29 de octubre de 1807
Era noche de luna llena. El viento soplaba, se podían escuchar los grillos afuera de las gruesas paredes de piedra del castillo, pero la paz era engañosa y peligrosamente silenciosa.
En una de las habitaciones de dicho castillo que le servía de hogar a una pequeña familia se encontraban dos niñas de ojos violetas, jugaban con sus padres y comían un delicioso pastel que su madre les había preparado, las infantes de tan solo siete años nunca imaginarían que su amada y dulce madre era una de las protagonistas de aquellas historias de terror que no les permitían conciliar el sueño en las noches: las brujas de Salem. O bueno, una de las pocas que había sobrevivido.
Esa era una de las razones de su encierro en esa enorme casa, aunque su madre y su padre solo lo hacían con la intención de protegerlas, no sabían cuando se les podía acusar nuevamente de hechicería tal y como lo habían hecho algunos años atrás. Sin embargo, se habían salvado de ser ahorcados y colgados frente a una muy animada multitud, personas sin corazón a las que no les importaban los demás, pero temían no correr con esa suerte de nuevo. En ese tiempo las cosas eran muy difíciles, Sarah y Richard lo sabían. Este último era un gran hechicero, por eso era perseguido por algunos y admirado y temido por otros.
Las risas de ambas niñas resonaban en las paredes del castillo llenándolo de alegría y sacándole una sonrisa tanto a sus padres como a la servidumbre que se encontraba en el castillo.
— Melody, Charlotte. — Las llamó su madre con una impecable sonrisa en su rostro, donde empezaban a hacerse notorias algunas arrugas.
— ¿Sí, madre? — Respondió Charlotte, la mayor de las dos gemelas, aunque solo lo fuera por cinco minutos.
— Es hora de ir a dormir, pequeñas. — Dijo dulcemente, con ese tono que solo las madres saben emplear.
Un puchero se formó en los pequeños y rosados labios de Melody y una mirada de reproche se instaló en Charlotte, la cual se cruzaba de brazos en señal de disgusto.
— Pero aún no queremos ir a nuestros aposentos, madre. — Reprochó Melody con su suave voz mientras miraba a su madre con aquellos ojos a los que nadie podía decir no al igual que su hermana.
— Por favor, niñas. — Su padre las tomó a ambas en sus brazos y las llevó a su habitación.
— Mamá, ¿nos cantas una canción?— preguntaron en tono suplicante una vez que estuvieron en sus camas cubiertas con las frazadas.
La voz de su madre inundó la habitación con una hermosa melodía de una canción de cuna que hizo que las niñas cayeran en un profundo sueño mientras sus padres las miraban con una gran sonrisa.
— ¡Mis señores! — Exclamaba una señora de la servidumbre por los pasillos del castillo hasta llegar a la habitación de las pequeñas, su rostro reflejaba preocupación y por la forma en la que jugaba con sus manos denotaba nerviosismo.
— ¿Qué pasa, Anne? — preguntó Richard con su ceño ligeramente fruncido.
— Una muchedumbre se acerca... — La voz de la pobre mujer era entrecortada por el largo trayecto que había recorrido desde la cocina hasta la habitación más alta del castillo corriendo.
Estaba ocurriendo y no estaban listos.
— Vete con las niñas. — Dijo Sarah con desesperación mientras metía ropa a unas mochilas, además de comida y todo lo que pudieran necesitar sus hijas, reduciendo el volumen con un conjuro sencillo— Yo me encargaré de ellos y luego los encontraré.
La pareja sabía que debían escapar aunque no pudieran hacerlo juntos y no era la primera vez que lo hacían, pero sí era la primera vez que debían de escapar con sus dos hijas pequeñas, eso volvía la situación más difícil.
— No me voy a ir sin ti. — Respondió Richard con firmeza ante el pedido de su esposa, miró por la ventana y logró ver a varias personas con antorchas y trinchetes acercándose cada vez más al castillo, tenían aproximadamente cinco minutos para salir de allí y cinco minutos era lo que se tardarían bajando al menos a la segunda planta del castillo para poder escapar.
La servidumbre ya había desaparecido, habían dejado totalmente desolado el lugar, solo quedaban ellos cuatro. Richard tenía a Melody en sus brazos y Sarah tenía a Charlotte, estaban cubiertas con algunas mantas porque la noche era terriblemente fría, ellas seguían en un profundo sueño ajenas de todo lo que sucedía a su alrededor. Los pasos de sus padres resonaban por todo el desolado castillo que minutos antes se encontraba lleno de alegría y de risas, buscaban desesperadamente una salida, ya se podía escuchar a la multitud enfurecida gritando afuera del castillo, las niñas despertaron por causa del bullicio.
— ¿Papá? — La suave voz de Melody devolvió a la realidad a los hechiceros, Charlotte al igual que Melody despertó mirando a sus padres interrogativamente.
— ¿Si, cariño? — Respondió Richard intentando controlar el nerviosismo en su voz para no preocupar a las pequeñas.
— ¿por qué hay personas gritando? — Preguntó esta vez Charlotte.
Sus padres se miraron pensando en qué decirles a las niñas y justo cuando Sarah abrió su boca para intentar explicarles qué era lo que pasaba, la puerta del castillo resonó con fuerza al ser golpeada por la muchedumbre.
''¡Abre, maldita bruja! O derrumbaremos la puerta. ''
— Hijas mías, — comenzó a explicar Sarah — deben salir de aquí, allí afuera hay personas que quieren hacernos daño como en las historias que les hemos contado su padre y yo — Sarah luchaba contra las lágrimas que amenazaban salir de sus ojos en cualquier momento y porque su voz no se quebrara, aunque parecía no dar resultado— Tienen que saber que somos diferentes a los demás, que somos especiales, ustedes son la prueba viva de ello. Quiero que nos prometan que van a sobrevivir, y van a demostrarle al mundo que ser especial no es malo ni malvado. Escapen, su padre y yo los distraemos para que puedan salir de aquí. — Melody y Charlotte se miraron horrorizadas y con lágrimas en sus ojos, no querían dejar a sus padres y no sabían lo que estaba pasando.
— No, no, no pueden dejarnos. — Repetía Melody incesantemente mientras las lágrimas que salían de sus ojos violetas empapaban sus trigueñas mejillas.
— Deben hacerlo. — Dijo su padre fríamente mientras tomaba la mano de su esposa y la acariciaba con ternura — Si no escapan nuestro sacrificio será en vano, deben prometernos que escaparán y lucharán por mantenerse con vida. — la voz de Richard era dura y fría, tanto que logró asustar a las niñas que no tuvieron más remedio que obedecer a su padre, el solo intentaba mostrarse fuerte aunque se estuviera derrumbando por dentro.
Richard y Sarah besaron la frente de sus hijas y les dieron las mochilas en las cuales tenían todo lo que pudiesen necesitar, incluso una gran suma de dinero.
— Ahora váyanse. — Dijo su madre con prisa— Por nada del mundo regresen y no miren atrás, ustedes son fuertes e inteligentes, confío en ustedes mis niñas.
Entre las quejas de Melody, los regaños de Charlotte hacia ella y el llanto de ambas lograron salir de su hogar y del pueblo sin un rasguño, ellas vieron cómo la muchedumbre entraba en el castillo y pudieron escuchar los gritos de sus padres al ser torturados por aquellas personas sin corazón. Sin más, se fueron de allí dejando de lado lo que ellas conocían y amaban, solas en aquel horrible y cruel mundo en el cual debían sobrevivir por si solas, pero lo harían, por sus padres.
***
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Luminis: el origen
Fantasía"Elementa tueri potestate haec, et cognoscat mundus quia hic discutere ubi ceperunt." *** Bienvenidos. Magia, fantasía y lo más importante: la historia de las poderos...