voz monótona.
―Si, pero...
―Son para ti. ¿Las vas a aceptar o no?
La joven dudó por un segundo, más que nada porque no se podía creer que alguien le mandara eso. Sin embargo, terminó diciendo que sí. Sostuvo el ramo entre sus brazos, maravillada con el regalo. ¡Eran flores! Para ella. Creía estar soñando. Cuando se dio cuenta que no preguntó quién se las mandaba fue demasiado tarde, la muchacha rubia ya se había marchado. Aun así , pronto se dio cuenta que una pequeña tarjeta sobresalía de las hojas verdes. La abrió expectante.
«Querida Valeria:
Me ha sido imposible parar de pensar en ti durante todo este fin de semana. Eres hermosa y una persona muy especial. Si estos mensajes no te molestan, creo que deberías conocerme por un sobrenombre
PD. Espero que te gusten las rosas. Feliz día de San Valentín atrasado.
Atte. Alguien»
Su primer ramo de rosas y, aparte, anónimo. ¡Era tan romántico! Una vez la emoción inicial pasó, comenzó a preguntarse sobre la identidad de Alguien. ¿Quién podría ser? Por más que se esforzara en pensar, no se le ocurría nadie que conociera y pudiera ser su admirador secreto.
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Con el corazón abierto
Jugendliteratur"Amor" es una palabra con definición distinta para todos. Un claro ejemplo de esto son Valeria González y Dylan Castillo, dos adolescentes que tienen pensamientos totalmente opuestos para la mayoría de las cosas. Mientras que para Valeria el amor si...