Capítulo 2. Culpable

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Gray volvía a su casa cansado, frustrado y enfadado. Consigo mismo y con todos y cada uno de los integrantes de su equipo. Consigo, porque no había sido capaz de llevar a cabo una misión de alta dificultad en solitario y con los demás, porque le habían seguido para ayudarlo. Y, en realidad, le habían salvado.

No le apetecía nada; ni comer, ni charlar, solo deseaba tumbarse en la cama, enterrar el rostro en la almohada y que el día acabara –aunque apenas acababa de comenzar–.

Entró silenciosamente, intentando no llamar la atención de Juvia. Dejó las llaves en un mueble cercano a la entrada, se quitó los zapatos e intentó ir directo a la habitación sin ser interceptado por ella. Pero no le fue posible.

En cuanto escuchó la puerta, Juvia se dirigió hacia allí para recibir a Gray. En primer lugar porque lo había echado terriblemente de menos y, en segundo, porque quería contarle algo. Algo que cambiaría la vida de ambos, pero que él aún no sabía.

¡Bienvenido a casa, Gray-sama! –exclamó ella con alegría absoluta, sonriendo todo lo que su boca podía, haciendo que se le formase un hoyuelo adorable en la mejilla. El azul de sus ojos brillaba un poco más que de costumbre, pero Gray no supo captarlo en ese momento.

Hola, Juvia –saludó él con desgano y vio la sonrisa de la chica desvaneciéndose ligeramente durante una fracción de segundo, pero volvió a recuperar el gesto con velocidad.

Juvia ha hecho té.

Gray la observó de arriba abajo. Tenía las manos entrelazadas por sobre su torso, la sonrisa instalada en los labios y las mejillas coloreadas de un tono carmesí suave.

No me apetece –dijo con pesadez–. Solo quiero dormir, Juvia.

La chica se quedó mirándolo con curiosidad. Era normal que estuviese cansado porque acababa de volver de una misión, pero ella realmente quería un poco de su compañía, aunque fuese durante un rato corto.

Lo agarró de un brazo y lo intentó conducir hacia la sala, donde dos humeantes tazas de té estaban posadas sobre la mesa, esperando por ellos. Le insistió, le dijo que la bebida le había quedado exquisita y que le apetecía mucho compartirla con él.

Sin embargo, a mitad de trayecto Gray la detuvo sujetando su antebrazo. No tenía ganas, no podía ni comportarse de la manera en la que normalmente lo hacía porque su incapacidad por no haber completado el trabajo solo le taladraba la mente y no le dejaba pensar con raciocinio y claridad. Ante el gesto, Juvia se volvió para mirarlo a los ojos.

Juvia, no estoy de humor. De verdad que necesito descansar.

Bueno, será un rato pequeño. Juvia necesita decirte algo –dijo y de nuevo se presentó en sus ademanes la felicidad más absoluta. Tiró ligeramente de la manga de su chaqueta para dirigirlo hacia la estancia.

No creo que sea algo tan importante que no pueda esperar unas horas –espetó él con un tono raro, algo desdeñoso y que hizo daño a la maga de agua.

Se volvió hacia él una vez más y soltó su agarre. La sonrisa, finalmente, había desaparecido. Y los nervios llegaron sin control.

¡Sí lo es!

Ante el tono de indignación de las palabras de la chica, Gray se sintió aún más molesto y el enfado y su orgullo acabaron actuando por él.

Tras tus huellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora