Weak-Stony/Starkrogers

Boy, oh boy

To my nostalgic

La música era alta pero no llegaba a sus oídos. Despeinaba con nerviosismo su sedoso cabello rubio esperando, como si la sola razón para asistir a ese lugar todos los fines de semana tuviera nombre, y lo estuviera mirando justo en ese momento.

Era gracioso pensar que sabía que estaba ocurriendo, era totalmente consiente de la sonrisa que trataba de ocultar a través de vaso de limonada y alcohol. Rehuía de sus ojos, solo un poco más para hacerlo interesante, para alargar el proceso, porque tenia claro que apenas viera esos ojos achocolatados todo acabaría. 

Observó discretamente sus pasos felinos, atravesando la distancia que lo separaba y dirigiéndose directamente a él. "No caigas, no de nuevo" se reprendió. Él se acercaría y el rubio haría uso de todas sus fuerzas para decir que no. No gracias, estoy bien así. 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca para oler su perfume se derritió, tal parecía que sus sentidos no lograban captar la intención de negarse, más aún cuando escuchó su voz, gruesa y masculina.

—¿Puedo invitarte un trago, hermosura?

Su sonrisa arrogante lo dejó sin aire unos segundos, se recriminó al sentir el calor subir a su rostro. No gracias, es lo que debería haber dicho. Si hubiera sido fuerte, habría terminado esa noche con tranquilidad y despertado en su propia cama, listo para otro día de universidad. 

No gracias, no quiero ir a ninguna parte, si esas palabras hubieran salido de sus rojizos labios nada de eso estaría pasando. Pero era tan fácil caer con él, y después de un pequeño asentimiento y muchos tragos podía sentir las duras manos del contrario en su cuerpo, sus labios cálidos en su cuello.

Y Steve era débil, tan débil, pero amaba caer por él. Porque Tony Stark había secuestrado su mente, sus sensaciones. Jamás se sentía tan alto como cuando el castaño movía sus labios contra los suyos. Un beso suyo era tan malo para su salud mental, era enloquecedor sentir su lengua recorriendo todo a su paso, haciendo que olvidara su nombre, sus penas. Amaba la presión que ejercía el pecho del mayor, pegándolo a la pared, su espalda golpeando con fuerza en el colchón. Se enamoro de ello, se enamoró de él.

Al diablo lo que diría su padre, lo que diría su familia, cuando estaba entre sus brazos nada importaba. Ni que su teléfono no dejara de sonar en aquella mesita de noche, no mientras estuviera nublado por el placer de tener a Tony en su interior, demasiado ocupado en gemir con fuerza y atraer más al hombre que amaba. Sintiendo su piel arder, su cuerpo ser consumido por el fuego de tener al castaño encima suyo.

El hombre era una tentación a la que siempre sucumbía, y no podía esperar a que pase de nuevo. Despertar entre sus brazos ignorando todo a su alrededor, preparado para caer de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo. Perderse a si mismo, y encontrarse reflejado en sus ojos llenos de lujuria. 

Esa mañana despertó recostado en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Ignoró el dolor en su espalda para buscar su ropa y vestirse. Se sintió tonto por caer de nuevo, porque era consiente de que el momento había terminado y tenía que volver a su realidad. En donde su padre furioso exigiría saber donde estuvo y Steve no tendría el valor de responder. Pero justo cuando dejaba la habitación, sintió un agarre en su muñeca. El autor de ese agarre completamente desnudo, luciendo tan irresistible.

—Hoy no escaparás cariño, aún no tengo suficiente de ti.

Caer era algo que debía ser costumbre para el rubio, era tan débil que no le importó faltar otra noche a casa.

Desayunó con el castaño viéndolo a los ojos, rieron de todo. Steve recibió gustoso los abrazos de Tony mientras veían una película  y se retorció mientras lo embestía más tarde. Despertó a la mañana siguiente enredado con las piernas del mayor, terriblemente cansado pero feliz. Demasiado feliz porque la noche anterior su amor le había confesado que lo amaba también. 

Le encantaba caer por él, aun más sabiendo que Tony también caía.