Capítulo 2

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Me encontraba haciendo ejercicio en el cuarto. Nunca empiezo a hacer deporte hasta que no como algo. Sólo tenemos 3 comidas al día; el desayuno, comida y cena, además de ser pocas veces, traen poca comida. Sólo te proporcionan mayor cantidad cuando sales del laboratorio, supongo que nuestro cuerpo necesita recuperarse.

El caso es que abrieron la puerta. Sólo se abría si los de blanco lo hacían. Solían venir a preguntar si saldrías o no al patio interior, ya que si decidías no ir, no te quedaba otra que quedarte encerrado, no te iban a dejar a tu libre albedrío.

También acudían a tu puerta para sacarte el día de la ducha, o para llevarte donde trabajar, que se quedaban contigo haciendo vigilancia para que no fueses a otro sitio. La única otra razón por la que acudían a tu puerta los de blanco, era o bien para llevarte la comida, o para llevarte junto a ellos al laboratorio.

Aunque ocurra muy pocas veces, y a casi nadie aquí le haya ocurrido, siempre queda ese pequeño miedo a que quien esté detrás de la puerta no sean los de blanco, sino los de negro. Yo temía eso cada vez que veía la puerta de mi cuarto abrirse.

Entraron al cuarto, nunca iba uno solo. Llevaban siempre unos trajes blancos que eran súper anchos, y una especie de casco que se solapaba con el resto del traje. El casco tenía un cristal, pero era negro, y al menos sé que de fuera hacia dentro no se ve nada, así que nunca sabíamos cuáles eran sus rostros.

A algunos podíamos diferenciarlos por la altura, por su voz, o por la masa que tienen, y a otros por sus formas de andar, tan peculiares y personales. Tu cerebro sólo intentaba diferenciarlos cuando no iban a por ti, sino a por otra persona. Cuando iban a por ti, tan sólo colapsabas y no te fijabas en ese tipo de cosas.

Siempre iban armados, aunque nunca abusaban de ello. Yo personalmente nunca he visto esas armas en funcionamiento, pero Miky me dijo una vez que ella sí pudo presenciarlo, y que fue un día en el trabajo. Dice que fue al otro pabellón, ya que hay 3, con distintos patios interiores, pero mismo patio de luces.

Ella estaba yendo a reparar algo, y por el camino pasaron por el patio interior. Dice que alguien intentó salir corriendo por la puerta que acababan de abrir para entrar. Los de blanco que iban con ella apenas pudieron reaccionar a tiempo, debido a que los de blanco que hacían guardia le dispararon al fugitivo en la pierna, y enseguida fueron a por él. Ese tipo de trato es el que me hace dudar. Por un lado nos maltratan y utilizan, pero por otro no parece que quieran agredirnos.

Entraron en mi cuarto, y se situaron dos en un lado cada uno de la puerta, y entonces entró el tercero. Todo tipo de precaución les parecía poca. Yo estaba en el suelo tirado, haciendo flexiones. El último de los de blanco que entró parecía que estaba esperando a que me levantase por mí mismo, y eso hice. Se acercó a mí, y me hizo una seña con un movimiento de cabeza para que le siguiese. Cogí mi toalla, y salió del cuarto, tras él salí yo, y por último los otros dos.

Era inquietante andar junto a esos grandullones. No es que fuesen armarios ni nada de eso, pero a comparación de mi cuerpo esbelto, sin apenas masa, al lado de ellos parecía impercibible, ya que entre que tenían masa de por sí, y que los trajes les aumentaba visualmente el volumen, hacían que cualquier adolesceste a su lado no pareciese nadie.

Me llevaban a las duchas, junto con otros 19 chicos. Nos solían dividir en grupos de 20 para así agilitar el proceso lo máximo posible, sin perder el orden ni causar descontrol. Aunque de normal todos obedeciésemos, no olvidemos que aquí sólo hay niños bien pequeños, hasta adolescentes, por lo que mantener esa estabilidad es algo más complicado de lo que parece realmente.

Nos duchábamos en unos baños que habían sólo para eso. Bueno, eso si por baños entendemos unas paredes de azulejos blancos, con 8 sumideros bajo.

Me reunieron junto a los otros 19 chicos, y nos dirigimos a los baños. Una vez ahí había unos vestuarios donde dejábamos la ropa que llevábamos, junto a nuestras toallas, que tenían un etiqueta con nuestro número. Una vez la dejábamos en los bancos de madera que habían, entrábamos todos juntos a la parte donde se situaban los sumideros.

Supongo que no hará falta explicar que seguíamos en todo momento acompañados por los de blanco. Nos poníamos cerca de la pared, justo en la línea que formaban los sumideros, y nos sentábamos en unos pequeños bancos que habían. Ahí nos daban unos paños empapados, y con ellos teníamos que lavarnos todo el cuerpo. Luego de eso teníamos que escurrirlo y dejarlo en un cesto.

Ese era el máximo roce que teníamos con el agua, salvo cuando la bebíamos diariamente, evidentemente. Después de ello entrábamos de nuevo a los vestuarios. Ahí nos dejaban estar un rato más, para secarnos y vestirnos de nuevo, a no ser que fuese día de lavar la ropa y las toallas, que entonces nos daban otra mientras limpiaban las sucias.

Acabé de ponerme la ropa

Después de esa ducha, no demasiado agradable, nos llevaban de vuelta a nuestros cuartos, y otras veces, sin previo aviso, nos desviaban del camino y nos dirigían directamente al laboratorio. Yo por suerte esa vez me libré, pero de los 20 que éramos, unos 4 sí que tuvieron que hacer la visita.

Al llegar a mi cuarto dejé la toalla extendida encima del váter, para que se fuese secando. Preferí no seguir haciendo ejercicio para poder mantenerme más tiempo aseado. No hice mucho más que estar tirado como de costumbre esperando a que el tiempo pasase, esperando a que ocurriese algo que nunca ocurriría.

Se hicieron las 17:00, y abrieron mi puerta para comprobar si quería bajar al patio interior. Ese día sí accedí, ya que había quedado con Miky. Unos días atrás estuvimos hablando, y me comentó que tenía que hablar conmigo sobre algo, pero que aún no podía ser, que mejor quedábamos el día de la ducha para hablar.

Out Of Control.          [En Proceso]Where stories live. Discover now