Capítulo 44: Pañales.

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«El piso bajo sus pies era débil, un paso en falso y caería al vacío. Incapaz de salir usando su forma dragón y debilitado por sus anteriores peleas, Shen se abría paso por el terreno de la manera en que haría un humano. Una enorme cadena montañosa se interponía entre el dragón y el próximo rastro de civilización. El camino era tan pequeño, que la única forma de cruzar era con el rostro pegado a las rocas, dando pequeños y cuidadosos pasos. Colocó su mano sobre una piedra suelta y está se desprendió súbitamente, la piedra cayó rápidamente, Shen bajó la mirada y tragó saliva al ver la profundidad de la caída que le esperaba. Tranquilizó su mente y continuó su camino, más adelante se topó con un hueco en el tramo, se armó de valor y saltó con fuerza. El obstáculo no fue gran cosa para sus habilidades físicas, cayó de pie sin problema alguno, sin embargo, la tierra suelta le hizo perder el equilibrio y finalmente caer sin remedio. Golpeó varias veces contra las rocas y ramas crecientes del suelo inclinado, terminando la caída en un frío, casi congelante pozo de agua que detuvo el golpe. Aturdido, el dragón se hundió lentamente, por unos instantes, el joven recordó lo vivido hasta ahora y la fuerza de sus brazos se alejó, dejó de pelear y aceptó hundirse hasta las profundidades de la oscuridad.


—Despierta Shen... despierta... »


...


—Despierta —dijo Elizabeth dulcemente.


El dragón abrió los ojos lentamente y se encontró con Natsu y Lucy sonrientes sentados delante suyo. Shen despertó bien y luego miro a su alrededor, su cabeza estaba recostada sobre el hombro de Elizabeth y ella lo sacudía un poco para despertarlo. El dragón se levantó rápidamente y dirigió la mirada por la ventana.


—Parece que dormiste bien —dijo Lucy burlonamente.


—S-Si. ¿Dónde estamos? —respondió Shen avergonzado.


—Ya casi estamos en Magnolia —contestó Natsu.


El tren llegó al andén y todos los pasajeros se levantaron de sus asientos para tomar sus maletas. Cuando Shen bajó del vagón, se detuvo un momento, volteó a su derecha y observó fijamente un letrero con el número de andén.


Después de dejar la estación, las hadas tomaron camino al gremio. Recorrida una parte del trayecto, Shen se detuvo a medio camino junto a un mapa de la ciudad y se quedó pensativo.


—¿Ocurre algo? —preguntó Elizabeth.


—Creí que al dejar esta ciudad jamás volvería... se siente algo extraño.


—¿Por qué no volverías?


—No me hagas caso —dijo Shen negando. ¿Sabes? Aquí fue donde te vi por primera vez.


—¿Aquí? Estoy segura que fue en el gremio.


—No, fue aquí. Pasaste corriendo, me golpeaste y sólo gritaste pidiendo disculpas sin detenerte —contestó Shen riéndose.


—¿ERAS TÚ? —la pelirosa bajó la mirada de vergüenza. Lo siento no tenía idea...


—No tienes que disculparte, esa vez no me importó. No tenía ni idea de que te encontraría unos minutos después.


Ambos de rieron un poco por lo curioso del momento, Elizabeth intentó decirle algo cuando fueron interrumpidos por Lucy gritando a la distancia que no de quedarán atrás.


—Hay que ir o Lucy se va a enojar —dijo Shen.


—¡Si! —respondió Elizabeth alegremente.

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