Limón

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Me duelen los ojos de tanto llorar.

Hace más de una hora que todos en casa están dormidos, menos yo. Mi hermano duerme a mi lado, en la misma cama; me he pasado los últimos 30 minutos llorando en silencio, sólo sintiendo como mis mejillas se humedecen, hasta que las lágrimas me alcanzan en el cuello y me lo dejan pegajoso.

Tampoco me he movido durante esta media hora, estoy acostado en mi lado izquierdo, mirando a la pared a la cual la cama está pegada. Me gusta imaginar que la pared me da palabras de consuelo, pero no lo hace, y aunque lo hiciese, no la escucharía, porque la voz dentro de mi cabeza es más fuerte.

Todo había ido excelente en la mañana; era un buen domingo, y como todos los domingos de misa en la iglesia, yo no asistí. Pero él sí, por lo que tuve que esperar a que saliese para ir a algún lugar. Habíamos quedado de ir al cine, pero no eral totalmente definido, además, a la mejor ir a otro lugar sería una mejor idea, considerando que yo tenía muchas ganas de hablar.

Así que cuando pasó por mi en su auto, me preguntó que si iríamos al cine, y yo dije que no, que mejor fuésemos a comer a algún lugar, donde pudiese tener pasta, quizá una pizza. Al principio discutimos un poco, pero a final de cuentas llegamos a un acuerdo: comer y después ir al cine.

Yo no tenía dinero para ambas cosas, pero él dijo que el cine corría por su cuenta; no me gusta que me inviten las cosas, pero a veces con él hago excepciones, porque si no, no podríamos pasar tiempo juntos como hemos estado haciendo últimamente: mucho.

Durante la comida estuvo bastante callado, aunque yo no me percaté de ello al principio; yo le conté como estuvo toda mi semana, de nuevo, porque que casi nos vimos a diario, pero yo sentía la necesidad de contarle de nuevo, de darle nuevos detalles, de ser más específico. Él escuchaba atento.

Después en el cine, él se sentó a mi izquierda, y no puso sus brazos en las orejas de la silla. No lo sentí como algo raro, no lo entendí como que buscada evadirme, hasta que intenté agarrarle de la mano. Primero puse la mía en su rodilla, y cuando me puse un poco más de valiente, traté de encontrar su mano, la cual estaba cerca de su entrepierna.

Él respondió rápido, pero en lugar de tomarme, la quitó. No me volteó a mirar, se siguió enfocando en la pantalla. No me lo quise tomar a mal, pero no pude dejar de pensar en eso toda la película. Ni siquiera sé de qué trató. Lo único que pasaba por mi mente era el hecho, el insignificante suceso de que no quiso darme la mano.

Cuando salimos de la función, él seguía serio, traté de no darle importancia, pero el silencio se hizo más incómodo de camino a mi casa; su auto no tiene radio, así que eramos los dos sentados sin decir nada. Me había quedado sin palabras, algo inusual, y ya no me sentía cómodo como antes, ya no sentía un espacio seguro para decir lo que yo quisiese.

En el momento en que quise bajar del carro, él me toma del brazo, me acerca a si, me da un abrazo, y suspira en mi oreja; pareciese que se despidiese de mi para siempre, como si me fuese a un largo viaje del cual no regresaría en meses. No duró mucho, se escuchó la puerta principal abrirse, él me soltó de inmediato, mi madre había salido de la casa a sacar la basura, y podía vernos abrazados, y ella no sabe nada de él y yo.

Durante toda la tarde no contestó mis mensajes; yo no había querido tomármelo a mal, trataba de callar a mi mente lo más que podía. Después de unas tres horas me respondió, su respuesta era indiferente, corta, sencilla, sin ánimo. Le pregunté que si podía ir a su casa, que me gustaría hablar con él, a lo que él respondió con un simple sí.

Pedí un Uber, no tardó mucho en llegar a recogerme, e hice un viaje de más de 35 minutos. Cuando llegué a su casa, él estaba afuera, dentro de su patio, sentado en la cajuela abierta de su carro; estaba fumando, y  yo jamás lo había visto fumar. En cuanto me vio, tiró el cigarrillo al suelo y se sacudió la camiseta, como si eso le fuese a quitar el aroma de encima.

"Hola" me dijo, mirando al suelo

"¿Todo está bien? y me siento en la cajuela, a su lado.

"Eso creo, sí, todo está bien"

"¿Seguro?" quiero saber.

"¿Por qué lo preguntas?" sigue sin levantar la vista del suelo.

"Has estado muy callado, en exceso, me parece" le contesto, le pongo la mano en la rodilla, y luego subo hasta encontrarle la mano, y esta vez no la retira.

"¿Te parece?" sigue sin mirarme a la cara, mira a nuestras manos juntas.

"¿Hay algo que quieras decirme?" mientras pongo mi cabeza ladeada en su hombro.

"No lo sé" tartamudea un poco.

"¿Estás preocupado por algo? ¿algo te molesta?" y busco su mirada; a mi tampoco me gusta mirar a los ojos, pero en esta ocasión lo considero oportuno.

"Quizás" me dice, y empiezo a sentir algo de desesperación, pero la ignoro, y sigo intentando descubrir qué pasa. Aunque en el fondo, creo saber de qué se trata, pero también es un pensamiento que ignoro, que me niego a creer hasta que él no me lo diga.

"¿Se trata de mi?" le pregunto.

"En parte, se trata de ti, de mi... y de alguien más" me dice, y yo siento como el alma se me cae a los pies. Los ojos me lagrimean, pero no lloro, de mera convicción.

"Continúa" lo aliento.

"Bueno... es que... tú me gustabas... e intenté decírtelo... pero jamás vi que me correspondieses, me has tratado como amigos desde un principio hasta hace rato, cuando intentaste agarrar mi mano por primera vez" hipeando.

"De acuerdo, ¿y qué más?" le pido continuar.

"Y pues que he conocido a alguien más, porque me cansé, me cansé de esperar, de darte señales, de ser muy obvio, y de no ser correspondido" y es ahí cuando se levanta, y se pone frente a mi "traté de conquistarte, de hacerte ver que te quiero, que me gustas, y poco te ha importado, y hoy vienes a agarrarme la mano, ¿y esperas que venga con eso de nuevo a ti?" me reclama. Está molesto, está dolido, lo sé.

"¿Por qué jamás dijiste nada?" trato de mantener las cosas bajo control, pero mi voz flaquea.

"¿De qué hablas? lo he intentado, y tú me has rechazado en cada ocasión, incluso tus amigos te lo han dicho, y a ti te ha tenido sin cuidado. Toda esta semana me pediste vernos casi a diario, y pensé que algo cambiaría, pero sólo se trata de ti, sólo hablamos de ti, o más bien, siempre hablas de ti" y ahora no sé qué siente. ¿Quiere que me disculpe?

"Lo siento" y lo digo en serio.

"Ya, déjalo, no importa ya, te pediré un Uber, yo lo pago" saca su teléfono; está temblando, aunque no hace frío. Puede que sea que quiera derrumbarse, o quizá es ira, quizá quiere golpearme, hacerme sufrir como yo lo hice con él. No tengo idea.

"Espero que él sí te corresponda, que sí se de cuenta a tiempo de que te gusta" le digo. Aunque me duele que tal cosa pase.

"Tu Uber llegará en dos minutos" me dice, mientras se mete a su casa, y me deja ahí afuera, en la noche, con el corazón destrozado.

Llego a mi casa, ruidosa como siempre, me meto a mi cuarto, y me recuesto en la cama a mirar el techo, pensando en todo lo que he hecho mal, pensando en que yo tengo la culpa, que lo arruiné desde el principio, que quizá no me di cuenta, pero mi intención, quizá, siempre fue el de echarlo todo a perder. No es la primera vez que lo hago.

¿A qué precisamente le tengo miedo? no tengo idea, me convenzo de que todo está bien, pero la realidad parece demostrarme lo contrario, e intento que no me duela, intento seguir adelante, pero en ocasiones es más difícil decirlo que hacerlo; no quiero llorar, pero parece inevitable, y cuando estoy a punto, llega mi hermano a acostarse.

Me pregunta si estoy bien, yo contesto que sí, y él toma mi palabra por hecho. Conversamos un poco, con la luz ya apagada, y después de unos quince minutos, mi hermano se queda dormido, y yo empiezo a llorar, en silencio, respirando profundo, mirando a la pared, y viendo ahí todo lo que he hecho mal, viéndolo a él ahí, preguntándome si él, al igual que yo, llora, si llora en silencio o a pequeños gritos. 

Después de un rato, me quedo dormido.

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⏰ Last updated: Jun 30, 2020 ⏰

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