1: Entre bestias

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Cada paso que doy hacia mi casa, es como un pecado más que me lleva a las puertas del infierno. Temeroso de volver a vivir lo que siempre vivo en mi hogar, si es que en realidad es hogar. Se me pasa aveces la idea de volverme a atrás, y quedarme en mi escuela a vivir. Es mejor, que el calvario que me espera en esas cuatro paredes. Pero... No se me permitiría hospedar ahí, es obvio que no. Aunque, en en los improbables casos, de dejarme, tendría que dar explicaciones del porque... Y es lo que menos quiero dar... ¿Es normal tener este tipo de fantasías a mi edad...? Jaja, que estúpido. Mientras camino, siento la fría brisa, y la diabólica voz del viento cerca de mi oído... Es la única voz que acepto escuchar... ¿Me estaré volviendo loco? Siempre escucho sus palabra casi ininteligibles.

—vas... De nuevo... —me dice con lentitud y sequedad—... Se fuerte...

Pero, aveces oigo cosas malas...

—eres un débil... —me dice una voz ronca—... Inútil.

Trató de ignorar, pero siempre está ahí... Se me aparece en todos lados. La voz del viento es más amable conmigo, pero en los otros lugares donde no haya brisas, tengo que aguantar al demonio interior que me sigue como si fuera un virus mental. Las calles grises, las casas negras y el cielo nublado me dan indicios de lo mal que estará el resto de mi día. Poca gente está fuera, pues todos se encierran en sus propios mundos.

Y finalmente, frente a frente... A la jaula de leones. Una casa de tamaño aceptable para vivir, ventanas a los lados de la puerta. De color azul oscuro, con manchas ennegrecidas sobre la vieja y seca pintura. Esta estructura tiene más de 40 años. Pero, con nuestra llegada su belleza se hundió en petróleo. El tejado es negro como el corazón de mis padres, sobre todo como el de mi padre.

Frente a la puerta marrón, giro la perilla con lentitud y trató de no cruzarme con ellos. Veo que no hay nadie, y me adentro en la sala de estar. La madera cruje, y se produce eco. Una alfombra amarilla casi desteñida la cual dice "welcome home", está en la entrada de la puerta. Las paredes blancas con rayones y marcas me rodean, y siento como que se fueran a cerrar sobre mí. Me dirigió a las escaleras, y trató de subir sin hacer mucho ruido para llegar a mi cuarto y encerrarme. Piso un peldaño, y hace un alarmante crujido que me pone nervioso. Subí otro más, y traté de llegar hasta arriba. Cuando me paré en el pasillo, me dirigí a mi habitación la cual estaba al final de este. Cuando finalmente quede enfrente de la entrada, aparece mi mamá por detrás y me regaña:

—¿porque llegas a esta hora, Arturo? —me interroga mientras me clava sus ojos en los míos— ¿trajiste el dinero para tu papá?

¡No! Olvide lavar las ventanas de los autos para traer dinero al borracho de mi padre.

—y-yo... —susurré casi en el pánico—... Ningún conductor qu-quiso que le hiciera un lavado de ventanas...

Levanté un poco la mirada para encontrarme con sus ojos echos fueho. Sus ropajes de ama de casa y su casi arrugada cara, y el poco pelo que tenía debido a que él le jalo la gran parte del cabello en sus peleas, eran ya la viva imagen de una vieja amargada que busca desahogarse en la violencia sobre alguien más débil a ella. Me agarró del pelo, y me empezó llevo a la fuerza a la cama. Me levanto la cara, y me pegó muchas cachetadas. Era imposible aguantar y contener las lágrimas por el pánico y el dolor que sentía... ¡Odio este mundo, y sus habitantes! En ese día estaba usando una camisa blanca con shorts marrones y zapatos grisces. Mis ojos son azules, y mi cabello es marrón oscuro.

—¡para que aprendas a ser trabajador! —me gritaba al oído— ¡y que sepas cómo es la vida!

—porfavor... —gemía entre lágrimas, y embargado por el dolor físico y mental provocado—... Ya
en-en-entendí... Mami... Ya... Te lo ruego...

Dream [Historia Corta/ Concluída]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora