001. Primer anochecer del año / Johnlock

3K 164 2
                                    

Ciertos días, Sherlock solía despertar tarde.
Le tenia cierto gusto hacer esperar al mismo cadaver, o, bueno, a Lestrade; aunque al fin y al cabo, su ansiedad le ganaba.
Su compañero ya estaba, casi acostumbrado. Sherlock tu siesta puede esperar, no es mi culpa que seas tan refinado con tu engreimiento.
Sin embargo, como todos los años, algo pequeño cambió su horario.
Como si las uvas comidas antes de cantar las doce fueran mágicas. Tal vez sí, Mycroft las había comprado. De donde las habrá sacado. Ese idiota.
Su año termino común, con el pequeño cambio de las manos enlazadas del doctor y su detective; aunque, visto desde la perspectiva de tantas personas inocentes, eso ya era normal. Esperado.

Un día después de la "fiesta" que ocurrió tranquila, resolvieron un caso juntos. Y trasladaron las cosas de John juntos.
Estaban avanzado muy rápido, como si no se hubieran amado antes de etiquetarse... Por eso estaban bien.
Su primera noche, casi a la media oscurecida, el refinado detective, amoroso, y recalcaré, amoroso; abrazó a su pareja.
Una de esas imagenes que jamás tendrás. Lamentable.
Sus sueño les ganó a los dos, durmiendose por el cansancio de la mudanza, y la calidez del extraño abrazo.
Sherlock podría ser un maravilloso e inteligente hombre. Pero John sabía de su máscara, una que solo él podría retirar. Ay, cómo se adoraban.
Sin embargo, cuando él pensaba despertar tranquilo, por primera vez con alguien, no había contado con el trabajo de su amado.
John amaba a fuego lento, y de igual manera lentamente quiso deslizarce de la cama. Acariciando el rostro contrario, como si fuera un niño.
Justo al verse triunfador de su logro, se dispuso a besar la nariz, a modo de saludo. Y de burla.

—¿Qué haces?—dijo el detective, indignado de loqueseaquehayahecho John tratando de safarce de su abrazo—¿A donde vas?

Al verse atrapado en garras de la justicia, confesó el terrible crimen de ir a trabajar.
Que eran ya las cinco, él es el doctor, su deber es estar todos los días puntual en su labor.
Sherlock puso los ojos en blanco y dio vuelta, rodeandose de las mantas.
Quería seguir durmiendo. Ningún simple y aburrido trabajo de John era importante. O, bueno, cuando era casi madrugada.
En realidad Sherlock es un madrugador, pero por el hecho de llevar la contraria o porque solo desea tomar un descanso de un día, cambiaba su metodo.

En cambio, justo cuando sus ojos grises estaban apunto de cerrar, su cerebro juntó y reaccionó volteando su cuerpo completo hacia su amigo.

—¿Qué clase de doctor va a las cinco a un hospital?—preguntó, observandolo con sus ojos intrigantes.

—Me ascendieron.

—Ah.

Eso explicaba el relleno mágico de su refrigeradora cada fin de mes. Bueno, ahora no tan mágico.

—¿No te lo conté?—dijo John, abotonandose su camisa a cuadros, que por cierto, Sherlock amaba en secreto— Hace unas semanas...

El diablillo negó, tal vez estaba encerrado en su palacio mental, o lo había olvidado. De igual manera trató de volver a su sueño regresando a su pose inicial.
No podía. El exagerado doctor estaba causando mucho ruido buscando las llaves, ¿era tan ciego que no se daba cuenta de que aquellas estaban en su mesita de noche? A pesar de todo, se estaba divirtiendo, a veces sin querer, soltaba una carcajada tenue.
Su risa inicial se esfumó por la mirada de muerte del escritor, quien sostuvo las llaves y se marchó.
No era su culpa que su pareja sea tan despistada. Le pediría disculpas más tarde.

Pudo descansar, eso sí, pero unos simples minutos, antes de escuchar el timbre y la voz indispuesta de Lestrade.
Maldijo a todos en ese instante.
A pesar que sus horas estaban cambiantes, aún continuaban los misterios y su requerimiento. Aquello solía aliviarle el sueño. Pero no esa vez. John estaba en lo correcto, era un engreído. Mycroft se lo decía también, repetidas veces. Ese idiota.

John regresó, casi rozando la tarde, al borde del grito al ver un montonal de archivos y papeles varios disueltos en la sala. Se tragó sus palabras, dejó su malentin en una mesa, buscando disimuladamente a Sherlock por el departamento.
Aquel niño se encontraba entretenido tirando periodicos en el cuarto. Ignorando olimpicamente a John y su mirada.
Lestrade hace unas horas le contó un misterioso caso de un hombre pirómano que, al parecer, tenía un problema o un fetiche con el número tres. El detective lo encontró y arrestó en esa misma mañana. Puede ser que haya roto su record.
Miró al doctor y siguió con su acción.

—Si me dices que vas a limpiar esto, dejaré de mirarte—respondió John hacia la incomodidad de Sherlock—¿Qué estás buscando?

—Un libro.

—¿Quieres que te ayude?

—Nope —contestó, rapidísimo, dando a seguir con su inecesaria, violenta busqueda. Quería leer un libro, ¿qué tenía de malo?

John, con simples ganas de descansar solo unos momentos, y viendo que su habitación estaba cubierta de papeles, junto con un loco de remate, se desplomó en el sillón. Soltó un suspiro de tranquilidad. Se quedaría ahí toda la tarde.
Sin embargo, unos minutos después, como un perro arrepentido, apareció Sherlock con su mirada indescriptible hacia su doctor y con el libro en sus manos. Un poco roto ya.

—¿Vamos a almorzar?

—Ya almorcé—mintió John, fingiendo falso enojo con su voz dormida y ronca—Está en el microondas.
No dijo más, la mirada de su pareja seguía vacía, un poco indispuesto. La comida, sí estaba allí. Y comió en silencio. Miraba a John, cada cinco bocados a su comida. Que él mismo estaba contando.

—Limpiaré mi desorden John, lo lamento.

Su año comenzó raro.
Unas horas más tarde tal vez, pero el primer día donde durmió junto al escritor. La primera vez que veía a su pareja al amanecer, y felizmente no sería la última.
Sin embargo, al igual que su amanecida, también se anochecía.
Sherlock se abrumó y decoró de rosa sus pómulos, escuchando la carcajada de burla de John. Mientras uno se dirigia a dormir; y el otro vivísimo. Después de haber ordenado juntos el desastre.
El detective no tenía sueño, y se quedó tocando su violin. Tomando en cuenta el volúmen, tratando de no molestarle.
Su tiempo de invernación había culminado, al igual que el corto tiempo de tranquilidad para Watson.
Y para nuevas aventuras.













- - - - - - - - ;
e n e r o

"Un nuevo año ha comenzado y tu protagonista está preparado para enfrentar todo lo que viene"
Relata cómo fue el amanecer del protagonista.

Palabras: 1033.

; 12  M e s e sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora