Caída

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La fría lluvia caía sobre el rostro pálido, hermoso y casi de porcelana de aquel ángel.

El sonido chispeante de las gotas contra el mar hicieron al joven ser recuperar poco a poco la consciencia.

Estaba desnudo en mitad de la playa.
El olor a sal entraba por sus fosas nasales y una de sus delicadas manos podía rozar la orilla y el agua fresca.

Le dolía. Dolía mucho.

Comenzó a contraer sus músculos y unos suaves jadeos salieron de lo más profundo de su garganta al notar aquel dolor espantoso quemarle en su espalda.

El chico se incorporó torpemente sentándose en la arena abrazando sus piernas. Las gotas de lluvia caían por su pelo rubio blanquecino hasta sus pies y el frío comenzaba a calar sus huesos.

Su espalda quemaba, ardía, abrasaba como las llamas del mismísimo infierno.

¿Qué hacía allí?

¿Cómo había llegado hasta ese sitio?

¿Quién era?

¿Por qué sentía ese dolor espantoso?

Intentó ponerse en pié y calló de nuevo a la arena dándose cuenta que no existía su punto de equilibrio.

Gateó hasta llegar bajo unas tablas de madera para resguardarse de aquella tempestad y comenzó a llorar.

Sus preciosos ojos azules se encharcaron, su nariz casi esculpida por los dioses griegos se tornó de un color rojizo y sus labios gruesos y carnosos daban paso a unos quejidos propios de un niño pequeño perdido.


Pasaron los minutos, quizás alguna que otra hora y la lluvia no cesaba.
La luz del brillo que emanaba la piel de aquel ser blanco comenzó a apagarse al mismo tiempo que los pensamientos del chico cesaban pudiendo dejar su mente en blanco y concentrarse en las mareas.

Una ola tras otra rompían en el borde del acantilado que estaba justo en frente del rubio.

La sangre de las heridas de su espalda comenzaba a secarse formando costras sucias por la arena de la playa que ocasionaría una infección futura si no se las limpiaba bien.

Al chico le daba igual aquello, solo podía sentir una gran presión en el pecho fruto de la ansiedad por no saber quién era, por no saber adónde ir, por estar solo, por aquel chico vestido de negro encima del acantilado.

Sus ojos se concentraron en enfocar aquella silueta negra a unos metros por encima de su cabeza justo en el filo de esa montaña de rocas conclomeradas y erosionadas por el mar y la sal.

Quiso elevar la voz para llamar su atención, no tenía una opción mejor, pero su voz se apagaba con el estruendo de la tormenta sobre el mar.

Sus iris azules como el cielo y encharcados no se querían mover del chico solitario, algo iba mal y el alma del joven se agitaba con furia en su interior.

El rubio se acercó como pudo hasta el filo de la orilla para que pudiera oírle mejor. Sin éxito.

No iba a moverse de allí hasta que la silueta negra se esfumara o le respondiera.

De repente el chico de ojos cian presencia como la silueta se precipita al vacío y en pocos segundos cae al agua desde lo que serían tres pisos de altura si se tratara de un edificio.

-"NOOOOOO!!!"- Grita desesperado sin saber qué hacer, sin reaccionar, sin respirar.

No duda en meterse en el mar helado, su piel se había acostumbrado a una temperatura baja y su cuerpo sufría una leve hipotermia que le hacía boquear y soltar pequeños gemidos de angustia cuando se sumerge en el agua.

Su espalda le escuece, sus piernas se aflojan y sus brazos se cansan al luchar con esa horrible marea implacable.

Pero no puede dejarle. No puede abandonarle así.

Su fina conexión que le quedaba con el mundo celestial le ayudó a sacar la energía suficiente para que ante sus ojos se mostrara el camino hacia el chico oscuro.

Duele.
Su pecho duele, sus heridas abiertas duelen, sus brazos, sus piernas, su piel.
Pero allí estaba, inconsciente hundiéndose poco a poco dejando un rastro de sangre que flotaba a su alrededor, el chico de negro.

El rubio le alcanzó con las pocas fuerzas que le quedaban y jalo de él hacía la superficie, tomó una gran bocanada de aire llenando de nuevo sus pulmones heridos.

Lloró, gimoteó y gritó desesperado intentando sacar hacia la arena al joven.
Era delgado, incluso más que él mismo, pero le pareció que pesaba toneladas y que el mar le quería engullir por todos los medios.

Pero el mar es el que refleja al cielo, nunca el cielo puede reflejar al mar.

Salió de los brazos de Poseidón y calló contra la arena de cara una vez que colocó al chico boca arriba como pudo.

Un grito desgarrador lo inundó todo y el rubio pudo dilucidar una silueta que corría hacia donde se encontraban, antes de perder la conciencia.

___________

Era la hora, estaba dispuesto a hacerlo.

Lleva tantos años pensándolo y planeando si realmente estaba preparado a terminar con todo que aquello se le hacía casi irreal.

Por fin, por fin va a acabar aquel jodido tránsito en la tierra.

Por fin se desharía de su cuerpo mortal aunque ello significara enfrentarse a una condena más alta.

Pero todo le daba igual con tal de no volver a vivir más en aquel asqueroso lugar que era para él la tierra.

Aburrimiento, soledad, desgracias, política, gente sin moral, demonios infiltrados en una sociedad podrida.

Si lo pensaba de nuevo le daban ganas de vomitar.

Pero sin dudas lo peor fue cuando aquella mañana se dió cuenta de que le habían crecido dos pequeños cuernos en la parte posterior de la frente.

La transformación había comenzado y no estaba listo para ser...esa cosa.

No, jamás permitiría otro demonio en ese asqueroso mundo, jamás olvidaría, jamás volvería a ser inmortal, al menos en esa versión de sí mismo.

Cada vez que se acercaba más al borde de ese acantilado y la lluvia empapaba su pelo negro comprendía que la muerte le salvaría de todos sus demonios personales.

Arrastró un poco más la piedra que llevaba atada con cadenas a su pie derecho hasta rozar con sus dedos el puntiagudo filo del fin del mundo.

De su mundo podrido.

-"Min Yoongi, ahora o nunca..."- se repitió a sí mismo tiritando de terror, la última emoción humana que le quedaba.
Sonrió con todos sus pequeños dientecitos al darse cuenta de aquello.

Dió un paso corto y cerró los ojos.
Juraría haber escuchado un grito ahogado mientras su cuerpo se precipitaba hacia aquellas rocas golpeadas por la fuerte marea debido al temporal invernal.

Oscuridad.
Abismo.
Paz.
...

Dolor.

El chico abrió los ojos de par en par tras la carga de electricidad en su pecho que un señor con bata blanca le estaba proporcionando.

Sus pulmones se abren.
Respira.


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