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'I didn't want this...'

–Chiquita...– Alguien susurra a mis espaldas, yo me encontraba arrodillada en el pasillo oscuro de lo que alguna vez fue el lugar más seguro para mi. Yo intento contener las lágrimas, pero mis sollozos eran imposible de silenciar...

–No quiero hablar...– Intenté poner mi expresión más feliz y fuerte.

–Anne...– Respiro hondo y escondo mi rostro entre mis rodillas.

–Déjame quieta...– Siento unos pasos acercarse hacia mi.

–¿Porqué ella llora...?– Otra voz masculina habla tras de nosotras.

–Por favor déjenme en paz...– Solté un pequeño sollozo.

–Gabriel, tráeme los pañuelos.–

–De acuerdo.– Nuevamente estaba sola con él.

–Estoy bien. Déjame en paz. ¿¡No entiendes que quiero estar sola!?– Reventé el frasco de cristal que se encontraba cerca de mi.

–Ven...– Él me levanta a la fuerza y yo tambaleo un poco perdiendo mi balance.

–¿Porqué lloras? Tú eres la persona más fuerte que he conocido.– Él arregla mi cabello destrozado y me mira directamente a los ojos.

–Tú te crees que ser fuerte no cansa, joder. Tú sí que eres alguien quien menos debería hablar.– Me alejo de él y reviento una vasija.

–Yo no quiero seguir siendo fuerte...– Comencé a sollozar incontrolablemente.

–No soy fuerte, Ernando... ¡no lo soy! No pude hacer nada, no siento nada ya. Solo quiero que esto acabe ya. Yo estaba lista para irme, mi enfermedad estaba supuesta a matarme y yo lo acepté; yo estaba bien con morir. Había hecho mi paz, pero llegó él y me ayudó y me saco de esto. Gracias a él pude respirar nuevamente y ahora él no está y... y...– Otro sollozo, caí de rodillas. El dolor que sentía era inconsolable.

–Chiquita...– Él me abraza fuertemente, algo en mi no pudo evitar derrumbarse más. Sentí como apretó mi corazón el dolor inmenso que sentía.

–Solo déjalo ir...–

–No quiero sentir más...– Sollocé rendida. Ernando suspira profundamente y toma mi cara en sus manos.

–Mírame, yo sé qué duele. Pero estás aquí y eso es lo que importa.–

–I don't wanna be here anymore, please. No quiero más... let me go...–

–I can't, y estoy tan agradecida que Annedrea nunca tuvo que conocerlo, estoy tan agradecida que ella no tuvo que conocerlo Ernando.– Comienzo a llorar nuevamente y él coloca mi cabeza en su pecho.

–Aquí están los pañuelos...– Alguien dice a nuestras espaldas.

–Déjalos ahí y llámalo.–

–Pero,–

–¡Dije que lo llames! Me vale una mierda si está con su nueva familia, dile que la madre de su hija lo necesita. Que su sangre es más importante que esa extraña a quien intenta llamar familia...–

–Ernando, tiene los ojos claros...– El chico adolescente apunta hacia mi y yo simplemente tomo los pañuelos y me limpio las lágrimas.

–Déjalo, la sangre pesa más que el agua. Algún día entenderá, ojalá y su hija no crezca con el mismo rencor que tuvo su madre hacia su propio padre. Estaré bien, tranquilos.– Al decir esto me marcho de la habitación y entro a la sala suspirando profundo.

Cosas de la vida, basado en hechos reales...

-Anne Rosario

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