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–Me encanta como tiemblas cuando te aguanto así de cerca.– Él susurra a mi oído mientras me aguanta las manos y mantiene mi espalda pegada a su pecho.

–¿Ah sí? No tiemblo por miedo, y menos por amor. Tiemblo por la ira inmensa que tengo que contener, tiemblo por las ganas inmensas que tengo que arrancar tu cabeza de tu cuerpo y llevarla como cartera por todo el centro comercial; hijo de puta.– Le doy un codazo en su estómago y él me suelta al instante. Me volteo y lo empujo y comienzo a patearlo hasta que cae arrodillado al suelo. Sin embargo esto simplemente lo hizo reírse, lo miro con una expresión de confusión y él simplemente se encoge de hombros para halarme por las piernas haciéndome caer recostada en el suelo del pasillo.

–Así mismo te quería tener, pequeña ternura.– Él me toma por el pelo y yo lo comienzo ahorcar con mis manos. Terminamos intercambiando posiciones; haciendo que yo estuviera encima de él.

–¿Ahora quién está arriba, trozo de basura insignificante? La tierra tiene más valor que tú.– Le dije con mucha furia en mi tono de voz, mis ojos cambiantes aclaran a un color Ámbar. Siempre me pasa cuando me enojo, al igual que mi mamá con sus ojos verdes que cambian de tono cuando se siente triste, feliz, enojada o simplemente una un color de ropa que hace que resalten. Es algo hereditario de nosotros, y no me molesta para nada.

–Qué miedo tengo, uy sí, cuidado que grito.– Él dice entre toses. Mi respiración sigue alterada y él me toma por el cabello y me hala a donde él; muy cerca de su rostro.

–Y aún cuando ya estés con alguien, recuerda que siempre serás mía. Tú y yo, algún día llegaremos a ese altar, créelo; mi amor...– Él susurra y me besa rápidamente para soltarme y tirarme para tras. Yo termino dándome contra la pared que se encontraba cerca.

–Y deja de joderme tanto. Te ves patética, por cierto, te vez bien con el recorte nuevo. Ahora lárgate.– Él me empuja a los pasillos de afuera luego de yo haberme levantado.

–Tú eres un cabrón, y jamás me casaría con alguien como tú, y no me volveré a enamorar de ti.–

–Tienes razón, yo tampoco. Pero mírame. Aquí estoy, y tú tampoco caiste aquí de casualidad, ¿así que a quien verdaderamente quieres mentirle, a mi, o a tu propio corazón? Me tengo que ir, pero fue bien nuestra pelea.– Él se encoge de hombros y se va, dejándome a mi con un enojo y confusión del carajo.

Basado en hechos reales...

-Anne Rosario

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