CAPÍTULO 1

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Hace 10 años...


Las calles aquella noche estaban iluminadas por las farolas. A través de sus luces, se podía observar a un hombre de pelo platino y ataviado con un kimono corriendo por ellas. Se escondía tras todos los árboles que pillaba y miraba a su espalda. “Parece que ya no me persigue”. Con un suspiro, abrió la puerta de la tienda de sushi que tanto le gusta, cayendo en la cuenta de que había cometido el mayor error de su vida.

—¡Fukuzawa-dono, qué coincidencia!

En la barra estaba sentado aquel de quien huía: el cliente al que debía proteger y su nuevo compañero autoimpuesto por su maestro Natsume: el doctor de los bajos fondos, Mori Ougai. Seguía llevando aquella bata blanca descuidada y no se había tomado la molestia de peinarse ni de afeitarse.

—No es una coincidencia si está persiguiéndome todo el rato, Mori-sensei.

Fukuzawa se sentó en una de las mesas, seguido por el doctor, el cual se sentó enfrente de él con una gran sonrisa.

—¿Qué cena toca hoy?

—Para usted, nada.

Casi todas las noches la misma escena: el doctor aprovechaba el sueldo de Fukuzawa para poder comer él también... Fukuzawa necesitaba detener de una vez este tipo de momentos donde Mori se fundía medio monedero suyo, pero para cuando quiso decir algo más, el susodicho ya estaba pidiendo al camarero su comanda. Fukuzawa echaba de menos su espada.

—Nos trae 2 platos de chazuke, por favor —se giró hacia el albino—. ¿Usted qué va a querer?

“¿Es en serio? ¿Dos platos se va a comer?”

Cuando las comandas llegaron, Fukuzawa notaba que se le atragantaba la cena observando al doctor devorando con una gran sonrisa sus boles de chazuke.

—Supongo que hoy pagará usted.

—¿Yo? —se puso una mano en el pecho de modo dramático—. Ya sabe que no tengo dinero. Curar lo hago sin ánimo de lucro.

“Y cuando tiene dinero se lo gasta en vestidos para esa niña imaginaria…”

—El dinero no lo es todo, Fukuzawa-dono. Yo cobro por medio de la información.

Cierto. En aquellos tiempos de guerra, la información era lo más importante. Y Mori era todo un millonario en ese tema.

—Además, como militar que fui, aprendí varios trucos para sobrevivir… ¡Otro bol, por favor!

Fukuzawa ya se temía una cuenta con varios ceros.

—Pero hablemos de usted: ¿de quién huía? —de pronto, soltó los palillos—. ¡No me diga que de una mujer a la que ha abandonado tras una cita con ella!

“¿Por quién me ha tomado este pedófilo?”

—Sabe perfectamente, Mori-sensei, de quién estaba huyendo.

Mori sonrió mientras volvía a sorber sus fideos. ¿Estaría pensando que le estaba mintiendo? Ni que fuese a entrar una mujer ahora mismo a darle una bofetada…

Y eso fue lo que ocurrió.

Una mujer entró furibunda en la tienda, se colocó al lado de la mesa de los dos hombres y le pegó tal puñetazo a Fukuzawa que casi se traga el plato de sushi que había pedido.

—¡Devuélveme mi dinero, bastardo!

Mori había cogido el bol para salvar su preciada comida y miraba a la mujer y a su compañero algo confuso.

—Pues sí que se ha enfadado con usted, Fukuzawa-dono.

BSD || La historia jamás contada del primer caso de la ADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora