Capítulo único.

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 "La música sana", es algo que muchas personas dicen y puede que sea cierto... La música sana a quien la escucha, el músico se desahoga por medio de su instrumento y eso le ayuda a mantenerse lo suficientemente cuerdo o, al menos, eso es lo que creo.

Entre el silencio de esa lujosa casa, los apresurados pasos de un pequeño niño de alborotado cabello negro podían escucharse con facilidad.

—¿Mami? —llamó con voz adormilada, tallando uno de sus ojos y viendo a la mujer de largos cabellos cobrizos de espaldas en el umbral de la puerta.

Sí, ese era yo cuando tenía cinco años, era un crío.

—¿Sí? —Lo miró por sobre su hombro, sonriéndole y soltando su maleta por un momento.

—¿Ya te vas? —De respuesta solo recibió un asentimiento— ¿Y te vas a tardar? —preguntó, haciendo un puchero digno de su edad.

Su madre simplemente soltó una risa, negando lentamente con la cabeza y girando sobre sus talones para acercarse al niño, poniéndose a su altura al acuclillarse.

—Un par de días.

—¡Eso es mucho! —reclamó con las lágrimas acumulándose en sus ojos.

—Claro que no, Iván —contradijo la mujer, peinando el cabello negro de su hijo hacia atrás—; verás cómo pasarán rápido y, antes de que te des cuenta, ya estaré aquí con ustedes. —El pequeño hizo una mueca, pero acabó por asentir— Compórtate y obedece a tu padre y a Lydia.

Y, luego de haber dejado un beso en su frente, se levantó y volvió a tomar la maleta entre sus manos, dispuesta a salir, pero su hijo volvió a retenerla al momento de abrazarle.

—Salva muchas vidas, mami.

Malditos traumas infantiles.

Iván abrió los ojos, encontrándose nuevamente en esa oscura habitación y con un par de ojos felinos mirándole con fijeza; sonrió levemente al verlo y llevó una mano a la cabeza del mínimo para acariciarle.

—Buenos días, garritas... ¿Tienes hambre? —preguntó sentándose en su lugar.

Como si el gato fuera a responderme. Creo que ya la soledad comienza a afectarme.

Soltó una pequeña risilla y se levantó para comenzar su rutina típica.

Fue al baño, primeramente, se dio una ducha y luego bajó a la cocina.

Llenó el bowl de comida del gato con su respectiva comida enlatada antes de preparar el desayuno para él mismo.

La misma casa, el mismo cereal de desayuno, el mismo silencio, el mismo sonido del segundero del reloj de fondo, la misma rutina. Todo resulta tan jodidamente monótono.

Pero... Supongo que es mejor que llevar una vida atareada como antes.

A medio desayuno, el completo silencio fue roto por el sonido que producía el timbre al ser tocado, Iván sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo y tragó con dificultad la cucharada de cereal que acababa de meterse a la boca mientras giraba la cabeza para mirar en dirección a la puerta principal.

Días, meses, años sin escuchar ese sonido.

¿Quién rayos...?

Volvieron a llamar y el hombre sintió una molesta opresión en el pecho que lo hizo temblar al momento de levantarse.

Nadie conoce mi paradero, todos me creen desaparecido, nadie podría venir a visitarme, aunque... ¿Nana? ¿Podría tratarse de ella?

Hace tanto que no le veo la cara.

El milagroso pianista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora