La chica que me gusta es increíblemente hermosa. Ella mide al menos un metro con setenta centímetros, es delgada y lleva el cabello por los hombros. Escuchar su voz hace a mi corazón encogerse y observarla lo enloquece.
A ella la conocí hace unos años, en la cafetería del pequeño colegio campestre en el que estudié. En ese entonces su cabello era largo y acostumbraba a llevarlo en una alta coleta. Nuestros ojos se cruzaron un par de veces pero ninguna de las dos se atrevió a dirigir la primera palabra, yo era demasiado tímida y ella lo suficientemente cuerda para no hablarle a la desequilibrada mental del plantel educativo.
Normalmente se sentaba con sus amigas en el "área verde/recreacional" de la institución, hablaban y se reían descomunalmente, como si el mundo a su alrededor hubiese dejado de existir.
De su círculo social la más hermosa era ella, o al menos a mí me lo parece. Su voz es gruesa y sus ojos profundamente negros, de las pocas veces que he tenido el placer de observarlos pude sentir como una parte de mi alma se iba con ellos, se robó un pedazo de mi sin siquiera saberlo y eso me hace delirar.
Por la época en la que mi corazón se volvió loco por ella, yo era bastante tímida y acostumbraba a observarla cuidadosamente desde lejos, la detallaba minuciosamente e intentaba averiguar hasta el más mínimo e irrelevante detalle sobre su persona. Me volví una maniática.
Tal vez fuese solo coincidencia, pero por alguna razón que solo ahora puedo comprender frecuentemente me la encontraba, la veía casi a diario, en el colegio, en el trabajo, mientras paseaba, en todo momento. Y, teniendo en cuenta lo que más adelante aconteció, si yo fuese ella me habría sentido aterrada.
En una de las pocas ocasiones que me dirigió su palabra, yo estaba totalmente absorta en mi mundo. Estaba en medio de una de esas complejas conversaciones internas en las que las voces de mi cabeza no podían desistir de discutir, ni aunque nuestra amada estuviera justo frente a mi.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, y no pude evitar golpear mi cabeza, quería detener todo a como fuese lugar, no quería que ella lo notará, no quería que viera lo loca que estoy. No quería... Pero no pude detenerlo, ella huyó asustada, preocupada también, pero por sobretodo asustada.
En ese entonces mis crisis empeoraron, me sentía horriblemente mal, había sido expuesta y saboteada justo frente a mi amada de la manera más vergonzosa posible.
Fueron quizás dos o tres veces en las que la confusión, la ira y la desesperanza me llevaron a destrozar mis venas, ingerir más de la dosis necesarias de pastilla e incluso apuñalarme, por ese entonces estuve privada de verle, y tuve que soportar lo doloroso que suponía vivir en un manicomio.
Y ahora... ahora las cosas no distan mucho del pasado, han sido ya seis años desde que mi hogar es el enorme hospital lleno de paredes blancas, locas enfermeras, y centenares de personas aún más desequilibradas. Poco a poco, con ayuda de los antipsicóticos y demás medicamentos, he conseguido mantenerme cuerda por momentos. Las voces de vez en cuando se van y le dan campo libre a las hermosas imágenes de mi amada que aún se conservan en mi cerebro, pero pese al progreso que he tenido nunca se me permitió abandonar el lugar, estoy presa, ya me resigné.
Suelto un enorme suspiro, y vuelvo a llenar mis pulmones de aire. Me siento bien. Realmente me gusta pasar el tiempo en el pequeño parque lleno de árboles, y bancos de piedra que se sitúa justo detrás del enorme edificio psiquiátrico.
Todos los días, luego de despertar, ingiero mis medicamentos, algo de comida y voy rápidamente a mi lugar favorito del mundo. En los linderos del parque hay una hermosa y delicada silla de metal pintada de blanco que cada vez que veo, me supone un alivio inexplicable, la contemplo durante horas, como si fuese la obra de arte más hermosa que el hombre ha creado.
He escuchado a un par de enfermeras hablar sobre lo loca que estoy, sobre como mi aspecto parece empeorar conforme pasa el tiempo y sobre como suponen que viviré el resto de mi vida en aquel lugar. La verdad es que yo también estoy de acuerdo, aunque no considero que mi condición haya empeorado del todo.
— ¿Ana? ¿Eres tú? —Una voz que perfectamente recuerdo interrumpe mis pensamientos, comienzo a sentir como el pánico y un centenar de emociones más comienzan a brotar desde mi interior.
No digo nada, me mantengo en silencio, intentando adivinar si lo que acabo de escuchar es una ilusión o no. Ella se acerca a mi, y posiciona su rostro justo frente al mío.
— ¡Oh! Si lo eres. ¿Estás bien? — Sus dientes. Oh, sus dientes... Su sonrisa.
— ¿C-cómo sabes mi nombre? —Estoy nerviosa, y a nada de volver a enloquecer.
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The girl that i love.©
Короткий рассказ"- El amor no existe, en realidad todos estamos locos. El amor no es lo que describe la RAE basándose en la ciencia, la filosofía y la biología. El amor es sinónimo de obsesión, locura, sufrimiento y pesares. Nunca te enamores, amada mía. Nunca lo h...