𝓵𝓲𝓮𝓼

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Aún recuerdo aquel viaje que hicimos juntos a Nueva York.

Nos embarcamos en una aventura improvisada dejando nuestros compromisos en Daegu en el olvido para sumergirnos en la emoción que nos traerían las extensas y alborotadas calles de la gran ciudad; partimos con una pequeña maleta en una mano cada uno, tu otra mano estaba entrelazada con la mía en un fuerte apretón para transmitirnos confianza mientras iluminabas el aeropuerto con tu deslumbrante sonrisa; Te veías tan feliz.

Nuestras manos no se soltaron ni un solo segundo mientras nos encontrábamos sobre el avión, ni siquiera para ir al baño. "Tengo miedo a las alturas, si me sueltas vomitaré" dijiste. Sabía que era una tonta mentira para no soltarnos, pero preferí creerte y te seguí el juego, parándome y acompañándote cada vez que me suplicabas con aquellos ojos de perrito.

Llegamos al hotel y nuestra habitación se volvió un completo caos de ropa esparcida y camas desarmadas; se te ocurrió usarlas como un trampolín y, aunque al principio me negué argumentando que nuestros vecinos se quejarían del alboroto y podrían proceder a echarnos del alojamiento, cedí y comenzamos a cantar a todo pulmón al ritmo de cada brinco descoordinado.

Recordando Nueva York
Cambiando vuelos para que te quedes conmigo
Recuerdo pensar que yo tenía todo bajo control

Me encantaba ver tu euforia descontrolada y el cegador brillo de tus ojos, me hacías sonreír sin esfuerzo alguno con tu sola presencia; estabas encantado con la vista de los gigantescos edificios y las despampanantes luces de las carteleras y los coches. Sin embargo, tú siempre fuiste mi vista favorita.

Nos encargamos de que cada día tenga un destino diferente e incierto.

El primer día caminamos desde Time Square hasta el Central Park: estabas decidido a hacer un picnic alejado de la gente, por lo que recorriste cada centímetro del gigantesco parque hasta que nos perdimos entre matorrales y rocas gigantes. Estuvimos horas intentando encontrar la vuelta al hotel, por lo que nos dimos por vencidos y decidimos cenar en un puesto de hot dogs callejero. Tuve que utilizar mi escaso conocimiento en inglés para lograr ubicarnos en aquel enorme laberinto de asfalto y tumulto de gente.

Mentiría si dijera que no volvimos a perdernos repetidas veces aquella semana, pero finalmente cumpliste con tu lista de "cosas por hacer" imaginaria. Vimos una obra de broadway, hicimos un tour por las zonas más importantes de la bella ciudad, comimos en un restaurante diferente cada día hasta reventar, compraste ropa en la quinta avenida hasta quedarte sin dinero en la tarjeta, sacaste miles de fotos: cientas de esas capturas me las sacaste a mí desprevenido, aunque sabía que estabas apuntándome a mi porque el flash de la cámara siempre estaba encendido. Decidí hacerme el desentendido por que tu sonrisa por los resultados valía la pena.

Todo de ti valía la pena. Por lo que la noche en que visitamos el imponente Empire State decidí confesarte mis sentimientos, tirarme a la piscina sin retorno.

Debí esperarme que aquella piscina no tendría agua al momento en que me dijiste que tenías que pensarlo con nerviosismo en tu voz. "Wow, eso no me lo esperaba Yoonie... debo... necesito pensarlo". Saliste atropellado del mirador en busca del ascensor, tu mirada se intercalaba entre el gentío y mi rostro con aflicción. No volviste a aparecer en nuestra habitación en toda la noche y yo me sumergí en la preocupación y la tristeza; sabía que lo había arruinado todo.

Son las 3 de la mañana y la luz de la luna me está poniendo a prueba (ah)
Si llego al amanecer, no será difícil de ver (ah)
No soy feliz, oh mmm
No soy muy feliz, oh mmm

Al siguiente día me enviaste un mensaje diciéndome que te esperara en el aeropuerto, que lamentabas no haber contestado mis llamadas en toda la noche, que te habías hecho un amigo y en ese momento estabas desayunando con él. Aliviado comencé a preparar mis pertenencias y también acomodé tu maleta por si se te hacía tarde para arreglar todo y partir con destino a nuestro vuelo.

Te esperé hora y media sentado solo en la zona de espera; revisaba el celular cada dos minutos esperando una llamada o al menos un mensaje de tu parte, pero nada llegó a mi. Algo en mí me gritaba que no vendrías junto a mí, por lo que decidí subirme al avión con la maleta en una mano, la otra metida dentro del bolsillo de mi chaqueta.

Ya sentado en el avión con destino a Daegu mi celular vibró con insistencia. Una pequeña sonrisa se instaló en mis labios al leer "taetae" en la pantalla, me sentí agradecido aunque el malestar seguía haciendo estragos en la boca de mi estómago. Pero la tranquilidad no duró demasiado.

Te escuchabas intranquilo mientras me decías que te quedarías un par de días más, que tu amigo te había ofrecido una estadía en su casa y que todavía sentías que tenías mucho más por recorrer y fotografiar. "Avísale a mis padres por favor, Yoon" me suplicaste, "y... sobre lo de anoche... lo siento mucho, no puedo corresponderte de esa manera, Yoonie".

Te contesté con un "esta bien, no te preocupes" y corté la llamada, con las lágrimas cayendo sin parar por mis sonrojadas mejillas, sin esperar algo más de tu parte. Ahora sé que jamás hubiera habido algo más de tu parte. Aún así, esperé una mentirita piadosa como las que acostumbrabas decirme, solo para hacerme feliz.

Y pasó un mes entero sin tu presencia en nuestra ciudad; todo se sentía vacío y sin vida sin ti. Daegu se volvió un pozo descolorido sin nuestras manos entrelazas y tu preciosa y peculiar sonrisa. Mis semanas se volvieron rutinarias, ya no tenía a mi compañero de aventuras junto a mí, estaba triste y desolado.

También recuerdo como aquel día salí a hacer compras en el supermercado, para subsistir a base de algo más saludable que comida rápida y recalentada, y te vi. Radiante como siempre, tu ser era como un rayo de luz que iluminaba todo a su alrededor. Tuve el impulso de correr y abrazarte para jamás soltarte, entrelazar nuestros dedos y llorar mil mares en tus hombros, pero vi que no estabas solo.

Un chico alto, apuesto y esbelto se encontraba junto a ti, besando tu mejilla y abrazándote por la cintura; tu sonrisa se amplió y tu rostro se tiñó de un rojo intenso. Pienso que sentiste la mirada pesada que te entregaba sobre ti, por lo que miraste en mi dirección. Tu rostro mantuvo un semblante bonito y sereno, y agitaste tu mano como saludo, acompañado de mi sonrisa favorita en el mundo entero.

Te veías tan feliz. Me hubiera encantado que fuera junto a mí.

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Lie To Me || Taegi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora