—¿Quedar hoy? En realidad estaba pensando en estudiar ¿Sabías que el profesor adelantó el examen?—La indiferencia en la voz al otro lado del teléfono me es familiar. Como todos los días de número par la he invitado a salir y, como todos esos días, ella acabará por aceptar. Es una costumbre y ella siempre abraza a las costumbres.
—¿Sabías que no compartimos clase?—Respondo con cierta burla en mi tono. También costumbre es ya su falta de memoria,una de las razones por la cual siente ese cariño hacia las costumbres.
—Oh. Para el próximo año debería pasarme a tu instintuto. Las cosa serían más sencillas así.—Suspiro con cierta molestia, molestia que ella no comprendería. Así funciona, no se rige por sentimientos como estar más cerca de sus amistades o alejada de las personas que la trataban mal, ella sólo ve lo sencillas que podrían ser las cosas, las ventajas o desventajas con las que podría contar. Decido no responder, y tras unos minutos de silencio su voz vuelve a sonar.—Quedemos. Las funciones son sencillas.
—¡Genial!—Siempre sabía que aceptaría, pero siempre me emocionaba de la misma manera al escucharlo de sus labios.—¿A dónde quieres ir? Podemos divertirnos en el karaoke, o tomarnos unos dulcecitos por el centro ¿te apetece montar en el carrusel? ¡Oh! Creo que hay una especie de mercadillo con cosas antiguas, ya sabes, cosas fuera de lo común, a lo mejor te interesa comprar algo de allí.—Estoy hablando demasiado alto y con demasiada rapidez, lo que tiende a implicar hacerlo con una vocalización nefasta. Por suerte ella lleva tantos años junto a mí que no le resulta problemático entenderme.
—Como prefieras.—No responde así porque prefiera mi bienestar o algo similar, ni siquiera porque esté indecisa. Sencillamente no le importa en lo más mínimo. A veces pienso que me la cambiaron por un robot en algún momento y esa es la razón por la cual en su voz sólo hay indiferencia y parece escupir en los sentimientos de los demás sin siquiera pretenderlo.
Por supuesto sé que no es un robot. Ningún científico loco u organización malévola la capturó años atras. Lo único que pasó sobre ella fue la adolescencia. Esa maravillosa época en la cual las personas crecemos, maduramos física y mentalmente y comenzamos a sentir cosa nuevas. Já. menudas mentiras. Mi físico no cambió, prueba son mis pechos de muchachuelo en los huesos y mis curvas femeninas tan inexistentes como lo son en una mesa. Y no nacieron sentimientos nuevos en ella, más bien parecieron ser asesinados.
—¡Mira, Elisa, es un unicornio!—Con ese grito lleno de ilusión me despertó mi mejor amiga el día de mi onceavo cumpleaños. Al abrir los ojos y verla dando brincos a mi lado sobre el colchón con un perrito en los brazos al que había colocado un cono vacío de helado como cuerno no pude más que estallar en risas.—Como es tu cumple quería darte algo especial así que ¡pum!—Al colocarlo sobre mi regazo caí en la cuenta de que ese cachorrito realmente era mi regalo. Por fin tendría un perrito.
—¡Gracias! ¡Eres la mejor amiga del mundo! ¡Te quiero!—Por supuesto no dudé en abrazarla haciendo al pobre animal caer al suelo tras el movimiento. Caída por la que me riñó enérgicamente durante lo que me parecieron horas antes de afirmar que ella también me quería. Que me querría siempre. Pasados los años esa afirmación ya no parece real.
Aunque he iniciado la llamada en el salón, me encuentro tirada en mi cama con la cabeza apoyada en el que ha sido mi mejor amigo desde hace ocho años. En realidad no quiero salir. No me apetece que desconocidos noten mi ansiedad, mi frustración, mis ganas de llorar y hundir la cabeza bajo tierra. Parezco una estúpida masoquista. Mi amigo nota mi estado de ánimo, como siempre, y lame mi pelo. Noto la humedad en mi cuero cabelludo, sensación que a penas descubrí hacía un par de semanas, cuando decidí dejarme el cabello a sólo un dos según la máquina de afeitar. Me gusta esa sensación y para mi desagrado en este momento es muy floja ya que mi pelo crece rápido.
—Ven a mi casa. Unicornio te echa de menos, y mis padres.—No estoy mintiendo.—Tengo salsa agridulce y pan.—La sóla mención de tal mezcla me da arcadas, pero sé que es su comida favorita.
—Espero que tengas mucho.—Puedo ver la sonrisa al otro lado de la línea y sonrío también.—Estaré allí en dos horas y cuarto.—Y sin más, la llamada finaliza.
Es una costumbre también esa de hablar mediante llamadas en vez de whatsapps o similares. Una costumbre que adquirimos casi por obligación debido a nuestra falta de móviles propios en la infancia y el hecho de que vivíesamos en extremos distintos de la ciudad. No podría vivir sin su voz todos los días. No es una voz que pueda considerarse bonita, de hecho es demasiado gruesa para una chica, y para cualquier persona que no haya superado los treinta años. Aún así es su voz, y eso la hace mi favorita.
—Quiero poder escucharte toda la vida. Escuchar tus buenos días cada mañana y disfrutar de tu susurro de buenas noches siempre que vayamos a dormir.—Le había confesado por la mañana tras una de las tantas noches en las que dormimos juntas. O en la que ella durmió a mi lado. Yo había pasado las horas observándola, su siempre largo cabello rubio enmarcando su redondeada cara, sus brazos rechonchos y bronceados y esa novedad que eran sus pechos, o el vello que pincelaba sus piernas y recorría a tramos desde su ombligo hasta sus braguitas.
—Entonces invítame más a menudo.—No era la respuesta que esperaba. Como si mis palabras no significasen nada para ella. Y sin siquiera dirigirme una mirada se vistió y bajó a desayunar.
Me pongo en pie y dirijo mis pasos al cuarto de baño siendo seguida de cerca por Unicornio. Me avergüenza un poco que tenga ese nombre tan tonto, me avergonzaba desde el principio. Pero no podía tener otro nombre después de la manera en la que ella me lo presentó. Acaricio su cabeza cariñosamente antes de meterme a la bañera.
En esa misma bañera estaba hundida hasta la nariz cuando me quedé prendada al verla con el traje de Jazmín que había pasado días creándole. Nos habían invitado a una fiesta de disfraces con temática Disney. En ese momento agradecí a nuestro nuevo amigo del curso ser tan infantil y querer una celebración así al cumplir ya quince años.
—Estás hermosa. Tu piel parece brillar.—Además, después de haber entrado a clases de natación hacía un par de años, su cuerpo era realmente similar al de la princresa.—Me encantaría ser tu Aladdin. Quiero un mundo ideal junto a ti.—Le hice un gesto para que se acercara y besé su mano.¿Quieres ser mi princesa?
—Eli, ya no tenemos tiempo para cambiar el disfráz. Ahora confórmate siendo Timón.
—No hablo de disfraces.
—Trajes, caracterizaciones... llámalo como quieras, pero la respuesta sigue siendo la misma. Ahora date prisa o llegaremos tarde.—Una nueva respuesta que me dejaba con el corazón en un puño. Era la segunda vez que me confesaba ante ella, la segunda de muchas.
Cuando salgo de la bañera me doy cuenta de que ya ha pasado más de una hora desde la llamada. Unicornio se ha quedado dormido esperándome sobre la alfombra. Es un perro enorme, sin raza y pervertido como ninguno. Al menos así me lo parece a mí después de haber conocido diez de las camadas de cachorros que ha dejado por ahí.
La primera vez dejó embarazada a una perra callejera que veíamos muy a menudo. No pudimos evitar que tuviese relaciones con ella y una vez la vimos embarazada estuvimos segura de quién era el padre, así que la llevamos a mi casa y cuidamos tanto el embarazo como el momento del parte -uno muy problemático y doloroso ya que la perra era muy pequeña-.
—Gracias por gustarme, así jamás tendré que sufrir algo como esto.—Le había comentado entre risas.
—Creo que los dolores del parto no tienen nada que ver con cuánto te agraden tus amistades.—Contradijo ella.
También nos encargamos de la crianza de los pequeños. Fuimos unas madres maravillosas. Crecieron sanos y pronto encontramos dueño para cada uno de ellos. La más pequeña, una que parecía en peligro de morir por desnutrición, se quedó en nuestras manos. Aún ahora sigue teniendo esa apariencia a pesar de estar sana.
—Creo que serías una gran mamá. Cuidas súper bien de Minie. Yo sería con mucho gusto la otra mamá de tus pequeños, si quieres tenerlos, o del resto de los animales que tengas.
—No me interesa tener nada más. Y en casos así no se dice "la otra mamá". La gente suele usar términos como tata, tita, o cosas así de tontas.
—¿Lo dices en serio? Me refiero a mamá mamá. Como una papá y una mamá real, pero con chicas.
—Los animales no tienen papás y mamás humanos, tienen dueños. Podemos ser juntas dueñas, unos días en tu casa y otros en la mía. Ya he dicho que no quiero niños, y si los quisiera tú no puedes ser su mamá, hay problemas físicos.—Recuerdo querer abofetearla en ese momento pero haberme limitado a dirigirme al salón, donde Minie dormía.
Estoy terminando de pintar mis labios cuando escucho el timbre e instantes después la animada voz de mi madre riñendo a mi amiga por llevar tantos días sin visitarla. Le informa sobre los cambios en las sillas del comedor y le informa de la comida que yo ya le había dicho en la llamada. Guardo la barrita en el cajón del maquillaje mientras escucho la nevera y estoy ya sentada en la cama con las piernas cruzadas sobr el colchón cuando la puerta se abre.
—¡Qué veloz!—No puedo evitar reír al verla ya con un trozo de pan lleno de salsa a medio comer. Ella se encoje de hombros "¿Qué esperabas?" y se sienta a mi lado. lleva el cabello recogido en una torpe trenza probablemente hecha a toda prisa para no llegar ni un minuto tarde, así que me coloco tras de ella y comienzo a deshacerla para poder hacérsela bien.—Eres un desastre.
—Lo sé. Pero puedo serlo. Tú me arreglas.—No hace falta arreglar nada. Ella es perfecta así. Aunque es cierto que siempre arreglo su cabello, o su ropa, y corrijo sus ejercicios de lengua. Siempre soy la que está ahí cuando la molestan y le doy protección.
—¡Eres una zorra! Te crees superior a los demás sólo por tener un buen cuerpo.—Comentarios de ese estilo eran habituales en el instituto al que íbamos. Todos creían que su personalidad seca y cortante se debía a una creencia de superioridad o algo así.
Había golpeado e insultado a muchas de esas personas. Me había metido en infinitas peleas para que dejasen de tratarla así. Ellos no la conocían. No tenían ni el menor derecho a juzgarla. Por supuesto había intentado un millón de veces que se alejase de ese entorno. Que cambiase de instituto. Incluso que denunciase.
—¡Las personas protegen a los que aman!—Le había gritado, realmente furiosa, una de las veces que insistió en el sin sentido de mi lucha.—¡Quiero ayudarte, pero no me lo permites! No me haces caso cuando digo que vayas a otra escuela, me miras como si fuese estúpida cuando discuto con el resto... ¿Qué mierda quieres? ¡No quieres nada, y eso hace que todo lo que yo haga esté mal!—Nunca antes me había enfadado con ella. Después me arrepentí y fui consciente del poco sentido en mis palabras. Pero aquella mañana sólo grité y lloré, y arañé sus brazos cuando me abrazó. No quería su abrazo tenso, no quería sentir su expresión de confusión observando mi coronilla.
Una semana después ella cambió de instituto. No hablamos de ese enfado en ningún otro momento. Los compañeros la aceptaron enseguida y las cosas siguieron su calmado rumbo.
—¿Tienes algo planeado?—Su pregunta me saca del recuerdo. Aún ahora sigo queriendo saber qué quiere realmente. En realidad, ni siquiera estoy segura de si sólo sigue siendo mi amiga por costumbre también.
—No. Sólo podríamos quedarnos aquí, jugar con Unicornio y charlar, como solemos hacer.—El plan es confesarme de nuevo. Confesarme entra perfectamente en "lo que solemos hacer".
—Oh. Me gusta hablar.—Hay unos segundos de silencio en los que ella mastica y yo acabo su trenza. La paso por sobre su hombro y acaricia los unidos mechones.—De camino aquí he visto a una pareja dándose chocolatitos mutuamente. Llevaban enganchados en la muñeca globos enormes en forma de corazón con sus caras. La gente tiene ideas realmente raras para San Valentín.—San Valentín. Había olvidado que es 14 de Febrero. Apoyo mi cabeza en su hombro suspirando pesadamente. Nosotras deberíamos ser esa pareja.
—Sí, aunque eso es bueno. Creo que todas las parejas deberían demostrar su amor así de visiblemente ¿a caso no es lindo? Aunque no sólo en San Valentín. Yo cantaría coplas de amor a mi pareja todos los días, así, en su ventana cual Romeo moderno. O reggaeton. Aún más moderno.—Aunque mis propias palabras me entristecen también me hacen gracia, por lo que río sinceramente. Ella suele reír también con mis bromas, más por costumbre que porque realmente se divierta, pero esa vez no lo hace y me siento un poco estúpida.
—No seas mentirosa.—Frunzo el ceño sin entender y le dedico un gruñido como muestra de ello.—Nunca me has cantado una copla, y mucho menos reggaeton.—Aparto mi cabeza de su hombro por obligación cuando ella se gira. No comprendo sus palabras y su expresión indiferente no me ayuda.
—¿Por qué iba a hacerlo?—Tengo que preguntar a vista de que ela no tiene pensado darme una explicación.
—Porque acabas de decir que lo harías.—Mi ceño se frunce aún más. y ella entrecruza sus piernas con las mías.—No me importa pasar los días así, me gusta sólo estar a tu lado. Pero sea como sea, decir que lo harías y no haberlo hecho ni una sola vez en ocho años te convierte en una mentirosa.—Lleva otro trozo de pan a su boca y mi ceño se frunce aún más. Tengo la esperanza de que eso me ayuda a comprender. Esa confusión me hace no disfrutar bien de que haya confesado que le gusta estar a mi lado.
—¿Ocho años? ¿Debería ofenderme que no recuerdes cuanto hace que nos conocemos?
—Nos conocemos desde hace trece. Lo hicimos en el jardín de infancia. Pero Unicornio tiene ocho años.—El nombrado acaba de entrar en la habitación y corre a lanzarse entre nosotras para poder mimarnos. Pesa y mis piernas duelen.—Sí, perro, tú también estabas ahí ¿y a que no me cantó después de decir que me quería?
—Eso sigue sin hacerme una mentirosa.—Me quejo. Sigo sin entender y comienzo a estar de mal humor.—Ocho años que dije que te quería, wow, y no te he cantado, qué mentirosa.—De nuevo me gano una mirada por su parte que parece decirme "eres retrasada y no tienes solución".
—Cuatromil ciento nueve días de noviazgo sin que me cantes, cuando acabas de decir que cantas a tu pareja todos los días sí, te hace una mentirosa. Acéptalo.—Días de...
—¿Noviazgo?—Mi voz tiembla. Noviazgo. Tanta salsa agridulce está afectando a su cerebro. Quizá me está afectando a mí tanto amor.
—No sé si quieres dejarme o proponerme matrimonio. Como sea, si aún no estás preparada para decirlo en público no te preocupes. Puedes no decirme que me amas hasta que nos vayamos a vivir juntas, sin gritarme si puede ser. Lo cual será bastante pronto si quieres, mi madre dijo que ya era hora de dar el paso.—Saca unas pequeñas llaves de su pantalón y me las lanza. Esas llaves parecen abrir mi cerebro y hacerme entender.
Nuestros "te quiero". Para ella esa fue la única muestra necesaria para comenzar una relación. Mientras yo me confesaba, o intentaba hacerlo, una y otra vez, ella ya se consideraba mi novia. Ella, dentro de su torpeza emocionarl, de su indiferencia, era mi novia. Me amaba. Y yo durante ocho años no había entendido nada de nada, tenía los sentimientos, las obviedades ahí, y no las había logrado comprender, como si se tratasen de un acertijo. Pero de pronto todo está claro y no puedo evitar comenzar a llorar.
—Te amo. Te amo. Te amo. Te amo tanto.—Me muevo torpemente para abrazarla y los tres acabamos en el suelo. Ella vuelve a mirarme con su expresión de confusión, pero me abraza, y yo siento mi corazón lleno.
—No seas tan brusca, Eli. El pobre Unicornio siempre acaba en el suelo por tu culpa.—Y esta vez el suelo ha acabado lleno de salsa y trocitos de pan.—También te amo, pero eso lo sabes desde el principio.
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4109.
RomanceLos amores juveniles no son sencillos, aún más si se da entre mejores amigas, y ya ni decir si ambas son unas completas inútiles para los sentimientos.