Una vez un mono desayunaba, como todas las mañanas, un mango que había encontrado en uno de esos árboles, ahora difíciles de encontrar. Lo disfrutaba, pero era rebaloso y se le cayó.
Bajó a buscarlo, sin embargo estaba lleno de tierra y sin pensárselo dos veces lo dejó ahí, enojándose con los mangos.
Luego de varios años volvió a comer un mango, lo que no sabía era que era fruto del árbol que creció gracias a la semilla de aquel fruto resbaladizo.
Fin.