Yo nunca, nunca...

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— ∞ —

—Hace demasiado calor aquí —se quejó el pato ante el abrazador clima en el que estaba, mientras trataba de taparse inútilmente del sol con sus débiles brazos. Hace horas que estaban en el desierto, caminado sin aparente rumbo. Ya habían recorrido un tramo considerable y, pese a eso, pareciera que fuera infinito y que su destino estaba más lejos de lo esperado.

Meses de planeación, días viajando y horas en busca del tesoro perdido de quién-sabe-quién custodiado por el monstruo de algún origen extraño, y que probablemente tendría una maldición... A estas alturas ya habían olvidado los detalles exactos. Definitivamente ninguno de los tres tenía ganas de aguantar los típicos "uau", "Espera, ¿qué?" y los "AHHHHH's" que usualmente conllevaban este tipo de aventuras.

—Parece que el tesoro perdido se mantendrá... perdido —dijo José entre risas fingidas y pesadas en un intento para relajar el pesado ambiente que crecía a causa del cansancio y frustración. ¿En qué momento habían aceptado realizar ésta búsqueda? En primer lugar... ¿de quién había sido la idea? Tampoco lo recordaban a detalle. Vagar en un desierto por días hasta encontrar señales de un tesoro el cual sólo había sido descrito en leyendas. La verdad no sonaba a una muy buena idea ahora que morían deshidratados.

El único que no parecía tan abrumado por toda la situación era Panchito, quien de alguna manera había mantenido su energía y optimismo hasta el final.

— ¡Vamos, caballeros! Estoy seguro de que estamos cerca del tesoro. Sólo debemos aguantar un poco más y...

—Dijiste eso hace como dos horas y seguimos caminando sin rumbo. ¡Mis ya piernas no resisten más! —En ese mismo instante Donald cayó de rodillas al suelo alarmando a sus compañeros quienes se acercaron rápidamente a él para levantarle.

—Panchito, entiendo que quieras continuar con este viaje, ¡pero por favor! Estamos muy cansados, y no sé si podamos resistir mucho más —reclamaba José a la vez que ayudaba a Donald a pararse e hidratarse, tratando de conseguir contacto visual con el pelirrojo para hacerle entrar en razón.

Panchito dio una mirada panorámica a su alrededor, comprobando la distancia que aún faltaba y el estado actual de sus colegas. Parecía estar pensándolo bastante antes de dejar escapar un suspiro de resignación.

—Está bien, me rindo, descansemos aquí, de todas formas ya está anocheciendo.

Dicho y hecho, su objetivo había cambiado. Ahora lo único que importaba era encontrar un lugar seguro para descansar. Gracias a Dios había un lugar no muy lejos de su posición actual, así que no tardaron mucho en llegar allá, al igual que la noche no tardaba mucho en alcanzarles. Sin perder más tiempo empezaron a armar el que sería su campamento provisional.

—Hey, encontré estas ramas —anunció Zé luego de haberlas buscado un rato en el desierto.

Great! Dáselas a Panchito, ha de estar esperándolas.

Con un leve gesto Donald le indicó a José dónde situarlas. Él siguió sus indicaciones, y vociferó: — ¡Entrega de madera!

—Oh, justo a tiempo. Ya estabas tardando —se acercó a José para tomar las ramas de sus brazos.

— ¿Ah, sí? —José se deslizó un poco más hacia Panchito provocando que diera un pequeño salto de la impresión —. ¿Tan impacientemente esperabas por mí... o por la madera?

Panchito tardó un poco en procesar la situación en la que se encontraban antes de alejar a José de él.

—No empieces ahora, estábamos cerca del tesoro. Sé que podríamos haber llegado —dijo mientras hacía fricción entre las dos ramas en sus manos.

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