Y entonces ahí estaba, justo en frente de mi otro yo, mi "yo opuesto". Sentía su respiración y las yemas de mis dedos casi tocaban los suyos. Era todo tan curioso y tan raro a la vez...Era...como estar mirándome al espejo. Pero aquello no podía ser simplemente un espejo,era demasiado real. Mi mente confundía las cosas y no podía pensar con claridad pero en medio de esa nube de confusión se formó una pregunta: ¿Que podría pasar si tocara a mi "yo opuesto"? Nunca me detuve a responderla, simplemente me guié por mi instinto y algo me decía que eso era lo correcto.
Acto seguido, en un impulso de curiosidad quise tocarlo. Toqué las yemas de sus dedos y, a la vez que un escalofrío, sentí esa sensación que se produce cuando uno mismo toca su brazo o su mano. Sentía el roce de mí mismo. Al intentar presionar su yema, ocurrió: lo traspase. Era como traspasar un espejo en una sala fría y oscura. Fue cuando me entró la tesitura. Demostrado quedó que aquello no era un espejo, pero, ¿qué era? Pudiera ser una visión, pudiera ser mi conciencia. Por no saber, no sabía ni dónde estaba ni cómo llegué a ese lugar, a esa sala fría. Daba gracias a Dios por acordarme de mí misma. Fue entonces cuando me atreví a preguntarle:
-¿Qué eres?
Su rostro cambió. Pasó de transmitirme seriedad a transmitirme miedo y sorpresa; asombro y suspense. Todo lo que desprendía su rostro se resumió en una pregunta que, al hacermela me hizo dudar de mi existencia:
-Pero, ¿tú puedes verme?
-¿Me estás diciendo que tú eres la única que puede verme?
Mis ganas de huir de allí aumentaba cada vez que salía una nueva pregunta de su boca -¿Quien eres? ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces aquí? Pero lo cierto es que ni mi boca para responderle ni mis piernas para salir huyendo de allí podían responder a mis órdenes en ese momento¿Que se suponía que debía hacer? Tenía miedo, tanto que mis ojos formaron pequeñas lágrimas que segundos más tarde rodaban por mi piel. Mi miedo crecía mientras el se acercaba a mi y yo caminaba de espaldas para evitar cualquier roce con su piel. Sentí el frío contacto con la pared "Este es el final" me dije a mi mismo y entonces cerré los ojos con la esperanza de que esto fuera una pesadilla, con la esperanza de que al no verlo no sienta lo que fuera a sentir. Era mi final. Fue en ese momento cuando en segundos, me pasó un conjunto de pensamientos por mi razonamiento. Pasó mi vida delante de mis ojos tapados por mis párpados.Por otra parte, sabía que no me quedaba otra que aceptar mi destino. Sabía que no me quedaba otra que esperar a que mi corazón diese su último latido y mis pulmones exalaran el último aire que me hiciera sentir la muerte. Fue entonces cuando ocurrió algo... mágico. Mi mano, puesta en la fría pared blanca percibía como el muro desapareció bajo ella. Derrepente el miedo se marchó y con él mi "yo opuesto" . Abrí los ojos rápidamente y observé durante unos segundos toda la estancia y solo entonces me relaje. Estaba en mi habitacion frente al espejo, al menos eso parecía,un espejo normal el cual estuvo ahí desde que entré en el orfanato. Me senté en el borde de mi cama aun mirando al espejo y en aquel momento unas letras de color rojo tintaron el cristal dejando ver una frase: No temas de lo que eres.
Noté cómo mi corazón empezó a latir más veloz. Noté cómo la sangre de mi cuerpo me provocaba un intenso calor en la cara y me hacía temblar del frío que producía la escasez de sangre en el resto del cuerpo debido al miedo. Quería chillar pero no tenía aliento para ello. Quería huir pero mis piernas no respondían. Quería cerrar los ojos, el miedo me lo impedía. Tres fueron los segundos que duró esa sensación, esa paralización de mi cuerpo por aquel espejo. Cuando volví a recuperar mi aliento, a mover mis piernas y a pestañear, noté que los colores de las cosas se deformaban y se avivavan. Noté que mi respiración se irregularizó involuntariamente. Me estaba dando un desmayo. Sentí que ya no era algo procedente del interior de ese espejo, pues no estaba presente esa sensación triste, que me hacía pensar sólo en cosas desagradables. Sabía que ese desmayo me lo pedía mi propio cuerpo, debido al estrés que sufrí en apenas cinco minutos con ese espejo. Un espejo al que dediqué cuerpo y alma para comprender las señales que me pudo enseñar.