Capítulo 1 | Julia

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¿Nombre?

Inhalo y exhalo despacio.

¿En serio voy a hacerlo?

Sí, claro que sí. Tan pronto Katy mencionó de pasada el «Balkan» cuando hace cuatro meses en Siberia, Esquiabamos supe que sería cuestión de tiempo para terminar frente a la
computadora llenando la solicitud.

«Julia O. Volkova», tecleé.

Al hacer esta solicitud, es necesario adjuntar tres tipos de identificación
distintas.

Армат tiene una política estricta de «cero apodos» al momento de la admisión.

No obstante, es posible usar alias durante las interacciones con otros miembros de aquel club, a discreción personal.

Qué bueno. Gracias.
Pero me sigo llamando Julia Volkova.

¿Edad?
Tecleo «33».

Proporcione una breve descripción personal.

«En muy buena forma. 1.65 m, 48 kg».

Espera.

He estado haciendo ejercicio como loca el último mes.

Entro al baño y me subo a la báscula. Regreso a la laptop.

«45 kg».

Al llenar esta solicitud, es necesario enviar tres fotografías recientes a su agente de admisión.

Por favor, incluya las siguientes: un retrato de frente, una toma de cuerpo completo en la que muestre su físico y una toma con un atuendo que acostumbrara usar en público.

Estas fotografías serán resguardadas bajo un acuerdo de estricta confidencialidad.

¡Vaya! ¿En serio voy a enviar mi información personal y tres fotos mías a quién sabe dónde, para que las vea un «agente de admisión» desconocido y así poder entrar a un club de citas o club sexual del que no sé nada?

Suspiro.

Sí. Claro que lo haré.

Aunque vaya en contra del sentido común, en contra de cualquier razonamiento analítico, e incluso si mi instinto me dice que quizá sea
una pésima idea.

Desde que oí a Katya hablar del Армат hace cuatro meses supe
que lo haría.

—¡Es genial, Julia!

Me dijo Katya, apoyando la punta del pie sobre la tabla y estirando la mano para mover el baston

—Es el dinero mejor invertido de mi vida.

¿Era el dinero mejor invertido de su vida, tratándose de una chica que maneja un BMW?

Esa era una reflexión que no podía ignorar.

De hecho, gracias a la recomendación intrigante de Katya casi no he pensado en otra cosa desde aquella esquiada.

Aun cuando estoy en medio de la que podría ser una cogida épica con
una sensual maestra de kínder o abogada o encargada de la barra del bar o azafata o banquera personal o estilista de perros o diseñadora gráfica o reportera jurídica o
mesera o estilista o enfermera pediátrica o cantante, lo único en lo que puedo pensar es en lo que quizá me estoy perdiendo al no pertenecer a The Balkan.

—Es como una sociedad secreta

Me explicó Katya con mucha emoción y efusividad

—Hay miembros en cualquier lugar del mundo al que vayas, sin necesidad de aviso previo, y con quien te juntan siempre es… asombrosamente compatible contigo.

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