Sus dedos viajaban sutilmente por el envoltorio de plástico, bajando con suavidad y delineando la forma, deteniéndose sobre la cinta de color rosa mientras la acomodaba. Observo por unos segundos más las hermosas flores azules y suspiro resignado.
Cada vez que podía, en cada fin de semana, en cada hora disponible, en cualquier momento donde no estuviera ocupado, siempre iba a una de sus floristerías favoritas para comprar un hermoso y gran ramo de crisantemos azules y luego emprendía un largo viaje. Con tal de ver a su amada, por ella, todo valía la pena.
Observaba con tranquilidad las iluminadas calles, niños jugando y correteando frente a las tiendas y detrás estaban sus padres sonrientes, tomados de las manos o abrazados. Con un brillo de felicidad absoluta al ver las sonrisas de sus pequeños cada día. Observó por unos segundos más y luego continuó su camino.
Los recuerdos regresaban a él, el día en que había conocido por primera vez a la hermosa querubín, sus ojos dulces y amables, su cabello tan largo y liso, pero lo que más la destacaba, era su corazón bondadoso. Siempre era cortés, respetuosa, y ayudaba a las personas cuando más lo necesitaban.
Jamás hubo un momento en que ella se viera frustrada o enojada, era natural en ella mantenerse firme y con la frente en alto, postura erguida, determinada y decidida; Había tantas cosas que amaba de ella y si le preguntaran cuál de todas eran sus favoritas, jamás podría decidirse entre todas ellas, amaba todo de ella, su físico, su personalidad, su actitud, su corazón. La amaba con todo su ser, y era raro en él estar en esa forma con una persona.
Siempre se acostumbró a ser solitario y en su vida, no hubo algún interés romántico en nada ni en nadie. Pero eso cambio cuando conoció a Cosmea. Podía recordar a la perfección cada momento que estuvo con ella, cuando cuidaba de las flores, cuando jugaba con los animales salvajes, cuando cantaba con esa voz tan melodiosa que tiene.
Ella era alguien predecible con sus acciones, pero también era difícil de descifrar, a día de hoy aún le costaba el poder saber lo que la querubín pensaba. Sus risas pícaras que parecían significar algo en doble sentido, pero al final no tenían nada de malicia.
Cosmea era Cosmea, era el ser más puro que podía existir en todo el maldito universo, y nada podía cambiar su parecer sobre ella. Aunque se sorprendió mucho cuando le confeso, que estaba enamorada románticamente de dos personas, y él era uno de sus intereses. No era lo más extraño del mundo las relaciones poligamicas, pero que alguien como ella, tan inocente y libre de maldad lo dijera era algo difícil de procesar.
Pero eso no le importaba, en lo absoluto, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, porque la amaba con toda su corazón, estaba enamorado de Cosmea. Cada detalle de ella lo enloquecía, su risa, sus expresiones, sus acciones, sus movimientos tan coordinados y ligeros como una hermosa y perfecta danza a pie de letra.
Las veces que habían practicado, luchado, aun sabiendo que ella odiaba por completo la violencia, y que buscaba de resolver las cosas de modo pacífico. Sus manos tan suaves, sus labios tan adictivos, su cuerpo que lo provocaba, sus gemidos, sus alaridos, sus jadeos. Las veces que repetía su nombre, el escucharlo de su voz le hacía perder la cordura.
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En paz.
FanfictionCada vez que tiene algún momento libre, cualquier oportunidad. Va a llevarle flores a la mujer que ama, con tal de sentir su dulce sonrisa siempre.