3

39.7K 3.2K 1.8K
                                        

▬▬▬░░░✦❈✦░░░▬▬▬

C A P I T U L O     3

▬▬▬░░░✦❈✦░░░▬▬▬

Mi semana fue bastante fea.

Uno: apenas si avanzábamos con el grupo. Recién teníamos los nombres de los personajes, la sinopsis y tan solo dos capítulos mal redactado por Octavio. Sin embargo, me los adelanté sin que ellos supieran y ya tenía escrito hasta el capítulo nueve. No me importaría si ellos se quejaban, al paso que íbamos, terminaríamos el año entrante.

Dos: no podía despegarme a un chico de mí. Se trataba de Ivo, encargado del mini súper en el que yo trabajaba algunos días. Con él empecé a mantener relaciones sexuales pocos días atrás. Sin embargo, me llevé una gran decepción. Digamos que mi suspiro duró mucho más que él. Me había pasado muchas veces, claro, algunos polvos duraron incluso tres minutos, pero Ivo... Ivo literalmente duró cinco segundos. ¿Eso era posible?

Él fue mi fantasía sexual durante unos meses ya que era un fanático religioso. Siempre quise tirarme a uno de esos, escuché de varias conocidas que esos tipos podían hacerte ver las estrellas al no poder seguir siendo puros hasta el matrimonio. No entendía de dónde habían sacado a los muchachos que ellas dijeron porque este vino totalmente fallado. Ivo fue el que más dolor de cabeza me dio en la semana con todos los mensajes que me envió para una segunda oportunidad. Por supuesto que no iba a darle otra chance. De verdad, fue muy malo.

Supuse que iría al trabajo a molestarme. Y así lo hizo, llegaba al local seguramente para poder hablar conmigo. Lastimosamente, tenía regla: ningún ligue hablaba conmigo si no compraba algún producto antes. Cuanto más dinero ingresara a la caja, mejor sería mi ganancia. Ivo conocía bien la regla y antes de decirme algo fue por un carro y paseó por todo el mini súper. No apareció, sino hasta después de diez minutos, tal vez estaba ensayando su discurso. Finalmente, apareció. Fui registrando cada producto por el código mientras que la máquina sumaba el total de los productos.

—Hola —saludó.

Lo ignoré diciéndole el precio total para que se fuera lo antes posible. Solo recordar la noche anterior me daba vergüenza ajena. Puse altas expectativas en él y así de altas que estaban cayeron en cinco malditos segundos.

—¿No me saludarás?

—Sabes que no me gusta que me molesten en horario de trabajo.

—Vamos, Luz. Solo una noche más.

—No. —Y realmente no iba a cambiar de opinión ni por todo el oro del mundo.

Él era muy atractivo. Tenía una vida normal: trabajador, estudiante de Ciencias de la Educación y daba clases de catequesis todos los sábados. Bueno en la vida, malo en la cama.

—Sigues enojada conmigo, por eso todavía me dices que no. —Enarcó sus cejas intentando dar lástima.

—De hecho, estoy de buen humor e igualmente te estoy diciendo que no. Compras o te vas.

—¿Alguna vez te dijeron cosas tan lindas como yo? —Acercó su cara a mí—. No, ¿verdad? Por eso estás molesta, no por el incidente. Tienes miedo de verme con otros ojos, Luz. Solo te pido una noche más. Si quieres podemos hacerlo aquí en el baño cuando se vayan los clientes —susurró lo último.

—¿Alguna vez te dijeron que insistir tanto a una mujer, cuando ya te dijo mil veces que no, te convierte en un pedazo de caca?

—No me digas eso, bebé.

El chico camaleónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora