Sin pedir nada a cambio -Única parte.

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Enzo tenía a Caroline entre sus brazos. Acariciaba su rostro con dulzura, mientras susurraba que por favor se quedara con él.

Su única amiga, quizás hasta su mejor amiga, se estaba muriendo y él no podía hacer nada.

-Preciosa, no me puedes dejar... No, nos puedes dejar -corrigió.

-Has ido mejorando, Enzo -murmuró con los ojos entreabiertos.

-¿En qué, Caroline? -sonrió.

-Eres amable -tosió-. Eres amable, y todo un encanto.

-¿Y mi acento? ¿Te gusta?

-Estás celoso de Klaus -dijo.

-Ni siquiera lo conozco.

-Pero estás celoso.

-Quizás sí.

Enzo había decidido seguirle el juego. Quería distraerla, aunque fuese terriblemente complicado considerando que tenía abierto todo el estómago.

Tripp había decidido incinerarla. En su casa habían cientos de armas para torturar vampiros, pero, nada se comparaba al placer que sentía al escuchar los gritos desesperados de esas abominaciones cuando dejaba salir el fuego directamente hacia ellos.

Sus ayudantes le comunicaron días atrás de lo cerca que había estado de Enzo durante las últimas semanas. Supieron también que fue uno de los tantos experimentos del Dr. Whitmore, de quién también había oído Tripp. Por esa razón, fue que no mató a Caroline. Le hizo llegar un mensaje a Enzo. Tengo a tu noviecilla. Entiendo que su nombre es Caroline. Lo gritó después de horas de tortura.

Enzo había lanzado su teléfono muy lejos. Lo primero en lo que pensó fue en llamar a Stefan. No creía que fuese por orgullo, pero terminó decidiendo que no. Y a pesar de que estaba seguro de que todo era una trampa, se dirigió de inmediato hasta las inmediaciones de las que era dueño Tripp. No sentía miedo por lo que le pudiesen hacer a él; temía por la integridad de Caroline; que fuese demasiado tarde como para intentar curarla.

-¡Así que tú eres el famoso Lorenzo! -se escuchó una voz. Enzo miró alrededor, pero no pudo divisar ningún cuerpo. Tripp estaba hablándole a través de un amplificador.

-¿Tanto has oído de mí?

-A menos que hayas mentido y tú mismo crearas ese gran mito sobre tu fortaleza.

Enzo rodó los ojos y se remojó los labios, ofendido.

-No necesito mentir sobre lo que soporté. Ahora sal de dónde estés, maldito cobarde, y entrégame a la chica.

Se escuchó una risa, seguida de un ruido como el que hace una máquina cuando comienza a funcionar. A los segundos después, desde uno de los costados se abrió una especie de puerta de dónde salió una camilla. Caroline estaba esposada de pies y manos. La postura de Enzo cambió de inmediato. Estaba dispuesto a atacar.

-Ni siquiera lo pienses. Está cubierta de verbena y de un sinfín de venenos que ni siquiera conoces.

-Tienes mala memoria, desconocido. Parece que nuevamente olvidaste las décadas de tortura.

Caroline levantó un poco la cabeza para mirarlo. Lo observó a lo menos diez segundos con completo orgullo. Pero estaba demasiado herida como para resistir más y se dejó caer una vez más sobre la dura superficie.

Aquella vez, sin embargo, Enzo se movió más rápido de lo que lo había hecho jamás y alcanzó a tomar la mano de Caroline antes de que viera aparecer a Tripp.

-¿Qué haces aquí, idiota?

Enzo le dedicó una de sus miradas.

-Pasaste años encerrado y ahora vienes y te entregas de nuevo -dijo, apenas-. Es oficial -Enzo levantó la ceja más o menos seguro de lo que diría-. Eres un completo imbécil.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2014 ⏰

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