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Jimin pasó la siguiente hora caminando por la ciudad.

Fue testigo de cómo la ciudad se transformaba después
de ese impío sonido, como si se tratara de una pintura
de algún artista manchada con vetas siniestras de colores oscuros. La tensión se tallaba en las expresiones
de la gente que pasaba por la calle. La ira surgía en gritos y confrontaciones, y aparecían grupos de
policías uniformados. Los peatones se movían con mayor urgencia. Pequeñas tiendas y quioscos ponían los carteles de CERRADO y bloqueaban sus puertas.

En circunstancias normales habría tomado el metro, pero feo como el humor se había vuelto en la calle, no estaba dispuesta a arriesgarse a ser atrapada bajo tierra.

Por fin se paró delante de la puerta del idiota. El lugar donde vivía estaba en condiciones miserables.

Respiró por la boca y trató de ignorar los condones usados en el suelo de la escalera y al bebé llorón dos
apartamentos abajo. Después de que hiciera esta última
cosa y pasara por el trabajo para despedirse de Namjoon, se largaría de aquí.
La puerta se abrió bruscamente. Su puño se movió antes de que hubiera puesto los ojos en él plenamente.

Él se dobló cuando le dio un puñetazo en el estómago.
Él jadeó y tosió.

-¡Mierda, puta!

-¡Ay! -sacudió el puño abierto. El pulgar fuera, no dentro, bobo.

Él se enderezó y lo miró mientras se frotaba el vientre. Luego empezó a sonreír.

-Lo hiciste, ¿no? Realmente, realmente lo hiciste.

-Como que me hubieras dado elección -le espetó. Metió el hombro. Le golpeó de nuevo lo suficiente para poder entrar y cerrar la puerta.

Su sonrisa se convirtió en una risa alegre. Él agitó el puño en el aire.

-¡Sí!

Jimin lo miró, su mirada amarga. El idiota, también conocido como Jackson Wang, tenía una apariencia afable con el cabello rubio apagado e hirsuto de una persona que practica surf. Su sonrisa engreída tenía a las mujeres acudiendo a él como moscas a la miel.

Él había sido una de esas moscas una vez. Luego la desilusión se había establecido. Había pensado que era un tipo encantador. Había tomado sus caricias por afecto verdadero y lo llamó infantil, cuando la verdad era que era un egoísta hasta la médula. Era el Capitán Fantástico en su propia mente. Él creaba la ficción de
que era un aventurero, cuando en realidad era un ludópata.

Jimin había roto con él hacía algunos meses. Luego, sólo la semana pasada, su traición lo había golpeado, pero se sentía como mucho más tiempo. Él había estado tan solo desde que su madre falleció seis años atrás. No había otra criatura que la conociera por quién y lo que era. Sólo su madre lo había sabido. Su madre la había amado tanto que dedicó su vida a proteger el bienestar y la seguridad de Jimin. Ella había criado a su hijo con una fanática atención al secreto y con cada hechizo de protección que pudo reunir o comprar.

Entonces Jimin había tirado casi todo lo que su madre le había enseñado por una dulce sonrisa y la promesa de un poco de cariño. Lo siento, mamá, se dijo en la
cabeza. Te juro que voy a hacerlo mejor. Él miró a Jackson inclinándose para hacer un touchdown. Fingía golpear un balón sobre el terreno y le sonrió.

-Sabía que me tenía que llegar ese golpe. Te debo una. Sin rencores, cielo.

-Habla por ti. -Las palabras de Jimin estaban cubiertas de hielo-. Tengo todo tipo de rencores pasando por aquí.

Dejó caer la mochila al suelo y miró a su alrededor aunque estaba bastante segura de que estaban solos. Envoltorios de comida rápida llenaban la mesita de café de una tienda de segunda mano. Una camiseta sucia cubría la parte posterior del sofá.

Dragón Bound ☆ Yoonmin. [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora