•Nᴜᴇsᴛʀᴏs Pʀᴏᴘɪᴏs Pᴀsᴏs•

207 22 0
                                    

Dos meses antes.

Espero que esté soñando y que todo esto termine en cuanto me despierte, junto a él.

Le ruego a Dios que todo sea un mal sueño y qué esté tratando de despertarme desesperadamente mientras tengo el pelo pegado a la frente y él mantiene la calma acogiéndome entre sus brazos.

No es así.

No es así en absoluto.

El sudor cae por mi frente sin control, apenas puedo mantenerla seca por culpa de la carrera que me estoy pegando hasta el aeropuerto. Llevo kilómetro y medio y aún me queda otro medio kilómetro más.

Siento como los latidos de mi corazón se ralentizan con cada paso que da mi exhausto cuerpo, siento como me cuesta dar una bocanada de aire con cada respiro que doy, siento como mi borrosa visión me impide ver el mundo con claridad; siento que me están arrebatando la vida y yo no puedo hacer nada al respecto.

- ¡Cógeme el teléfono maldito ignorante! - Le grito al pobre e inocente móvil.

Nada, lo tiene apagado y él no tiene la culpa de la estupidez que está a punto de hacer Hugo, si es que llego a tiempo de pararlo.

Puedo ver el aeropuerto desde aquí, puedo verlo a lo lejos, aún estoy a unas seis calles, pero lo veo, estoy casi allí.

Doy el último sprint sabedora de que Hugo estará esperándome en alguna tienda o algún bar cerca del aeropuerto, o puede que incluso esté esperándome dentro de éste en los asientos, pensando en la tontería tan grande que iba hacer. No lo creo capaz de largarse de semejante modo.

No puede hacerme esto.

No puede hacernos esto.

Me niego a creerlo.

Ha sido una discusión de lo más tonta.

Se lo ha cogido muy a pecho, y yo he sido una completa desalmada, no he tenido en cuenta sus sentimientos ni en cómo debe sentirse él acerca del tema. Es muy sensible, más cuando se trata de mí.

- Disculpe, el avión despega en cinco minutos. No puede pasar. - Me informa la chica detrás del mostrador.

El corazón me da un vuelco.

Miro a través de la gran puerta y el largo pasillo que llevan hasta el avión y un rayo de esperanza cae sobre mí.

- ¿Sabe si ha quedado algún asiento libre? - Hace una mueca casi imperceptible, pero que llego a captar y niega.

- Todos los pasajeros están en sus asientos, han subido todos.

¿Ese ruido ha sido mi corazón rompiéndose?

Sí, lo ha sido.

- ¿Todos? - Digo en un hilo de voz cogiéndome al mostrador para no caerme al suelo.

Asiente.

- ¿Está bien? - Niego perpleja.

No estoy bien.

Ha subido al avión.

Se ha subido al maldito avión.

Y me ha dejado sola.

Me ha abandonado.

A mí.

A nosotros.

Mi llanto retumba por todo el aeropuerto, me cojo a la cabeza y tiro de mí pelo recostándome en la pared mientras me dejo caer al suelo y trato de no desmayarme aquí mismo.

- ¡Hugo! - Grito en un sollozo pegando con los puños al duro y frío suelo al ver despegar por la enorme ventana el avión en el que va Hugo. - ¿Por qué, por qué, por qué...? - Me cojo al pecho rogándole a mis pulmones que me dejen respirar en paz, la única clase de paz que tendré durante un largo periodo de tiempo.

El Buen Profesor © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora