Capítulo 3 | Julia II

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Perdí toda la mañana en una sala de juntas con mi equipo gerencial, medio prestando atención a una conferencia telefónica con Jason en Los Ángeles, mi tía Irina en Nueva York, y sus respectivos equipos.

—La nueva adquisición no está desempeñándose como esperábamos.

—Sí, pero la verdadera pregunta es: ¿será una tendencia o un problema
aislado?

—¿Alguien puede plasmarlo en una hoja de cálculo?

Bla, bla, bla. Pura palabrería.

Desde anoche que envié mi solicitud a The Balkan, no he podido para nada concentrarme en lo más mínimo.

Incluso cuando la joven cajera del súper me sonrió y me preguntó qué haría más tarde, sólo pude tomar mis bolsas de la caja registradora y contestarle que estaría ocupada.

Y eso que tenía perforaciones, lo
que significa que tiene una seria falta de amor paternal.

No recuerdo cuándo fue la última vez que rechacé a una mujer así, porque por lo regular son mi debilidad.

Pero en este momento no estoy centrada en la seducción.

Apenas minutos después de enviar la solicitud, recibí un correo
automatizado de una dirección no manejada por una persona que me informaba que mi agente de admisión había recibido mi solicitud y que se procesaría cuanto antes.

«El proceso de revisión toma hasta dos semanas y está diseñado para
garantizar la máxima protección, privacidad y satisfacción de nuestros clientes»

Decía el correo.

«Gracias por su paciencia».

Me encabronó enterarme de que tardaría tanto.

Esperaba recibir una respuesta cálida y veloz de The Balkan, como cuando las edecanes españolas te reciben con un vaso de vodka en el lobby de tu hotel.

¿Qué podría retrasar la respuesta hasta dos semanas?

Contesté todas sus preguntas con honestidad y seguí las instrucciones al pie de la letra; no soy una asesina en serie ni una ladrona ni un drogadicta, y Dios sabe que el costo entero de mi membresía anual ya está esperando en el banco, sólo generando intereses.

Entonces, ¿qué demonios podría hacer que tardara dos semanas?

No puedo dejar de revisar mi correo
electrónico personal, con la esperanza de que de algún modo las cosas salgan más rápido de lo esperado.

Ahora que por fin estoy sola en mi oficina, cierro la puerta y de inmediato abro mi cuenta de correo electrónico personal, aunque sé que no habrá nada nuevo.

Se me para el corazón.

Hay un mensaje en la bandeja de entrada que llegó a las 2:12 a.m., más o menos una hora después de que me fui a dormir.

Se me cierra la garganta de pensar en que ese mensaje ha estado esperándo toda la mañana mientras yo estaba atrapado en una conferencia telefónica sobre «proyecciones» y
«acciones de pasarela».

El correo es de alguien que se identifica como «Su bella agente de
admisión».

¡Mierda!

Al dar clic en el nombre de la remitente, descubro que la dirección de correo electrónico es

su_bella_agente_de_admision@gmail.com.

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