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La fiesta de Dafne se había realizado en el patio del tío de ella, un gran lugar con una pequeña piscina a un costado llena de globos rosados y violeta. Lo primero que les dijo la mamá de la chica al entrar fue: Sin desastres, Jasper. La advertencia estaba un poco revuelta en su cabeza hasta que descubrió que el lugar estaba repleto de niños pequeños con los rostros pintados y globos atados en sus muñecas.

La fiesta había sido dividida en dos secciones: El lado norte del jardín era para la familia de Dafne, con largas mesas plásticas llenas de bocadillos para niños y, el lado sur para los amigos y tíos más jóvenes de Dafne; grandes botellas de refrescos combinados con sangría y botellas de ron en una pequeña mesa circular. Se suponía que los catorce adolescentes invitados debían sentarse en las siete sillas que les habían dejado los familiares, y cuando Jasper llegó, ya todas estaban ocupadas por los del grupo del teatro.

-Deberás hacer como todos: mojarte el culo con el pasto y esperar que eso sea agua y no pipí. -dijo Daniel, con un baso cargado de cerveza y CocaCola.

Su amigo estaba vestido con una playera roja y unas bermudas kakis, la vestimenta oficial de toda su pandilla; su cabello esponjado estaba amarrado en una cola que parecía querer romperse, pero él parecía estar cómodo, porque el calor de ese día era sorprendente, teniendo en cuenta de que ya estaban en noviembre y debía comenzar a correr frío.

-¿No hay más lugares? -sollozó Jasper, acomodando el peso de su cuadro forrado en papel verde con hombres de nieve.

Daniel negó con la cabeza, dándole un gran trago a su bebida. -A menos que logres convencer a la mamá de Dafne, -señaló con su cabeza a la pequeña y regordeta mujer que hablaba animadamente con su tía Kate. -ya sabes, con tus encantos. -Daniel sonrió con picardía, bailando sus cejas de arriba a bajo.

Él golpeó juguetonamente su hombro, caminando a las dos mujeres que estaban en la zona familiar.


Sam había sido el primero de los adolescentes en llegar, con su casa a solo dos de esa fue realmente fácil para su madre mandarlo caminando con sus hermanas mientras ella terminaba de arreglar su cabello. Los había recibido la mismísima Dafne, con el cabello rojo recogido en dos trenzas que arrancaban desde la parte alta de su cabeza hasta las puntas de su cabello; llevaba puesto un vestido ajustado al pecho y con una falda línea A de color blanco con lirios azules, más unas Vans blancas.

Ella los envió al lado de los adolescentes, cerca de la piscina llena de globos, cerca de la mesa con bebidas y las sillas que serían para ellos. Los tres agarraron una silla para cada uno y las sacaron lejos cuando vieron entrar a los del grupo del teatro, unos chicos exagerados que siempre perseguían a Sam por la escuela para que él los ayudara con el piano en sus obras baratas.

Sin duda, quién menos le agradaba a Samuel era Jared, el líder del grupo, un chico alto con sonrisa floja que aún usaba la ortodoncia solo porque pensaba que se veía sexy. Todo el tiempo lo estaba acosando, con comentarios doble sentido que lo hacían dudar de su sexualidad. A veces iba con la excusa de que lo necesitaban para una obra, pero luego se le acercaba demasiado y comenzaba a susurrar las palabras como si quisiera darle un toque picante, cuando lo único que hacía era mojarlo con su saliva.

Además, siempre llevaba restos de comida en sus aparatos.

-Escuché que después de las diez es la hora loca, -dijo Agnes, con los ojos azules brillantes.

-Yo espero que sea igual que la del año pasado, -respondió Noel a su gemela, mordiendo su uña llena de barniz azul claro. -esa sí fue buena.

Agnes arrugó su nariz, doblando sus piernas sobre la silla y su codo en el reposa brazos de la silla. -Todas las horas locas del tío de Dafne son buenas. ¿No recuerdas la que le hizo a papá cuando se casó con Mika?

El fantasma del pájaro  || PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora