Entre todas las injusticias, uy si encontraremos de ellas hasta en las uniones puente hidrógeno, en las hormas de los zapatos, en el universo que ¿nos oye?, en el punto de ebullición del agua y su cambio de estado dramático, hoy vengo a hablar de lo que suponía amarla desde lo lejos, o por lo menos creer hacerlo.
Hubiera abierto la puerta si cobarde no fuera la principal de sus características, para dejar de observar desde allí, con cuidado y sobresaliendo un poco de la pared, cómo se miraba al espejo antes de dormir, se sacaba la camisa y se ponía la bata celeste que en sincronía con la noche le daba un aspecto de musa, de mujer del aire que iría por el viento surcando las hojas de los árboles para acariciarlas solo con su dulce mirada, para hallarse frente al árbol más alto y esquivarlo con los ojos tristes porque la cima jamás fue su lugar ni siquiera incorpórea, y seguir su camino por la noche dejando su cuerpo en algún otro lugar más zigzagueante donde la representación física y visual por parte de Klaus fuera así como un holograma o una proyección del alma y el cuerpo que se iban lejos con los pensamientos, la metafísica, la fe o la magia, no era fácil determinarlo si se estaba tan obnubilado, tan loco o nombre quisieran ponerle a admirar una mujer que fue y se quiere que sea imaginandola divina como antes de la traición, del pecado, de la confirmación de su condición de humana vertida a la pelotudes, de lo cotidiano como cotidiano y así normal y aburrido y absurdo.
Se fue a la cama tapándose despacio, con la mirada en la ventana esperando, pensaba Klaus (pensar; caer con un lenguaje silencioso en todo lo aprendido de otro nomás), que su alma volviera antes que el cuerpo para dirigir sus sueños por toda la habitación en busca de la voz de su hermana, tan nefasta en vida que en muerte y si la había y era como la antelación a la vida de la cual consciencia no tenemos ni tendremos jamás, fuese serena, para que cuando su cuerpo decidiera afrontar una vez más las leyes físicas de este pequeño rincón de lo que supongo basto e infinito, el alma tomara la mente una vez cerrados los ojos y la condujera a una realidad donde todo fuese como quería; por más que durase un eterno segundo ¿quién le afirmaba que al abrir los ojos no seguía soñando?