Una carta y algo más que eso

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Querida tú, no ha pasado ni un día desde que te fuiste para que hagas, de mi pecho, una revolución caótica de sentimientos.

Te extraño, de eso no cabe duda. Extraño la forma de tu frente, aquel pelaje blanco en forma de corazón que desprendía amor y ternura.

Extraño tu mirada, tan triste y cargada de experiencias y dolores que nunca sabré. Ojos gentiles y delicados, cafés oscuros como la tierra mojada, lindos, sí.

Extraño tus caricias y la forma en que lamias mi rostro, mis manos. Esa baba que desde siempre me había parecido asquerosa era la forma en que podías demostrar tu amor, y yo simplemente no lo pensé mucho, no hasta ahora.

También extraño que seas ruidosa, porque sin ti la casa solo suena a silencio.

Estoy segura que no entendiste nada, y eso me duele más. No entendiste por qué la mujer te llevó en su carro grande. Temblabas, lo recuerdo bien, temblabas por temor y miedo y se notaba que suplicabas silenciosamente por ayuda, pero no hicimos nada.

Ahora me viene a la mente que quizá nos odies, o peor aún, que mantengas esperanzas en que volvamos a vernos. Lo último duele más, más y más que se me crea un nudo de solo pensar en que nos estás esperando.

No leerás ésto, lo sé muy bien pero déjame un rato pensar que sí. Déjame decirte que eres y serás siempre uno de los amores de mi vida.

Porque te amo, tú.

Mi mente está por todos lados ahora, no me siento yo. A veces lloro de la nada por tu partida, otras veces simplemente me quedo con la mente en blanco.

Si tan solo las cosas fueran diferentes, pero ya es muy tarde para arrepentimientos porque ahora solo queda aceptar, por más que duela.

Tatuaré lo que siento en tinta invisible sobre mi corazón, porque desde ahora en adelante, será febrero cuatro.

Hoy, mañana y siempre.

Con amor, yo.

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