It's Here

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Seis muertos perseguían al grupo de guerreros, ellos no podían perderlos, no se habían percatado de los grotescos ojos en las paredes, ellos eran quienes los espiaban, además él grupo no podía avanzar tan rápido debido a la herida Leilla, Erina miraba atrás notando a sus perseguidores cada vez más cerca.

—¡Es inútil debemos enfrentarlos! — bramaba la guerrera a los demás.

Ella se detuvo desenvainado su arma, sentía miedo de las anormales seres, pero debía superarlo si es que deseaba convertiste en una guerrera.

—Pase años entrenando con mi padre, mis compañeros, ahora no puedo evadir mi destino — los esqueletos arremetieron con hachas.

La guerrera golpeo a uno con su codo en la cara , debido al choque cae de espaldas, dejándole en uno contra uno, el hacha enemiga pedía desesperadamente la sangre de Erina, el arma de acercaba por su punto ciego, la nuca.

—Erina, he peleado en diversos escenarios, desalentadoras situaciones, peleas fáciles de ganar y luchas muy parejas — la aún más joven Erina escuchaba atentamente a su padre — pero al final no importa lo arduo y honorable de los enemigos recurren a un golpe vil y traicionero, la espalda.


—¿Todos son así padre? Gente sin honor — su padre negó con calma.


—Existen, aún por mucho que te topes con gente sin honra, ten fé, aún por mucho que veas como una persona es capaz de hacer actos tan aberrantes tu ten fé, pero nunca bajes la guardia — hablaba indirectamente de el Conde Roland — cuando tengas a tu oponente detrás no lo pienses oscila tu espada hacia tu espalda.


El hacha golpea sin piedad, el potente sonido  llama a sus compañeros quienes estaban ahora bastante retirados.


—Tenias razón padre, tienen tendencia a dar golpes rastreros — se decía a sus adentros, al haber bloqueado el hacha, con un veloz movimiento manda a volar el arma del esqueleto, para luego atravesar su cráneo con una estocada.


Por desgracia el cuerpo esquelético siguió avanzando hacia Erina, ella no podía creerlo, sabía de historias de muertos reanimado, pero estos morían al perder la cabeza, de este solo emanaba de su interior una bruma negra, sus manos huesudas intentaban alcanzar a la guerrera, ella retrocedía pero el muerto en el piso se levanto, integrándose a los otro cuatro.


—¿Cómo se supone que les haga frente? — su respiración se agitaba ante el miedo y el ansia.


La gran mayoría de los errantes no tenían armas, pero parecían ansiosos por atraparla, ella miro su arma, solía tener la idea que no existía cosa más temible que su arma, pero ante este horror su espada palidecía en comparación a ellos, sus siniestra presencia y su existencia anómala aterraban a Erina.


—¿Realmente mi espada sirve de algo en su contra? — se cuestionaba con una visión fatídica — ¿Moriré en esta aventura? ¿Me volveré en uno de ellos al morir? ¿Qué se sentirá ser ellos? — los miro directamente a los ojos intentando averiguarlo, la verdad le fue revelada pudo ser testigo de una profunda desesperación y sufrimiento, era el infierno mismo lo que envolvía al alma del errante.


—¡NO! ¡NO! ¡No puedo morir en este lugar! — en su desesperación al ver la tangible realidad de su destino se arrojó contra los muertos.


Una de las heladas manos sujetaron del cuello a la guerrera, llevándola contra la pared, sus brazos fueron agarradas para limitar su resistencia, los muertos poseían una abrumadora fuerza, la cual parecía irreal tanto como ellos, el errante que la tenía del cuello se preparaba para acabar con su con su huesuda mano.


—Se acabo.. espero sea rápido— apenas lo pensó apretó con fuerzas sus ojos preparándose para el intenso dolor que estaba por experimentar.


El agarre del muerto se aflojó, liberando a Erina, ella al tocar el suelo vio una espada asomada del pecho del errante y como este se hace pedazos liberando una pequeña bruma negra, apareciendo su compañero Sablon, el apenas logro salvarla, pero ahora los cinco restantes intentaban quitarles la vida.


—¡Erina apuñálalos en el vientre! — dos muertos se le fueron encima, la guerrera solo se limito a ver pues tenía a tres más a su alrededor.


Intento dar una estocada, pero los errantes estaban preparados para su evidente ataque siendo detenido por el agarre de uno de ellos, logrando tomarlo de la hoja del arma, sin dificultad rompió la espada.


—¡No es posible! ¡¿Ellos acaso nos entienden?! — musitó temerosa, optó por sacar su daga apuñalando los restos colgantes en su pecho, los cuales ocultaban la neblina negra en su interior.


—¿Puedo hacerlo? ¡Puedo hacerlo! — se convencía intentando superar su miedo, de aquellos brillantes ojos rojos capaces de mostrar el horror que se sufría.


—Interesante, existen más humanos además de Alastor — escucho Erina una voz robusta, al ver pudo notar a un orco.


—¿Un orco? — apenas pudo notar su presencia es golpeada por uno de los muertos arrojándola contra la pared.


Sablon forcejeaba contra los errantes, manteniéndolos a raya usando su espada como barra, el peso de sus enemigos le impedía ponerse de pie, necesitaba ponerse de pie con rapidez.


—¡Erina me necesita! ¡Debo quitármelos! — los pateaba intentando conseguir algún resultado.


Los cadáveres se desplomaron sobre Sablon, pero ahora sin peso, sin voluntad, para enseguida desbaratarse, esto inquietó al guerrero, pero se quedó sin habla al ver qué su salvador era un orco, quien lucía muy orgulloso de su logró.


—No los había visto antes — replicó el orco mirando a Erina y a Sablon, ellos no lo veían con buenos ojos — calma extraños, parece que realmente son nuevos.


—No entiendo de lo que hablas — respondió Erina, ellos tenían entendido que los orcos eran criaturas despiadadas.


—¡¿Por donde entraron? ¿Acaso la puerta está cerca? — esas palabras hicieron responder a la guerrera.


—La puerta se cerró, dejándonos aquí — contó aún incrédula.


—¡Demonios! ¡No se puede contar con Alastor! ¡Y la puerta desapareció! ¡Tendré que repetir esto una vez más! — sus palabras resultaban confusas para los guerreros.


Los demás del grupo volvieron por sus compañeros, el orco no pareció muy contento.


—¡Bien! ¡Me prepararé para el siguiente ciclo! — grito molesto retirándose del lugar.


—¡E-espera! Quisiera saber de lo que hablas — le pedía Erina, este le miro desganado.


—Pronto lo comprenderás, solo manténganse cercas de la luz, hagan caso y estarán bien — les aconsejo para perderse en el pasillo sangriento.


—Este lugar me tiene con los nervios de punta, vayamos al lugar donde se encuentra ese guerrero Alastor — Erina asintió, pero recordó que el orco también mencionó ese nombre.


—¿Quién era ese? — pregunto Dimos al ver una figura desapareciendo de su vista.


—Un guerrero muy extraño — contesto Sablon siguiendo el camino al corazón de la mazmorra.


Al llegar a una gran puerta el grupo se detuvo sabían que lo había del otro lado era algo temible y necesitaban armar un plan antes de ingresar, a todos les parecía raro no ver a ningún errante por la zona.


—Estoy seguro que necesitaremos separarnos en dos grupos, uno que llevara a Leilla con Alastor y otro que llame la atención de lo que sea que exista allá — les dejaba en claro Dimos, Erina notaba algo raro en su compañero.


—Propongo que Erina acompañe a Leilla, yo me ofrezco para ser la carnada — propuso Sablon, esto le pareció bien a Dimos y a Leilla, pero Relgon se mostraba nervioso no deseaba ser la carnada.


—Seria mejor que un hombre le cuide la espalda — interrumpió el ex-lider.


—Tienes razón, Sablon tu las cuidarás, yo y Relgon distraeremos a lo que exista.


Sin más el grupo abrió la puerta, topándose con un escenario inesperado, estaban en una zona elevada de la sala del tesoro y podían ver con bastante claridad la cima de la torre, ellos aún estaban más arriba de donde era la cima, pero cadenas conectaban con la torre del cristal azul, Relgon miro la inmensa cantidad de muertos en el lugar, Erina pudo ver una figura que tenía espadas en las cuales salía fuego, el combatía contra los errantes con gran coraje, pero entonces Relgon grito, llamando la atención de los reanimados.


—¡Leilla! ¡Erina! ¡A las cadenas! — les ordenó Dimos, quien se preparaba para defender las grandes piezas de acero que conectaban con la singular torre.


—¿Por qué no puedo evitar sentir que algo no está bien? — la inquietud de Erina no le daba respiro.

Hill's Mortem: Requiem For The Flaming Sword Donde viven las historias. Descúbrelo ahora