XVI: Rendición

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Aviso: favor de no escandalizarse con lo del final. Lean el aviso en los inicios de la historia, sabrán a qué me refiero.

Pensar que tenía que volver a aquel hoyo negro, solo me causaba terribles ganas de vomitar, de gritar de frustración, porque no sabía si Pierce estaría allí dentro

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Pensar que tenía que volver a aquel hoyo negro, solo me causaba terribles ganas de vomitar, de gritar de frustración, porque no sabía si Pierce estaría allí dentro.

Esperando, para acabar conmigo.

—Demonios... –Mascullé cuando apenas puse un pie en el interior del apartamento.

Creyendo que iba a estar deteriorado desde la desaparición del susodicho, y mi ida repentina a dormir algunas veces en casa de Haeri o donde Yoonsuk, descubrí que estaba en perfecto estado. Todo estaba organizado, barrido y limpio.

Él, sin duda alguna estuvo aquí estos días.

Tenía que apresurme, buscar la jodida ropa que iba llevarme para ir al apartamento de Yoonsuk después de que fuera al servicio con Haeri, esperando en serio que me dejase en paz. Respiré profundo antes de seguir mi camino a mi habitación, pero lo hice con cierta lentitud.

Como si temiera que mis pasos, hicieran el mínimo de los ruidos.

—Bien, Kaya... vas bien... –Murmuré tras girar la perilla, y adentrarme a la habitación.

La extrañaba, pero quedarme aquí sería una muerte segura, y no deseaba morir a manos de aquel imbécil que me engendró; abrí el armario para comenzar a meter las prendas de ropa que llevaría, todas dentro de la maleta de viaje vinotinto que poseía.

Maldito color, solo me traía amargos recuerdos de mi madre.

—¡Maldita zorra!

Fue todo en cámara lenta, una gran mano haló mis cabellos azabaches para arrastrarme por el suelo, a la par que gritaba con desespero intentando soltarme del agarre, y cuando pude hacerlo, le propiné una fuerte mordida a mi supuesto padre en el brazo.

Mientras gruñía del dolor y se apartaba, entré a toda velocidad a la habitación, pasando todos los seguros que tenía a la puerta, agitada y casi sin oxígeno por lo sucedido. Tomé temblorosa mi celular, y marqué el número de la única persona que pasó por mi mente.

—S-sunbae... ayúdame... ¡por favor, haz que pare! Esto duele... va a matarme... –Me derrumbé por completo en la línea, llorando con total desconsuelo.

Mierda, Kaya... aguanta, voy por ti. Ese maldito se las buscó por tocarte. Y el sonido de la llamada finalizada inundó mis oídos, desesperándome aún más.

𝖘𝖙𝖔𝖓𝖊 𝖍𝖊𝖆𝖗𝖙 💙 novela cristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora